a invasión rusa de Ucrania y el impacto sobre el siempre hipersensible precio de los hidrocarburos en los mercados mundiales agrava un escenario que se arrastra desde hace medio año y que tiene al precio del gas como detonante de la escalada insostenible de precios de la energía en Europa. La Comisión Europea ha admitido al fin que es imprescindible incidir sobre ‘patrón gas’, cuyo precio internacional arrastra al de la energía eléctrica en Europa con independencia de sus fuentes de generación. Modificar esa referencia se ha vuelto ya una necesidad impostergable pero, entre tanto, poner límite a la especulación que marca el precio de venta del propio gas natural se ha convertido en una imperiosa exigencia para garantizar la sostenibilidad de la actividad productiva europea. La energía cara que se paga en estos momentos es un factor que debilita la competitividad del tejido empresarial europeo. El vasco no es excepción y asistimos a la suspensión de actividad de las principales empresas consumidoras intensivas, con la siderurgia y la automoción a la cabeza. En este escenario, proteger la competitivad de nuestra economía es ya un reto de dimensión continental y exige una rápida intervención de las autoridades comunitarias. El inmediato demanda medidas paliativas pero el estratégico exige acelerar la aportación de recursos energéticos propios que reduzcan la dependencia del exterior. Es obligado acelerar los programas de implantación de energías renovables, que son un factor incuestionable de independencia energética en países como los europeos, dependientes del mercado de hidrocarburos que está dominado por intereses ajenos. Desde una perspectiva vasca, este reto obliga a afrontar con realismo los términos de esa transformación. La estabilización del sector energético no se logrará con la mera colectivización de la venta y distribución de energía, como pretenden algunas propuestas. Es imprescindible incidir sobre la generación energética y la explotación de los recursos propios. Empezando por el viento, el sol, la energía del mar y, liberándolo de tabúes y dogmatismos, también la extracción limpia del gas que pudiéramos disponer como energía de transición. Es una absurda ironía negarse a explotar todas esas posibilidades en Euskadi en alternativas a la dependencia de la importación de hidrocarburos, de electricidad de origen nuclear o de centrales térmicas ecológicamente insostenibles.