Trump ha iniciado su campaña con dos decisiones que reflejan muy bien su modo de afrontar la presidencia (en casa, en sus empresas, en el país y, desde su mentalidad, en el mundo): por un lado, ha despedido a todo su equipo de encuestadores y gestores de campaña al conocer que el 56% de los hispanos en Florida (lugar de su relanzamiento) y la mayoría de los estadounidenses consultados no le votaría; por otro lado, la de repetir los mensajes que le llevaron a su presidencia con un doble ajuste: “Lo que anticipé lo he logrado” y es hora de renovar y reforzar el plan inicial; su Keep America great (Mantener Estado Unidos grande) sustituye al Make America great again (Hacer grande América otra vez). Mayor crecimiento económico, menor desempleo, cierre a la inmigración, un muro más barato y más eficiente en la frontera del río Bravo, más fake news y tuits al servicio de un adoctrinamiento facilitador de una potencial guerra que devuelva liderazgo bélico a su país y sirva de contrapeso a los desafíos demográficos y la competencia del nuevo mundo emergente que sustituye, a pasos firmes, a una “economía blanca y occidental”, son los focos de su campaña, repitiendo proclamas del pasado que le hicieron llegar a la Casa Blanca.

Enfrente, una veintena de candidatos demócratas iniciando una confrontación interna para elegir un oponente capaz de vencer al presidenciable Trump y ofrecer una nueva ilusión al estadounidense medio. Desde esta otra perspectiva, una hoja de ruta inicial hacia la “universalización de la asistencia sanitaria”, retomar la credibilidad y esfuerzos hacia la lucha contra el cambio climático y una transición hacia la economía verde, un control positivo de la inmigración, con política industrial y fiscal que favorezca la “vuelta a casa” de sus grandes conglomerados multinacionales, transformación de los mercados de capitales, devolviendo la esperanza de una carrera profesional y plan de vida para el endeudado universitario que no puede hacer frente a sus compromisos financieros que le permitieran acceder a la Universidad? Con mucho más que matices, los diferentes candidatos demócratas presentan sus agendas y propuestas ante una ciudadanía escéptica que asiste distante a “la industria político-partidista” instalada en Washington.

El proceso, en todo caso, resulta siempre ilustrativo. El líder que parte como favorito, Joe Biden (exvicepresidente de Obama), con larguísima trayectoria, experiencia y alta valoración política afronta la contienda desde “el silencio clamoroso” y las visitas sin prensa directa en lo que considera “centros reales de poder y movilización de mensajes”, evitando proponer medidas concretas. Entre sus a priori principales contrincantes emergentes, Elizabeth Warren lo hace con una propuesta diaria para todo tipo de problemas y desafíos y los “100 primeros días en la Casa Blanca” de Amy Klobuchar responden, por vía ejecutiva (como el decreto ley tan en boga en los últimos gobiernos españoles) ofrecen una “agenda desafiante” con los principales retos que habrá de afrontar Estados Unidos y, en gran medida, el mundo en general. A la vez, se convierten en material de tuit para el bombardeo descalificador de Trump en su estrategia ridiculizadora de “los socialistas antiamericanos” qué según él, siguen al comunista Sanders.

Sin duda, viene bien observar una campaña y a políticos de los que poder hablar evitando posicionarnos sobre el escenario reciente en el Estado español. Resulta saludable trascender de la prensa cursi y empalagosa que hace noticiable y de portada lo guapa y elegante que luce la señora Leticia en sus actos públicos o lo lista, preparada y adelantada a su edad que se supone resulta su hija, o el “impecable comportamiento del Rey Felipe VI garantizando el futuro de la unidad y progreso de España como paradigma de la justicia y la libertad”.

