a agresión del ejército ruso contra Ucrania, ordenada por Vladímir Putin, ha cogido con el pie cambiado no solo a los gobiernos de Europa sino a algunos partidos políticos incapaces de liberarse de sus obsesiones atávicas y centrar su compromiso democrático en las circunstancias actuales. La mención a la OTAN en el texto es suficiente para condicionar la postura de EH Bildu y Elkarrekin Podemos y provocar su desmarque hacia la neutralidad de la abstención. Una neutralidad que les impide la condena explícita de la invasión militar, de la violación de la integridad de Ucrania, de su libre decisión como país para establecer sus alianzas y vínculos y de la agresión a los derechos humanos que ha provocado el mayor éxodo de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Es comprensible que la posición ideológica histórica de la izquierda vasca y española haya bebido del antiatlantismo y mostrado sus simpatías históricas por su antagonista soviético, que lleva 30 años extinto. Igualmente respetable es el pensamiento pacifista y su vertiente de antibelicismo, contrario a admitir el recurso a la violencia militar para establecer el baremo de las relaciones internacionales. No obstante, en el conflicto que nos ocupa, el papel de la Alianza Atlántica ha sido escrupulosamente no beligerante, rechazando intervenir o propiciar una zona de exclusión aérea, como se le demandaba. El militarismo, como herramienta de imposición, lo practica Moscú, no la Unión Europea o la OTAN, aunque la dependencia de la primera de la segunda en materia de defensa no sea deseable. Han pasado 23 años desde que la OTAN actuó en Kosovo. Entonces, el mismo debate generó uno de esos episodios retóricos que quedan en la memoria, cuando Julio Anguita sostuvo que la intervención era contra el presidente serbio, Slobodan Milosevic, por ser “un hombre de la izquierda” -que moriría en prisión esperando juicio por delitos de lesa humanidad-. No es preciso ser un militarista para ver la evidencia de quién es el agresor en esta crisis y a quién ampara su derecho a la legítima defensiva. En este sentido, el problema no está tanto en que EH Bildu y Elkarrekin Podemos no respalden un texto que cita a la OTAN sino en la duda de que lo hubieran respaldado de no aparecer en él esas siglas. Porque no es cierto que a esta crisis le haya faltado diplomacia; le han sobrado bombardeos rusos.
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