Dos décadas después Álava vuelve a estar en la encrucijada. Su futuro económico y empresarial, una vez más, depende de un péndulo político que atenaza con lastrar su crecimiento. Es la misma historia que hace 20 años, cuando todo pasaba por la necesidad de ganar músculo financiero; por conformar una institución más sólida y rentable capaz de enfrentarse a un mercado cada vez más competitivo. Ese axioma que entonces surgió con fuerza retumba de nuevo hoy durante una etapa especialmente convulsa para la economía. Y entonces, como ahora, se hizo unánime el compromiso: Álava necesitaba una fusión.

A fecha de hoy, tras varios e infructuosos intentos, las tres cajas vascas continúan sin poder llevarla a cabo. El 18 de junio de 1990, sin embargo, Vitoria fue capaz de gestionar un problema similar cuando hermanó a la Caja Municipal y la Caja Provincial para crear la Caja Vital. De ese alumbramiento se cumplieron el pasado viernes 20 años. ¿Se dieron entonces las mismas condiciones para lograrlo que ahora? ¿Cuáles fueron las claves de aquél éxito? ¿Qué aportaron sus protagonistas...? Para responder a éstas y otras cuestiones DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha querido compartir recuerdos, sensaciones y anécdotas con algunos de los padres que impulsaron aquella gesta, un hito económico extraordinario gracias al cual Álava se ha hecho mayor.

caja municipal y caja provincial

¿Por qué triunfó la fusión?

Con la perspectiva que conceden dos décadas de trayectoria, aquella histórica fusión cobra hoy más importancia si cabe una vez vistos los problemas políticos que desde 2005 vienen sufriendo Vital, BBK y Kutxa para hacer lo propio. En 1990, en cambio, todos lograron ponerse de acuerdo en apenas 11 meses. ¿Por qué? "Porque hubo grandes dosis de generosidad por parte de las entidades fundadoras", recuerda hoy Francisco Allende, el que fuera primer presidente de la Caja con 30 años recién cumplidos. "La Diputación y el Ayuntamiento renunciaron a los nueve consejeros que cada una tenía en sus respectivos consejos de administración para quedarse con sólo dos en el nuevo consejo, perdiendo con ello el control de la Caja", añade.

Sin ese espíritu solidario y sin la mano izquierda que demostraron aquellos impulsores es más que probable que aquél proyecto, tarde o temprano, hubiera fracasado. Porque aquella "aventura", que la Federación de Cajas Vasco-Navarra y el informe McKinsey consideraron a finales de los 80 "imprescindible" para sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo, fue mucho más compleja que la que hoy se pretende.

Quienes participaron en ella recuerdan, por ejemplo, la existencia de una "agresividad comercial tremenda" y dos culturas financieras enfrentadas, la de la Municipal (fundada en 1850) y la de la Provincial (1918) que provocaban, a veces, situaciones tan dispares como la de dos hermanos trabajando uno frente al otro en cajas distintas. "Fue todo mucho más difícil que ahora. Los equipos directivos estaban muy enfrentados por la competencia que había, pero también se respetaban mucho más porque se conocía muy bien", sostiene Allende. Aquellos miedos a la fusión y sobre todo a la pérdida de cuota de poder pudieron vencerse una vez que todos asumieron el mismo mensaje. "Lo importante es que desde el principio se tuvo claro que aquella fusión lo que pretendía era aportar valor. Y eso se logró con generosidad y solidaridad, los pilares básicos sobre los que debe pivotar la gestión de cualquier caja", evoca Joseba Barrena, director general de la Vital desde 1999 y una de las personas que mejor conocen la casa.

A pesar de los traumas, que los hubo, y las presiones políticas, que también, la maquinaria para la integración pronto adquirió velocidad de crucero. Se venció el recelo político de personajes clave en aquella operación como el alcalde, José Ángel Cuerda, o el diputado general, Fernando Buesa; se unificó toda la plantilla sin apenas ajustes y también se reestructuró la red de sucursales: las que estaban juntas se unieron para conformar una oficina más amplia; y de las que estaban separadas se escogió el mejor local. Este proceso duró seis años. Y por su puesto se creó también un calendario de trabajo que arrancó el 16 de enero de 1989 con la firma del Protocolo de Fusión, siguió poco después con la creación de un comité de seguimiento y concluyó el 18 de junio de 1990, en el Palacio Escoriaza Esquível, con el nacimiento oficial de la Caja Vital. "Era, como ahora, una cuestión de tamaño; de ganar músculo financiero y concentrar los riesgos", recupera Allende, que a la pregunta de si en algún momento peligró la fusión, responde sin titubeos: "No. Había un convencimiento casi ciego de que esto tenía que salir". Y apunta en este sentido, con cierto aroma académico, las razones por las que actualmente intentos de fusión como los que se viven estos días continúan sin cuajar. "Una fusión se crispa cuando cobra importancia lo accesorio y en 1990 cualquier cuestión accesoria se aparcó por el bien del proyecto".

