LA dimisión de Guisasola al frente de MCC merece dos consideraciones esenciales para entender cómo se presenta el futuro del primer grupo empresarial vasco (3,2% del PIB). Llega, cuando menos, con tres meses de retraso porque su responsabilidad en la gestión de Fagor (2006-2012) era incuestionable y los primeros síntomas de problemas estructurales aparecieron pocos meses después de la compra de Brandt (marzo de 2005). En segundo lugar no se entiende muy bien qué se quiere decir con que ahora "se abre un periodo de reflexión", cuando han pasado tres meses de la quiebra del fabricante de electrodomésticos. La pregunta es: ¿qué han estado haciendo hasta ahora?
Toda actividad empresarial responsable y apreciada como tal, debe estar dirigida por profesionales que saben mirar al futuro sin desatender el día a día. Aristóteles decía: "el instante es la continuidad del tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro". Se trata, valga la metáfora, de ser un buen director de orquesta para combinar los acordes melódicos de los instrumentos de viento que solo emiten una nota en cada instante (medidas coyunturales como compras, ventas, empleo o beneficios) con los armónicos de la cuerda que permiten varias notas al mismo tiempo (inversión, formación, investigación, etc.).
Esta doble cualidad para armonizar, trasladada a la empresa cooperativa exige, junto a un alto grado de transparencia informativa interna, un mayor esfuerzo y profesionalidad porque convive y compite en una economía globalizada de libre mercado que, bajo el modelo neoliberal, es insensible a los problemas de empresas en dificultades y las abandona a su suerte. En el caso que nos ocupa, vistos los resultados, resulta evidente que muchas cosas se han hecho mal. Comenzando por la transparencia informática interna.
En efecto, cuando Fagor quedó inerme y abocada a la suspensión de pagos en octubre, los cooperativistas expresaron su impotencia y frustración con frases como "nos sentimos engañados"; "los responsables de esta situación son ahora los jefes de MCC y no dan la cara" (en referencia a Guisasola) o "tenemos miedo de quedarnos sin trabajo y además nos pidan dinero como socios". Evidenciaban la falta de información y eso que los problemas de Fagor ya existían en mayo de 2006, antes de que estallara la crisis internacional. Con estos precedentes caben otras dos preguntas: ¿Qué se ha hecho desde que los primeros síntomas apuntaban al desplome del sector inmobiliario? (clave para los electrodomésticos) y ¿por qué razón no se ha exigido más información?
La respuesta, como dice Bob Dylan, "está soplando al viento". Un viento que, en los últimos años, ha azotado huracanado e inhumano, destruyendo toda estructura empresarial débil que encontraba a su paso, pero también dejando la oportunidad de cambio y mejora para quienes saben armonizar el presente con el futuro, no para quienes aseguraban, en mayo de 2006, que "no se plantean el cierre de ningún centro productivo en el mundo, que en Mondragón no va a haber más recortes de empleos" y, que de haberlos, serán en el exterior y "no muy importantes", como es el caso del hoy dimitido Guisasola que, entonces, era responsable de Fagor.
Ahora, después de tantas oportunidades desaprovechadas, dicen que se abre un periodo de reflexión. Bienvenido, aunque sea con retraso porque, como dice el refrán: más vale tarde que nunca. Lo que hace falta es que la fase de meditación se realice con inteligencia, visión de futuro y con sentido de responsabilidad. Resulta irrebatible que el modelo de gestión desplegado desde 2006 ha sido incorrecto y, necesariamente, debe reemplazarse por otro que pueda competir en el mercado actual. Sería un error pretender sostener, contra viento y marea, una ideología del cooperativismo que ha demostrado estar obsoleta.
Si algo hemos aprendido en los últimos años es que el tiempo no espera. Desde hace un lustro estamos viendo como personas, empresas y países se adecuan a lo que será la 'sociedad post-crisis'. En este sentido, el mayor grupo vasco no puede eternizarse en su reflexión hacia el cambio porque, de lo contrario, verá cómo pasan por delante las oportunidades y la quiebra de Fagor o los problemas de Eroski solo serán la punta del iceberg de la crónica de una muerte anunciada.
Podemos decir más vale tarde que nunca, siempre que la reflexión sea positiva para rubricar con un nunca es tarde si la dicha es buena. De lo contrario, como dejó escrito Shakespeare: "Malgasté mi tiempo, ahora el tiempo me malgasta a mi" y?, añado yo, el de miles de personas.