En este sentido, podemos adentrarnos con cierta perspectiva en los acontecimientos de esta última semana con la constitución de ayuntamientos y mesas de diferentes asambleas y parlamentos. El votante medio ha podido comprender que ni el 26M, ni el 28A, ha votado lo que creía que votaba. Ni elegía a un presidente de gobierno, ni optaba por una coalición concreta, ni ha sabido en cuál de las hasta seis urnas distintas ha depositado su voto con destinatario concreto. Votó en una circunscripción única para un Parlamento Europeo del que sabía muy poco y desconocía en qué grupo político se adscribirían sus representantes y mucho menos que Macron, Sánchez y algún dirigente europeo intercambiarían, en París o Berlín, mesas, cuotas de directores y funcionarios, comisarios y presupuestos europeos. Tampoco sabrá si su nuevo alcalde es quien quería contenedores o el que quería bolsas colgadas desde los balcones para gestionar su basura, o que, según el color, unos y otros le explicarían en los medios lo que es la democracia directa, representativa, de cooperación o coalición, o consultas intermedias a través de “círculos” sin registro ni control alguno. Sin duda, quien más ha acertado en su voto, es aquel que, al margen de candidatos, programas o personas, ha tenido claro que vota a un partido concreto, siempre, en todas las urnas y delega en él su confianza para que haga lo que entienda es mejor y en cada momento, para el país, para el ciudadano y para el complejo y desafiante mundo en el que vivimos.

Volviendo al ejemplo ya mencionado de la “Agenda ejecutiva de los 100 días” que propone Klobuchar, de una u otra forma, con mayor o menor apoyo y dirija quien dirija, de manera unilateral o compartida nuestro mundo, todos nos encontraremos con una “auténtica alternativa al crecimiento: la nueva ruta hacia el desarrollo social inclusivo” que cuestiona la manera tradicional en la que hemos venido actuando. Hoy los gobiernos han de afrontar desde otra óptica: “cómo capacitar y equipar a los ciudadanos para navegar el mundo del trabajo-empleo y su traducción en bienestar”, en especial, en la medida que el “propósito” que ha de movernos no parece que sea, a futuro, un salario a llevar a casa, según afirma la OIT en sus conclusiones sobre el “Futuro del Trabajo: nuevas palancas y conceptos para el crecimiento y desarrollo económico”. Y podemos adentrarnos en el desafío de la salud: la agenda estadounidense pone el acento del 17% de su PIB al gasto en salud y tiene uno de los peores sistemas de salud del mundo. O en la considerada inevitable reforma profunda de la educación, en especial el ciclo k12 y la diferenciación escolar pública o privada, con el foco en la preparación de sus profesores, gestores y directores de centros. En esta línea, se abre otro interesante debate ya planteado en Europa por la comisaria de la Competencia, Margrethe Vestager, aspirante a presidir la futura Comisión: Intervenir de manera contundente en los procesos de fusiones, adquisiciones, concentración empresarial en la propiedad y aplicación de las nuevas tecnologías emergentes, la digitalización de la economía y los nuevos jugadores estrella que dominan sus respectivas industrias, superando, en muchos casos, el peso de gobiernos y países.

¿Y qué pasará con la deuda juvenil post universitaria? No habrá un solo candidato que no abandere una potencial solución, acompañada siempre, de quitas y condonación de la deuda? ¿Y el americano medio dará por bueno el juego arancelario y la guerra encubierta por el dominio tecnológico EEUU-Asia? No olvidemos que el actual G-7 a reunirse en los próximos días dará paso en el horizonte 2050 a un nuevo neoemergente G-7 del que no formará parte ninguno de los actuales jugadores, atendiendo a los informes de la OCDE. ¿Pasarán los nuevos criterios por un nuevo modelo de desarrollo económico, digitalización del comercio, reinvención de gobiernos e Instituciones?

En definitiva, echar una mirada a una campaña electoral en Estados Unidos, tratar de aprender de aquellos puntos de debate que se proponen y procurar analizarlo en casa parecería un ejercicio aconsejable. Si bien es verdad que como suele decir el director del gabinete de la presidencia del Gobierno español (y asesor de campañas electorales de diferentes líderes a derecha e izquierda), “el 20% de los mensajes generan el 80% de los votos? Y propuestas y programas, en algunos casos, desaparecen de las agendas del Gobierno”.