ay una fecha electoral en Euskadi fijada dentro de ocho semanas que se basa en la expectativa técnica de la evolución de la pandemia de covid-19. Fecha que, para contrarrestar la estrategia irresponsable de quienes prefieren acobardar a la ciudadanía en beneficio propio en lugar de protegerla, concienciarla y empoderarla alimentando la responsabilidad individual y colectiva, habrá que seguir recordando hasta ese día que solo se celebrarán en condiciones de seguridad sanitaria. En ese sentido, el lanzamiento de la consiguiente precampaña no ha variado el tono de los debates políticos. Sería deseable que empiecen a virar hacia la definición de modelos de recuperación social y económica pues es ese el escenario que deberá gestionar el próximo Parlamento que salga de las urnas y liderar el próximo gobierno que obtenga su confianza. Pero, de momento, no es así. De momento, afloran incongruencias que alimentan el estupor ciudadano. Ahí está el discurso de oxímoron que manejan los partidos de la oposición. El PP ha dejado de cuestionar la fecha del 12 de julio tan pronto como ha sido asumida y justificada con sus propios argumentos técnico-sanitarios por su compañero de partido el presidente de Galicia. Sin embargo, sigue ofreciendo como único argumento de su precampaña el reproche al lehendakari de haber convocado, según afirman, por interés propio. En todo caso, sería un interés propio de muy amplio espectro, toda vez que el de acudir a las urnas es un debate también generado en Catalunya entre la negativa de un JxCat a la baja y la prisa de una ERC al alza. Por extensión, EH Bildu, que se ofreció como socia, y en ocasiones mero apéndice, de la estrategia de los republicanos catalanes, queda huérfana de discurso ante la estrategia divergente de estos y se ve acosada por sus propios demonios, incapaz de admitir que, si hay alguna práctica que pretenda restar garantías democráticas al proceso electoral, esta es la del acoso y la intimidación que practican quienes nacieron de sus entrañas. Por último, Podemos Euskadi sigue en la prioridad de darse tiempo para apagar los fuegos que la han quemado por dentro. Afronta un proceso de renovación interna para el que no halla freno en la pandemia y demanda dos semanas de campaña electoral. Votar le parece arriesgado pero hacer campaña, no. Revelador.
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