Fangshan (China) -El Gobierno chino confirmó ayer los planes para reducir el enorme exceso de capacidad en su industria, un proceso que está comenzando en algunas regiones y que genera inquietud en los sectores más afectados, carbón y siderurgia, donde se prevén cerca de dos millones de despidos.

Conocido como el “almacén de carbón” de Pekín, en el distrito de Fangshan, al suroeste de la metrópolis, ya se perciben los primeros efectos del plan de remodelación industrial entre la población, que en gran medida vive de las minas existentes en la zona.

La mina Chang Gou Yu, a unos 60 kilómetros de la plaza de Tiananmen, aún opera con normalidad, y el trasiego de camiones que sacan carbón de su interior es incesante. Pero es sólo cuestión de semanas ya que, por orden de las autoridades, cerrará sus puertas a fin de mes.

Yang, quien prefiere identificarse por su apellido, trabaja transportando el carbón desde esa mina a Pekín, y, mientras aguarda a que sus compañeros carguen el vehículo, dice a Efe con pesar que “la principal consecuencia será el desempleo”.

Y es que, de los 1,8 millones de despidos que se prevén sólo entre los sectores del carbón y del acero, cerca de 1,3 millones procederán del primero, en parte de las más de 1.000 minas de carbón obsoletas que se van a clausurar este año, con el objetivo añadido de reducir la grave contaminación que aqueja a buena parte del país.

El transportista critica que esta explotación sea una de las afectadas, ya que defiende sin perder la calma que “produce carbón de calidad, poco dañino para el medio ambiente”. Uno de sus compañeros, Wei, se suma a la conversación con más nervio y, además de lamentar que con el cierre “vamos a perder nuestro trabajo”, se muestra descreído sobre los subsidios que promete el Gobierno. “Nosotros ni siquiera lo hemos recibido nunca [el subsidio] para la calefacción, debido a la corrupción”, asegura.

Así, el fondo de 100.000 millones de yuanes (13.800 millones de euros) para subsidios y reubicar a los despedidos por la reestructuración industrial que ayer recordó el primer ministro, Li Keqiang, durante la apertura de la sesión anual del Legislativo chino, suena aún a promesa lejana en Fangshan.

inestabilidad social “Yo no quiero que cierren las minas, entonces no tendremos qué quemar en invierno, y el carbón es mucho más barato que la electricidad”, manifiesta un vecino del distrito, Tian, quien lleva desempleado años.

Geoff Crothall, director de comunicación de la ONG China Labour Bulletin, alerta de que las “pérdidas de trabajo programadas llevarán a la agitación laboral, si no se dan las indemnizaciones contempladas por ley o la ayuda para la reintegración que les ha sido prometida”.

“En el caso de los sectores del carbón y del acero, el problema es peor por el hecho de que las empresas no tienen dinero para pagar a los trabajadores y tendrán que ser rescatadas por los gobiernos locales”, indica.

El primer ministro Li también se refirió ayer al problema que Crothall menciona, el de las llamadas empresas zombis, las firmas endeudadas y deficitarias que sobreviven únicamente gracias al apoyo de gobiernos locales, y sobre las que el primer ministro declaró que el Ejecutivo tomará medidas como las fusiones, reorganizaciones o liquidaciones.

El jefe del Gobierno aseguró que el proceso efectuará de forma “proactiva pero prudente”, cuando uno de los escenarios más temidos por el régimen es encontrarse con una situación de inestabilidad social inabordable al acometer las reformas.

No obstante, en los alrededores de las minas no todo son quejas, y algunos vecinos como Wang, guardia de profesión, alaba que éstas se vayan cerrando porque “así habrá menos contaminación.

La lucha contra la contaminación es uno de los principales objetivos de China, que por primera vez ha decidido imponer un límite al consumo de energía anual para el periodo 2016-2020, en su búsqueda por reducir el consumo de carbón y conseguir, tal y como dijo ayer Li Keqiang, un país “hermoso”.