e cumplen hoy dos años de la confirmación, el 31 de enero de 2020, del primer caso de contagio de coronavirus detectado en el Estado español, en concreto del positivo de un turista alemán en La Gomera. El virus ha avanzado desde entonces y tras seis grandes olas los casos totales superan los nueve millones y medio de contagiados mientras los fallecidos se van acercando ya a los 100.000. Dos años después, la situación no es la misma que entonces, cuando reinaban el miedo, el desconocimiento absoluto y la incertidumbre, pero sigue siendo preocupante. Los indicadores constatan una “ligera tendencia descendente” de la sexta ola, pero aún hay motivos para extremar la prudencia y, desde luego, para ser conscientes -instituciones y ciudadanía- de que estamos aún muy lejos de vencer al virus, que sigue muy presente en nuestras vidas. Los datos de la CAV y Nafarroa no permiten bajar la guardia pese al lento descenso de la incidencia y de la presión hospitalaria derivada de la explosión de ómicron. De hecho, la Comunidad Foral y la CAV son, por este orden, las primeras del Estado en porcentaje de casos covid por población, al alcanzar respectivamente a un 31% y un 27,2% de la ciudadanía. En este contexto resulta objetivamente lógica la decisión adoptada por el LABI de mantener aún durante dos semanas más las restricciones adoptadas para frenar la expansión del covid-19. Aunque en un principio se esperaba que, tras tocar techo, el pico de la sexta ola tuviera un descenso tan acusado como lo fue su crecimiento inicial, lo cierto es que no es así y el declive está siendo muy lento, incluso con un descenso en el ritmo de caída. De hecho, la situación epidemiológica es objetivamente peor que cuando se adoptaron las restricciones el pasado diciembre. De ahí que sorprendan no solo algunas actitudes de grupos sociales y partidos de la oposición que se muestran contrarios al mantenimiento de estas medidas de protección de toda la ciudadanía, sino mensajes como el de la ministra de Sanidad, Carolina Darias, quien aseguró el viernes que los datos apuntan a que “hemos doblegado la curva”. La comprensible fatiga y hasta cierta indignación social tras dos duros años de pandemia no pueden soslayar la necesidad de mantener la máxima precaución y el espíritu de solidaridad y cuidado de la gran mayoría social que suponen la vacunación y el cumplimiento de las restricciones.
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