entre las distintas razones por las que la serie Juego de tronos puede resultar de interés, es indudable que es una ficción muy propicia para analizar dilemas relacionados con el liderazgo y el poder, siendo un escaparate para analizar distintas formas, estilos y estrategias no solo para su obtención, sino también para su conservación.
Dice José Antonio Marina que el poder es la capacidad de hacer real lo posible a través de acciones no solo de quien lo ostenta, sino por la acción de terceros a través de su colaboración o inhibición. En lo que respecta a la serie, las casas representadas en la misma (Lannister, Stark, Targarian, Baratheon, etc.) bien podrían considerarse como paradigmas en la adquisición y ejercicio del mismo, y los diversos personajes como representaciones de estrategias y tácticas para llegar a él. En este sentido, si hay algo que sobrevuela la serie es que todo paradigma es capaz de cultivar su propia autodestrucción, y que alcanzar vs mantener el poder requieren de capacidades a veces contrapuestas. Veamos.
Se podría decir que la casa Lannister ejemplifica el poder devenido de quien posee recursos y riqueza, y de la fuerza que aporta tenerlos a la hora de llegar a él y ejercerlo desde un enfoque de imposición o capacidad de hacer que se haga. Sin embargo, tiene al menos tres consecuencias. Primera, que por una parte provoca sumisión, pero también resistencia y rebeldía. Segunda, que a menudo quienes lo ejercen cometen el error de confundir la docilidad y el cumplimiento de sus subordinados con el compromiso. Y tercero, que la escasez de posiciones en los que se concentra el poder genera una carrera de pugnas internas por alcanzarlo, con la correspondiente proliferación de trepas y/o comportamientos condescendientes que flaco favor hacen al mantenimiento de la casa en la cúspide.
Como contraposición a la casa Lannister está la casa Stark, que se puede ejemplificar como el estilo de liderazgo soportado en la lealtad, los valores y el sentido del propósito. Curiosamente, los mismos valores que les terminan haciendo vulnerables, bien porque conciben que el resto debe tener y/o comprenderlos de la misma forma, o en la misma escala de importancia/prioridad. Craso error. A veces, es mejor conservar la cabeza y poder ser útil a que ésta termine en una estaca como trofeo para la plebe.
La casa de los Targaryen y Daenerys bien podría representar el paradigma centrado en el liderazgo carismático, capaz de arrastrar y unir colectivos diversos por una causa o ideal trascendente. Sin embargo, la fuerza y capacidad de arrastre que tiene el carisma o el llamado superliderazgo corre el riesgo de terminar siendo su mayor debilidad, en la medida en que basa su cohesión en la existencia del personaje en cuestión, y estos no suelen ser eternos.
Los estandartes de cada una de las tres casas están representados con maestría. La casa Stark con el lobo, la casa Lannister con un león y la casa Targaryen con un dragón. Para quien le interese el mundo animal, no está de más prestar atención a las diferencias en la forma de liderar de un macho alfa en una manada de lobos y un león, y analizar si tiene similitudes con los paradigmas de ejercer el liderazgo a los que se ha hecho referencia. En cuanto a los Targaryen, qué mejor que la espectacularidad y embelesamiento que produce la figura del dragón para ejemplificar el liderazgo carismático.
En lo que se refiere a los personajes, bien podrían representar estrategias y tácticas para la obtención del poder. John Snow muestra la máxima de que el liderazgo no es una cuestión formal de posición, sino de personas que son capaces de demostrar y generar una orientación de futuro capaz de generar seguidores a través del coraje, la empatía, el respeto al débil y la sensibilidad de ser inclusivo que le da su condición de hijo bastardo.
El valor de la sagacidad, la astucia, y la representación de que lo aparentemente débil puede resultar en caballo ganador lo representa Tyrion Lannister, y me parece digna de reflexión una de sus frases cuando afirma que “nunca olvides lo que eres, porque el mundo no lo hará. Haz de ello tu fortaleza, y nunca podrá ser tu debilidad ni lo utilizarán para hacerte daño.”
Araña (Varys), firme defensor de la importancia del institucionalismo y del valor de comprender que la información es poder, nos recuerda que lo que realmente hace más inteligente a quien ostenta el mando es conocer de primera mano las razones en las que sustenta su estrategia aquel quien quiere arrebatártelo.
Tampoco es conveniente olvidar la psicopatía, la ausencia de empatía inherente a ella o la crueldad de ciertos individuos patológicos que reflejan personajes como Cersei Lannister, Ramsay Bolton o Joffrey Baratheon. Como aprendizaje, no está de más reconocer que las personas, en función del contexto, son capaces de lo mejor pero también de lo peor. Porque en el fondo, y más allá de la depravación que rodea a la serie en este sentido, la coacción, el miedo y la amenaza han sido y serán herramientas reprobables pero efectivas en cuanto al poder se refiere.
Por lo demás, la serie ejemplifica de forma descarnada que a menudo decisiones que en un principio resultan razonables pueden tener implicaciones desastrosas, en la necesidad comprender y relativizar las capacidades de cada uno, en evitar el fundamentalismo y sopesar los pros y contras de cada decisión. Quizás lo bonito del poder es su naturaleza cambiante, la imperfección de cada estilo de liderazgo, y en comprender que de la misma forma que en la fortaleza está la virtud, ésta también esconde el germen para su propia autodestrucción. Entre tanto, la traición es una constante que sobrevuela la serie pero también la confianza, en la medida que sin ella no es posible la primera. Todo termina siendo una pugna constante en la que los ganadores son efímeros, resultando en un juego de tronos perpetuo.