Jean-claude Trichet deja a finales en octubre formalmente, tras ocho años, la presidencia del Banco Central Europeo (BCE), dejando un legado que combina la ortodoxia "germana" de su política monetaria (siempre apostando por la fortalezadel euro) con el pragmatismo de su formación como ingeniero. El sustituto de Trichet, el italiano Mario Draghi, ex gobernador del Banco de Italia y considerado un ortodoxo en materia de política monetaria, que ha contado con el respaldo público de Berlín y París para acceder al cargo.
La crisis de las finanzas públicas y privadas de la eurozona, que él mismo ha calificado de "sistémica", ha empañado los últimos años de su mandato y puesto a prueba su capacidad para cimentar la recuperación económica del viejo continente.
Al optar por comprar deuda de países como España e Italia, Trichet trazó un cortafuegos para evitar el contagio de la debacle griega, pero dañó la independencia del BCE.
Esta decisión provocó la ira de los halcones de la ortodoxia monetaria, como el entonces primer economista del BCE, el alemán Jürgen Stark, que dejó su cargo de inmediato, y el ex gobernador del Bundesbank, Axel Weber.
Pese a su elegancia, forjada en las escuelas de la elite francesa, y a sus dotes comunicativas tras ocho años al frente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet perdió recientemente la compostura en público. "¡Impecable, impecable!", le respondió casi a gritos a un periodista que le preguntó por la actuación de la institución que preside y sobre el riesgo que corría el BCE de convertirse en un "banco malo" por adquirir deuda de países periféricos.
Así se despide Trichet -Premio Carlomagno al Europeísmo (2011), Persona del Año del Financial Times (2007) y Banquero Central del Año de Euromoney (2008)- con su mandato bajo cuestión por el alud de la crisis de las finanzas públicas y privadas de la eurozona, que él ha tildado de "sistémia".
Diplomado en Ingeniería y doctorado en Económicas, el banquero francés ha hecho gala desde 2003 de independencia frente a las presiones nacionales y de ortodoxia "germana" en política económica, pero su lucha contra la crisis le ha llevado a recurrir en último término al pragmatismo.
bonos y deuda "Creo que el BCE ha hecho todo lo que ha podido para cumplir con sus responsabilidades en circunstancias excepcionales", afirmó Trichet a principios de mes en una entrevista a un medio británico. Con estas palabras, el presidente saliente del BCE se refería a la criticada compra de bonos soberanos, principalmente de España e Italia, pero también a otras medidas temporales adoptadas para mejorar la situación financiera del atribulado sector bancario europeo.
La reactivación a mediados de agosto del programa que permitía al BCE adquirir deuda estatal, y que desde entonces ha encadenado diez compras semanales consecutivas por 165.000 millones de euros, fue una apuesta de Trichet.
Esta medida ha provocado una gran controversia y contentado a pocos: muchos de los economistas que alabaron la determinación con la que Trichet ha mantenido a raya la inflación critican ahora su heterodoxia, mientras que otros expertos creen que ha actuado demasiado tarde y con excesiva tibieza. Algunos analistas calificaron de inevitable la actuación y subrayaron las consecuencias negativas de una no intervención, mientras que otros enfatizaron la pérdida de independencia y credibilidad del BCE, así como la reducción de la presión sobre los países más endeudados para consolidar sus finanzas.
Jürgen Stark, exprimer economista del BCE y adalid de la ortodoxia "germana" y la estabilidad de precios, optó por abandonar la institución en septiembre para expresar su profundo descontento, aunque públicamente alegó "motivos personales". Meses antes, el máximo aspirante a suceder a Trichet, el entonces presidente del Banco Central de Alemania (Bundesbank), Axel Weber, otro halcón de la ortodoxia, se descartó como candidato por estar en contra de la compra de bonos soberanos.
precios y estancamiento En el otro extremo están aquellos que acusan al banquero francés de haber prestado demasiada atención a la estabilidad de precios, cuando en el contexto actual la compra de deuda apenas podría afectar a la inflación, y ha fomentado el estancamiento económico europeo y desbocado el desempleo.
Sin embargo, los defensores de Trichet argumentan que el aún presidente del BCE siempre ha tenido en mente su mandato de contener la inflación y que lo ha tratado de combinar con los necesarios estímulos para promover el crecimiento en la eurozona dentro de la estabilidad fiscal. Además, agregan, el presidente saliente del BCE ha vuelto a demostrar en los últimos meses su independencia frente a las presiones nacionales, como ya sucedió en 2004, cuando Alemania y Francia pidieron a la autoridad monetaria que redujese los tipos de interés, y no lo hizo.
profesionalidad O cuando en 2005, diez de los entonces doce miembros de la eurozona solicitaron a Trichet que no redujese los tipos de interés y él desoyó sus peticiones basándose en su criterio profesional. "No fue por casualidad (que el BCE logró mantener la estabilidad de precios en el pasado). Fue porque decidimos con frecuencia hacer cosas que no nos recomendaban los distintos gobiernos. Nuestra independencia es inflexible", argumentó Trichet, aún airado, al contestar al periodista que le hizo perder su compostura.
Trichet nació el 20 de diciembre de 1942 en la ciudad francesa de Lyon, en el seno de una familia de artistas y con orientación izquierdista. Tras estudiar ingeniería civil de minas, Trichet se diplomó en el Instituto de Estudios Políticos de París y se licenció en Ciencias Económicas en la Universidad de París, para acceder poco después a la Escuela Nacional de Administración, donde se forma la elite pública francesa.
En el año 1993 fue elegido Gobernador del Banco de Francia, al frente de cuya institución fue reelegido para un segundo mandato en 1999. Su paso por el Banco de Francia estuvo marcado por la ortodoxia y la defensa de un franco fuerte, pese de las presiones políticas de distinto signo. En virtud a un acuerdo verbal franco-alemán, Trichet accedió a la presidencia del BCE en noviembre de 2003 y por un período de ocho años, tras ser absuelto de su presunta responsabilidad en el maquillaje de las cuentas del entonces banco público Crédit Lyonnais.