Aquella integración fue de manual. Hasta el punto de que al día siguiente, sin apenas contratiempos, todos los trabajadores y clientes ya operaban con un mismo sistema informático. "Los clientes se lo tomaron bien, con calma, y la Vital no se gastó ni una peseta en publicitar el acuerdo de fusión. La parte jurídica e informática se hizo a la vez y eso exigió un despliegue espectacular", señala con cierto orgullo Allende mientras recuerda el "compromiso" de los trabajadores de ambas cajas para que la fusión fuera un éxito. "Tengo claro que sin su compromiso personal y aportación profesional, la Caja no habría nacido".

hitos y fracasos

Aquel coche bomba...

Lo que hoy es Álava se debe, sin duda, al nacimiento de la hucha de los alaveses. Su desarrollo económico y empresarial en este tiempo no se entiende sin su presencia, que ha sido gobernada por cinco presidentes -"todos pusieron el interés de la Caja por delante del suyo personal", sostiene Barrena- y forma parte de la vida de la provincia. Hoy en día uno de cada dos préstamos en Álava los concede la Caja, pero hubo un tiempo en que el 85% de la cuota de mercado alavés era suya. "Las cosas se han hecho bien", insiste Barrena. "Hemos llevado a cabo una política de crecimiento muy ortodoxa, muy clásica, sin registrar los crecimientos antinaturales que ha vivido el sector", añade. El resultado hoy es que la Vital es una de las cinco cajas más capitalizadas del sistema y una de las más productivas y eficientes. Su prudencia, su forma "aburrida" de gestionar el negocio, la han librado de la enfermedad que en estos momentos tiene en jaque al sistema financiero: los riesgos mal calculados. Gracias a ello entre 1991 -año del primer balance de la Caja- y 2009 la entidad aumentó su balance en un 538%, casi cinco veces más que prácticamente con la misma plantilla que hace 20 años. A eso, hoy, se le llama eficiencia.

La historia de la entidad está jalonada de grandes éxitos pero también de algún que otro fracaso. María Jesús Aguirre, entonces teniente de alcalde en el Ayuntamiento, resalta la "gran preocupación" que la Obra Social siempre ha tenido con las políticas sociales, mientras que José Antonio Gordo, entonces consejero en la Provincial, liga el éxito del proyecto al equipo de profesionales con los que "históricamente siempre ha contado la casa". De esa cantera surgieron, por ejemplo, apuestas arriesgadas como la revolucionaria bajada en 1992 de los tipos de interés a menos del 10%, el apoyo a empresas de nuevo cuño como Gamesa, Euskaltel, Biharco y a otras con graves problemas financieros como Tubacex, a la que hubo que rescatar con 2.600 millones de pesetas para evitar su quiebra y la desaparición de 1.500 puestos de trabajo...

Pero también surgieron proyectos de futuro como la plataforma logística Arasur, el polígono 8 de Lakua, "germen del espectacular barrio que es hoy", recuerda el ex director general Juan Luis Arribas, la nueva sede de Salburua, la Fundación Mejora o el empeño, casi personal, de Gregorio Rojo: KREA, un centro de expresión contemporánea enfocado hacia la juventud, ubicado en el antiguo convento de las Clarisas en Betoño y que se prevé inaugurar en 2011.

Por el camino, sin embargo, también ha habido frustraciones. Por ahí se quedaron el proyecto para impulsar un Estadio 2, la edificación en el Sur de Vitoria o la propia fusión de las cajas vascas. Aunque de todos los sinsabores, sin ninguna duda, el trago más amargo fueron los 81 kilos de explosivo de ETA que en la madrugada del sábado 21 de septiembre de 2008 se llevaron por delante parte de la sede de Salburua. "Aquello fue lo más amargo de mi vida profesional. Lo vimos todo allí, a escasos metros. Aquél hongo de luz por encima de los árboles... Fue una noche eterna, sin embargo me quedo con la respuesta de la gente, que el lunes ya estaba operativa, y con las miles de muestras de cariño. Me quedo con todo eso y también con un detalle, un pequeño trozo de acero retorcido que acabó cerca de mi despacho y que hoy mantengo como recuerdo de aquella sinrazón", concluye Joseba Barrena.