Ea/Muxika. La crisis ha dejado en un segundo plano cuestiones relacionadas con el bienestar social o las condiciones de trabajo, y en muchos países ha diluido en el mar de las primeras necesidades de la economía cualquier impulso público a la sostenibilidad de los sistemas productivos. El protocolo de Kyoto ni está ni se le espera en la gestión de numerosos gobiernos. Es lo que ocurre en el Estado español con una de las directivas aprobadas por la UE en junio de 2010 como parte de los compromisos asumidos por Europa al firmar el documento verde que es la principal arma del planeta contra el cambio climático. El objetivo de la directiva es fomentar la eficiencia energética de los edificios de la Unión. Así, se establece que a partir del 1 de enero de 2019 los edificios públicos de nueva construcción sean de consumo de energía prácticamente nulo. Dos años después cualquier nueva construcción privada deberá atenerse al mismo criterio. Para avanzar hacia esos edificios verdes es necesario, entre otras cuestiones, diseñar circuitos de reaprovechamiento energético o fijar unos porcentajes mínimos de madera dentro de los elementos constructivos.

La madera absorbe CO2 y minimiza por tanto las emisiones a la atmósfera que son causantes del calentamiento global. También se trata de un material que minimiza las necesidades de uso de calefacción en invierno y aire acondicionado en verano. En su producción no hay grandes consumos energéticos. Tampoco se generan gases.

Potenciar el uso de la madera en contraposición al hormigón es clave según los expertos en la lucha contra el cambio climático debido a que el sector del ladrillo es el causante del 40% de las emisiones.

La normativa europea dejaba en manos de los gobiernos de los estados la posibilidad de adelantar plazos e incluso endurecer la normativa. Francia, sin ir más lejos, ha asumido ya la directiva. Ha establecido unos porcentajes de uso de madera que varían según el tipo de edificio y las nuevas construcciones públicas ya se diseñan bajo unos parámetros más ecológicos.

Siguiendo esos parámetros de arquitectura sostenible, Alemania prevé que el 20% de sus casas unifamiliares tengan estructura de madera a corto plazo. En países como Bélgica el porcentaje de casas de madera ha pasado del 5 al 15% en apenas cinco años. Y Francia ya ha superado el 5% desde la puesta en marcha de las medidas de impulso. En el Estado y la CAV el volumen es tan anecdótico que ni siquiera se contabiliza.