No por habitual la sentencia resulta sumamente preocupante: “Seguimos sin ser capaces de dar respuesta a las necesidades tecnológicas que nos trasladan las empresas”, advierte con cierta impotencia uno de los profesores de Formación Profesional de Egibide, centro de referencia en Álava a la hora de pulsar la temperatura del estratégico sector industrial. A juicio de este mismo docente, el gap entre la realidad en la que viven las empresas y la salida profesional de los estudiantes que se decantan por la universidad o la FP continúa siendo un vector que penaliza la competitividad de las compañías y lastra sobremanera el mercado laboral, cuyas exigencias resultan cada vez más tecnológicas. Tal es el nivel de especialización que se demanda en estos momentos que ni tan siquiera la garantía de encontrar un trabajo estable a la conclusión de los diferentes ciclos formativos es reclamo suficiente para que las empresas dejen de rechazar proyectos por la simple razón de no poder atenderlos con mano de obra lo suficientemente cualificada. Así están las cosas en el territorio alavés, donde más del 30% de su economía descansa sobre la industria.
Para tratar de poner remedio o acortar al menos las distancias entre ambos mundos -el empresarial y el formativo-, hace ya un tiempo que la Universidad de Deusto comenzó a pergeñar un nuevo itinerario no tan centrado en los estándares habituales de la formación clásica sino en uno más pegado al terreno de las empresas locales. Una propuesta que tomara como base la formación dual -teoría y práctica al mismo tiempo- a partir de la cual pivotara un ambicioso programa en torno a la imparable Industria 4.0, a quien Europa ya ha comparado incluso como la cuarta revolución industrial. Una realidad, por otra parte, ya asentada en el día a día del sector donde conviven sin descanso conceptos como la visión artificial, la radiofrecuencia y robótica colaborativa, la logística inteligente, el Big Data o la ciberseguridad, entre otras. Herramientas de nuevo cuño para entender el nuevo orden mundial. Un escenario donde lo digital lo está impregnando absolutamente todo a una velocidad de vértigo y donde la necesidad de alumbrar nuevos perfiles profesionales dotados de un nuevo catálogo de competencias es casi de obligado cumplimiento.
alta empleabilidad Deusto dibujó a conciencia esta realidad para Álava y el centro de Formación Profesional Egibide, resultante en 2012 de la fusión de Jesús Obrero y Diocesanas, se sumó a la aventura creando entre ambas el primer grado universitario de Industria Digital del Estado, apoyado en esta ocasión por entidades locales como la Diputación y la Fundación Vital, además de casi una treintena de empresas alavesas, entre ellas varias cooperativas. Asentado en las instalaciones que Egibide tiene en el barrio de Arriaga, el grado dual cumple estos días su primer semestre de vida con la presencia en sus aulas de 43 alumnos (39 chicos y cuatro chicas), un claustro de ocho profesores y unos niveles de empleabilidad previstos a la conclusión del grado que cuesta creer. Según sus impulsores, el 100% de los jóvenes que en los próximos tres o cuatro años concluyan su formación en el centro tendrán garantizado un puesto de trabajo, previsiblemente en la misma empresa en la cual habrán llevado a cabo las prácticas desde el segundo curso. Un llamativo gancho laboral viendo los tiempos que corren que a pesar del elevado coste de la matrícula -8.000 euros anuales- garantiza la continuidad de una segunda promoción al menos el año que viene. Y es que si ya en la primera hornada de 44 alumnos se quedaron fuera prácticamente la mitad de las solicitudes presentadas, para el curso 2019/2020 la sensación que se maneja en Deusto y Egibide es que vuelva a repetirse esta circunstancia. “Este modelo te hace estar más cerca que nunca de las empresas, que nos ayudan a marcar los itinerarios formativos para definir lo perfiles que necesitan”, sostiene el coordinador de la formación dual, Jon Vadillo, en la misma sala de prácticas que este proyecto universitario ha levantado a golpe de tecnología. A este lugar los alumnos lo han bautizado como Fábrica 4.0 y cuenta, entre otros dispositivos, con una revolucionaria línea de montaje a escala con seis estaciones en las que se pueden simular procesos reales vinculados a la robótica avanzada, la visión artificial o la logística inteligente.
La compañía SMC, con origen japonés y sede en Jundiz, es quien ha ejecutado tan singular artefacto, que en su conjunto se completa con diferentes versiones de robots colaborativos y otros dos cobots de mayor tamaño (ver fotos adjuntas) que en su día formaron parte de las líneas de montaje de Volkswagen en Landaben (Navarra) y Mercedes Benz en Ali Gobeo. “La idea del grado, con la excepción del primer año, es muy dinámica. A partir del segundo curso los alumnos realizan 20 horas en la empresa y 12 en la universidad, mientras que en el tercero ya pueden optar a un año en el extranjero con las empresas que colaboran con nosotros”, remarca Ainhoa Serna, compañera de Vadillo en la formacion dual, en este caso como profesora de las asignaturas Álgebra y Lógica y Base de datos.
De su experiencia y la del resto de profesores dependerá el desarrollo de habilidades relacionadas con la comprensión, la aplicación, el análisis, la síntesis y, sobre todo, la reflexión y la valoración. “Como educadora pongo en práctica la inteligencia emocional y la doctrina ignaciana. Las personas dan lo mejor de sí mismas si se las trata con apoyo y afecto verdaderos”, abunda Serna con una mirada cómplice hacia los tres alumnos que aparecen en este reportaje, “los verdaderos protagonistas”. Son Unai Gibello, Aitor López y Alejandro Jorge, tres perfiles distintos que encajan como un guante en este cubo de Rubic digital. Son la punta de lanza de una nueva generación laboral a pesar de la disparidad de sus edades y el itinerario formativo del que proceden. Les une la pasión por el futuro y una capacidad encomiable para impulsar una economía más colaborativa que, se espera, acabe redundando en la competitividad de las empresas.