ASTILLA y León tendrá en su Gobierno y en el escaparate de sus instituciones a la ultraderecha de Vox merced al acuerdo de Gobierno suscrito por Alfonso Fernández Mañueco para asegurarse su Presidencia de la comunidad. El Partido Popular, sumido en un impasse que proyecta una falsa impresión de desgobierno hasta el nombramiento oficial de Alberto Núñez Feijóo como nuevo presidente, ha elegido socio primando una estrategia que le aleja de cualquier pretensión de presentarse como fuerza de centroderecha y consolida el escoramiento practicado en la etapa de Pablo Casado. Núñez Feijóo no es un convidado de piedra en este tiempo y, en la misma medida en que lidera la renovación en ciernes de su partido, tiene o debería de tener mucho que decir en una operación imposible a sus espaldas, lo que le sitúa en la responsabilidad de un paso cuyas consecuencias mediatizarán su aterrizaje al frente del partido. Con este acuerdo y la experiencia de los discursos y políticas asumidas por el Partido Popular en sus experiencias de Gobierno apoyadas en la ultraderecha en Andalucía, en Murcia o en Madrid, no hay margen al error sobre la orientación ideológica de su acción de gobierno. El PP sigue amparando y homologando con estos acuerdos el discurso extremista del partido de Santiago Abascal: su rechazo más visceral al modelo descentralizado del estado y al reconocimiento de su diversidad nacional y cultural; su explícita oposición a mecanismos de igualdad en materia de género y de orientación sexual; su criminalización de las comunidades foráneas y la inmigración. En definitiva, una percepción nacional española desfasada medio siglo y que, a la vista está, las estrategias de comprensión y apaciguamiento durante décadas en el seno del partido aglutinador de las derechas españolas solo han servido para hacerlas perdurar. Núñez Feijóo va a encontrar un partido de espaldas a los consensos con cualquier sensibilidad política de centro y a las mayorías sociales de las nacionalidades históricas. Esos son el mimbre de una confrontación o de una imposición pero nunca de una colaboración. Este PP sigue lanzado a un proyecto en soledad, por su cuenta y riesgo, similar al que le ha situado en la periferia de la iniciativa política en Euskadi y pone en cuestión su fiabilidad como socio en tanto su concepto de centro siga tan decantado a la derecha.