Corren malos tiempos para lanzarse a la arena empresarial. Demasiada cautela -llámese miedo- para asomarse al abismo del emprendizaje cuando uno es poseedor de un empleo fijo o demasiada pereza para buscar una salida cuando uno se consume poco a poco en las listas del paro. Con una crisis galopante cuyo final nadie acierta a poner fecha, el emprendizaje entre las futuras generaciones como alternativa invita poco al optimismo. Y eso que los datos en Álava en cuanto al número de empresas creadas son relativamente satisfactorios. Según el servicio que a tal fin tiene la Cámara de Comercio, en este año se constituyeron 140 nuevas compañías en Álava, un 23,5% más que el ejercicio anterior, mientras que en Ajebask, una asociación de apoyo al joven emprendedor, el dato que maneja es similar al de 2009, cerca de 25 pymes. Pero así y todo, las expectativas en cuanto a emprendizaje no son buenas. España tiene una capacidad inferior a la media europea y ni si quiera los estudiantes de empresariales tienen en mente como opción vital abrir su propio negocio. Sin embargo, afortunadamente, algo está cambiando. Y convertirse en empresario hoy ya no es una cuestión carente de prestigio sino que su valoración empieza a ser ya una realidad que, aún y todo, dista todavía un mundo de convertirse en la gran alternativa laboral de las futuras generaciones, como ocurre sobre todo en los Estados Unidos, donde el 70% de los universitarios quiere montar su propia empresa. Bien porque lo ha mamado en su entorno familiar o bien porque convertirse en empresario es sinónimo de prestigio.

Algo está cambiando ¿Por qué aquí ocurre lo contrario?, ¿qué nos hace tan diferentes con respecto a las culturas anglosajonas? Podría decirse que en la actitud de sus sociedades está la respuesta. En el caso de la norteamericana, mucho más proactiva y valiente en la esfera emprendendora; en la occidental, más conservadora y temerosa. Esta realidad es evidente cuando se analiza el perfil de sus jóvenes ante la actual crisis, a priori una fuente inagotable de oportunidades que, sin embargo, en Álava y el resto del Estado provoca un pavoroso miedo al fracaso. Un freno que irremediablemente, y si no se ponen los medios adecuados, dará lugar en el futuro a una sociedad conformista y sin ambición. Una comunidad adormedia en su "sofá social", como describe Marc Vidal en su libro Contra la cultura del subsidio (ed. Gestión 2000), que corre el peligroso riesgo de alejarse de los retos. Si a este temor se le añaden las continuas zancadillas que desde hace años viene denunciando el colectivo de emprendedores -trabas administrativas, falta de experiencia y, sobre todo, problemas de financiación- la fotografía emprendedora es así de cruda.

Pero a pesar de ello, a pesar de este diagnóstico, la juventud alavesa continúa intentándolo. Los ocho protagonistas que DIARIO DE NOTICIAS ha reunido para ilustrar este reportaje son el ejemplo más claro de que hay esperanza más allá de oposiciones para la administración pública o empleos por cuenta ajena. Estos ocho casos son el resultado de un binomio inseparable forjado a base de una buena idea y mucho sacrificio. Ninguno de sus proyectos surgieron en una servilleta o en el fonfo de un garaje; nacieron por puro empeño, ambición y riesgo en una sociedad cuya juventud, sobre todo en tiempos de crisis, busca el efecto tranquilidad para dejar de preocuparse de por vida -de ahí la fiebre por convertirse en funcionarios- a pesar de contribuir a una comunidad con poco espíritu emprendedor y, por ende, poco espíritu crítico e innovador.

Pero algo está cambiando, de eso no hay duda. Al menos en la actitud de la parte más política. El Gobierno vasco, a través de la SPRI, organizó el pasado mes de octubre el I Foro Nacional del Emprendimiento, un escenario en el que anunció una partida de 9,2 millones de euros para 2011 en ayudas al emprendizaje. El Parlamento vasco, por su parte, ha iniciado los trámites para aprobar la primera ley de apoyo a los emprendedores, pequeñas empresas y autónomos, una propuesta que permitiría generar, según sus impulsores, 15.000 empleos en los próximos años.

Las ayudas, por tanto, son cada vez más numerosas, igual que el sorporte de las instituciones a la hora de pulir un proyecto, pero todo eso

(Sigue en la página 40)