Las restricciones derivadas de la pandemia lo impulsaron con fuerza, y no parece que ahora se vaya a ralentizar ni mucho menos detener. A pesar de los vientos que llegan desde las grandes corporaciones empresariales de Estados Unidos, el teletrabajo ya está asentado con fuerza en nuestro entorno más cercano, y la tendencia, según los expertos, es que siga así. 

En los últimos meses, cada vez son suenan más altos los ecos de las noticias procedentes de Estados Unidos, donde los dirigentes de grandes firmas de Silicon Valley como Google, Apple o Amazon están ordenando la vuelta a la oficina. “Hemos decidido que vamos a volver a estar en la oficina igual que estábamos antes de pandemia. Mantener fuerte nuestra cultura no es un derecho de nacimiento, tienes que trabajar duro todo el tiempo”, aseguró el mes pasado en una nota remitida a sus empleados Andy Jassy, consejero delegado de Amazon. A partir del año que viene, se reducirán los turnos permitidos para teletrabajar y, de hecho, los empleados del gigante del comercio electrónico deberán volver a la oficina los cinco días de la semana. Es bien sabido que los vientos que soplan en la cultura empresarial americana acaban llegando a Europa, así que ahora está por ver el recorrido que puede tener este regreso de la presencialidad.

“En las grandes compañías tecnológicas, en las empresas de informática y en las relacionadas con las TICs sí necesitan más presencialidad, porque desarrollan proyectos grandes y sus equipos son multidisciplinares, con trabajos que involucran a más de una decena de empleados”, explica Timoteo Pérez, socio director de la consultora empresarial guipuzcoana Ikei. Por ahí, por las circunstancias especiales en las que muchas ocasiones se mueve la gran empresa, parece que puede transitar este movimiento en contra del teletrabajo. 

En cualquier caso, la dirección en la que avanza este mecanismo, que tan útil se reveló durante la pandemia, es hacia una cierta contención en su desarrollo. Así, un reciente informe del portal de empleo Infojobs, un 55% de las empresas españolas no tiene instaurado el teletrabajo en la actualidad, cuando el porcentaje de empresas que sí brindaban la opción en 2023 era del 51%, en 2022 de 66% y en 2021 de 74%. Las estadísticas del segundo trimestre de la Encuesta de Población Activa recoge, asimismo, que el 7,6% de los ocupados en España teletrabajan de manera habitual (más de la mitad de los días), mientras que el 7% lo hace de manera ocasional. Estas cifras representan más de 3,1 millones de personas trabajando de manera remota. En términos porcentuales es el 15% de la población activa. Infojobs apunta en su estudio un “ligero incremento” en el número de trabajadores que realizan labores de forma telemática. 

En Euskadi, “el teletrabajo ha llegado para quedarse”, resume el responsable de Ikei. “Las empresas lo han integrado como una herramienta más que permite dar flexibilidad al trabajador. Lo más habitual es disponer de un modelo híbrido a lo largo de la semana laboral, con tres o cuatro días en el centro de trabajo, y uno o dos en casa”, indica Amaia López Iriondo, responsable de Salud Laboral, Medioambiente y Asuntos Sociales de Confebask. Los datos de la Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares, elaborada por el INE, destacan que, en el año 2022, los mayores porcentajes de personas que teletrabajan se daban en la Comunidad de Madrid (24,9% de las personas ocupadas), Catalunya (21,8%) y Euskadi (13,6%). Ese porcentaje se mantenía práticamente idéntico en las estadísticas correspondientes al pasado año (13,4%). En la Comunidad Foral de Navarra, por su parte, ese volumen porcentual alcanza el 12,9%. 

De la fuerte eclosión surgida con la pandemia se ha llegado a una estabilización que, según los expertos, no va a descender. “Después del confinamiento forzoso por la crisis sanitaria debida a la pandemia, las personas y las empresas descubrimos el teletrabajo, con sus pros y sus contras, lo que nos ha permitido tener criterios de decisión sobre la conveniencia o no del teletrabajo regulado”, subraya Javier Cerrato, profesor de Psicología Social en la Facultad de Relaciones Laborales de la UPV-EHU. Poco a poco, como indica López Iriondo, “se ha ido produciendo una convergencia sin conflicto entre los intereses de los trabajadores y los de las empresas, de manera que el teletrabajo ya forma parte de las rutinas de forma natural”.

Lo que sí se ha detectado, en algunos casos, según subrayan los expertos, es que algunas empresas prefieren ofrecer el teletrabajo antes a empleados veteranos -mujeres o personas con demanda de conciliación- antes que a los que llevan menos tiempo en plantilla porque las direcciones conocen mejor, por experiencia, sus rutinas y métodos de trabajo. “El teletrabajo exige máxima confianza entre empresa y empleado”, resalta la representante de Confebask, la patronal vasca. En cualquier caso, para los empleados más jóvenes ya resulta normal interesarse principalmente por ofertas de trabajo que incluyan esta posibilidad. “Para muchos de ellos ya es inconcebible que no se les permita teletrabajar. Se gana gran calidad de vida y para muchos empleados es un método incluso de ahorrar más, porque no tienen que desplazarse a la oficina. De todas maneras, el teletrabajo debe gestionarse muy bien, con un seguimiento por parte de las empresas”, apunta Timoteo Pérez, de Ikei. 

En un principio, existía una resistencia por parte de muchos directivos a extender el teletrabajo más allá de la pandemia, una reacción similar a la de ahora en Estados Unidos. Vencidas esas reticencias, los expertos matizan que la dificultad -y las desventajas- de un modelo de trabajo completamente a distancia. “Nuestra cultura es muy diferente a la americana. Empresas y trabajadores también valoramos la cultura de la cohesión y la interacción, que es muy positiva para el funcionamiento de una compañía”, realta Amaia López Iriondo.

Para el docente de la UPV, la cultura del trabajo en nuestra sociedad es “claramente presencialista”, de ahí que “muchas empresas prefieren mantener formas de gestión tradicionales a la hora de coordinar y supervisar el trabajo”. Por otra parte, recuerda Cerrato, “el teletrabajo tiene que estar regulado” y “debe cumplir la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, lo que incluye un análisis de estos, sobre todo ergonómicos y psicosociales”. En ciertos casos, dice, esta exigencia “puede suponer costes que las empresas no están dispuestas a asumir”.

“El teletrabajo está logrando incrementar la productividad, pero si el empresario tiene trabajadores en los que no confía da igual que se conceda o no esa posibilidad”, explica el representante de Ikei. Para Cerrato, la entrada al mercado laboral de trabajadores jóvenes, y la evolución tecnológica, van a contribuir al desarrollo del teletrabajo, pero insiste en que será necesario un “cambio cultural” que permita pasar de una “concepción presentista” del trabajo a otra basada en el “trabajo flexible” y “las fronteras fluidas entre la vida laboral y la personal”.