¿Se imagina recoger los bártulos del trabajo el jueves y no volver a su puesto hasta el lunes? La implantación de una jornada laboral de cuatro días es tema de debate recurrente en los últimos años, y parece que, aunque de forma tímida, empieza a sustanciarse en algo más que un mero planteamiento. En el Reino Unido, 70 compañías han comenzado una prueba piloto, de seis meses, en la que valorarán los resultados de promover esta reducción de horas manteniendo el 100% del salario. Bélgica, por su parte, aprobó en febrero un plan para instaurar este sistema, pero con un truco: el trabajador debe cumplir las mismas horas (40), lo que implica que, por ejemplo, trabaje dos horas más al día. En nuestro entorno, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, la respaldó recientemente, aunque con matices, puesto que pidió huir de fórmulas “rígidas” y establecer mecanismos “flexibles”. En cualquier caso, dejó claro que “trabajar menos horas es trabajar mejor”.

Es la misma idea que defiende Jon Bernat Zubiri, profesor de Economía Aplicada de la UPV/EHU que acaba de participar en la Cumbre Internacional Sobre la Semana de Cuatro Días, un evento que se ha celebrado en Valencia bajo el auspicio de la Generalitat de la Comunitat. En su opinión, la semana de cuatro días, con un día más de descanso, haría crecer la motivación y la implicación del trabajador. “El debate sobre este tema se plantea para mejorar la calidad de vida de los trabajadores, puesto que si un empleado está a gusto, desarrolla mejor su labor”, razón por la que considera que la discusión no debe trazarse alrededor de la fórmula ‘mismas horas, pero menos sueldo’. “Eso sería un recorte. Euskadi no es los Países Bajos, no tenemos un sueldo medio de 2.000 euros”, argumenta. La fuerte inflación actual, además, no invita a apostar por la reducción salarial como una medida popular. Y el modelo belga, con una jornada de diez horas al día, tampoco convence. “Trabajar así podría aumentar el riesgo de accidentes laborales y errores en la actividad”, explica Ander Sansinenea, director de la consultora de gestión laboral LKS Next.

Productividad

La clave, por tanto, está en la productividad. Un baremo que se calcula dividiendo el PIB de un territorio entre su número de trabajadores. “Todos los estudios demuestran que la reducción de jornada aumenta la productividad. A lo largo de la historia ,las reducciones de jornada que se han hecho han sido sin bajar los salarios, y la productividad ha crecido en todos los sectores. Lo que se ha estancado son los salarios”, indica el docente de la UPV/EHU. “Para revertir ese desequilibrio, se pueden subir los salarios, pero muchas empresas no quieren. La alternativa más barata es reducir la jornada manteniendo los sueldos”, justifica Bernat Zubiri.

¿Qué hacer con las actividades que no se detienen el fin de semana, como muchas del sector servicios? Lo explica el propio Bernat Zubiri: “el aumento de la productividad trae consigo un crecimiento de la recaudación fiscal, del número de cotizante y del consumo, además de una rebaja de la partida dedicada a las prestaciones por desempleo. Con esos nuevos ingresos, el Estado puede bonificar nuevas contrataciones y ayudar así a las empresas a fichar nuevos trabajadores”. Otros expertos no lo ven tan claro y subrayan que las empresas podrían caer en la tentación de sustituir trabajadores a jornada completa por temporales, lo que podría agravar el problema de la precariedad. Por otra parte, como explica Ander Sansinenea, de LKS, “en sectores como la hostelería, donde se necesitarían nuevas contrataciones, ahora hay problemas para captar trabajadores”.

“Lo primero que debemos hacer es mejorar la organización interna de las empresas. Si somos capeces de hacerlo y se aumentan los niveles de productividad y eficiencia, eliminando los despilfarros de tiempo, ¿por quéno va a ser posible implantar una semana de cuatro días? Yo percibo sobre todo miedo al cambio, como con el teletrabajo”, concluye el responsable de LKS Next.