anidad decidió, en la última reunión del Consejo Interterritorial, seguir posturas más conservadoras como las adoptadas por Bélgica o Italia y no administrar la vacuna de AstraZeneca a personas mayores de 55 años, una decisión que obliga al necesario replanteamiento de los programas y a fijar un nuevo sector de la población a quien inyectarle las dosis. También en Euskadi, donde hoy se recibirán las primeras dosis, junto a las de Pfizer y Moderna, y donde el Gobierno Vasco ha tenido que modificar su estrategia y, en contra de lo previsto, debe proceder ahora a priorizar en la inmunización con la vacuna de AstraZeneca a sanitarios de segunda línea y trabajadores esenciales por delante de las personas mayores. Todo lo concerniente a la vacunación, como práctica que debe ayudar a combatir de la forma más eficiente la pandemia, es motivo de atención, análisis y comentarios. El proceso de inmunización avanza lento de acuerdo a las expectativas de llegar rápido al mayor número de población posible, pero no es menos cierto que frente a los porcentajes hay que plantear siempre la máxima garantía del proceso. De momento, los datos, aun con todas las cautelas, son más que elocuentes. En las últimas tres semanas, coincidiendo con el periodo posterior al arranque de la vacunación en los centros de mayores, los casos activos de coronavirus en las residencias han descendido notablemente. Es decir, tras la inmunización, tanto los contagios en usuarios y trabajadores como las hospitalizaciones y las derivaciones a unidades especializadas, como también el número de residencias con casos positivos han disminuido de manera notable. A falta de más datos, la conclusión es que es necesario confiar en la vacuna, porque solo su masiva administración nos puede sacar de esta problemática situación que está haciendo mella en la población. En esta carrera cuenta más la seguridad que la velocidad, de ahí que puedan parecer aventurados los anuncios que hablan de tener inmunizada al 70% de la población en verano. Porque también hay que tener en cuenta la garantía puntual del suministro por parte de las farmacéuticas, sin olvidar la importancia de que pueda administrarse en los países más pobres para combatir con eficacia la expansión y permanencia del covid-19 en todo el mundo.
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