Entre los viñedos de la Borgoña se invocan los placeres de la vida, los brindis al sol, las sobremesas que se estiran por nada, las risas que resuenan en medio de una tarde de verano, la música ligera que alegra los pies, los recuerdos que hablan de nostalgia, la contemplación de los buenos momentos… Eso es lo idílico, lo que hacen los humanos, la gente.

Julien Bernard, ciclista de la tierra, recibió abrazos, el beso de su mujer y la sonrisa de su hijo en medio del alborozo de los vecinos y aficionados que le esperaron durante el recorrido para agasajarle en casa, en sus dominios. Se paró el tiempo para él. Unos instantes. El infinito. La crono era una fiesta para Bernard. La ganó aunque no fue primero. Viva la vida. Vive le Tour.

Cerca de esa idea, pero en otra dimensión, todo desemboca en la ciencia ficción, en tratar de descubrir el futuro, de adelantarlo y de contarlo a través de sucesos extraordinarios, fábulas mágicas y el big data.

Los cascos de astronauta, los buzos que son el pellejo textil de la modernidad, las bicis con carenado como motos de carreras, los sillines deformes y los calcetines aerodinámicos se unen para arañar el tiempo, para combatir la caída implacable de las manecillas. En ese no lugar, donde convergen espacio y tiempo, chocaron las estrellas. 

Tadej Pogacar, de amarillo líder, el arcoíris de Remco Evenepoel y el renacido Jonas Vingegaard. Fusión nuclear en un recorrido de 25,3 kilómetros y un repecho al 6%, que servía para apretar aún más la confluencia de energías. En ese cruce se intercaló el viejo campeón, Primoz Roglic. Una concentración de estrellas.

Extraordinario Evenepoel

La alineación de los planetas. El universo ciclista en un punto. Como el dedo de la creación. En esa explosión Evenepoel, el mejor de la modalidad, trazó el arcoíris desde Nuits Saint-Georges hasta Gevrey-Chambertin. Siempre con el mejor registro, perfecta la aerodinámica. Un puño de músculos horadando el espacio tiempo.

Evenepoel, tras su victoria. Efe

Sideral su crono desde el amanecer hasta el ocaso. Acompasado, fuerte, dinámico, paró el reloj en 28:52. Supersónico, a 52,5 kilómetros por hora de velocidad media.

Ese registro le concedió la gloria y rascarle 12 segundos al líder Pogacar, el segundo en una contrarreloj estupenda que se adaptaba al belga mejor que a nadie.

El esloveno, excelso, frenó el golpe. Motivos para sonreír. Concedió una docena de segundos en el escenario ideal para Evenepoel. Ambos salieron satisfechos.

Esa misma sensación impregnó a Roglic, muy sólido, el mejor de todos en el segundo tramo. El esloveno se dejó 34 segundos respecto al belga al final, pero evidenció que no se le puede descartar. Apenas una veintena con el líder. En ese carrusel de igualdad, Vingegaard penalizó apenas tres chasquidos más. El doble campeón del Tour respira. Se mantiene en pie.

Vingegaard, en pie

Está obligado a atacar más adelante, pero frente al mejor Evenepoel, en su hábitat, y al Pogacar más dominante, no se resquebrajó. De ahí que ni el belga ni el esloveno mostraran euforia. Era un día señalado para desnudar al danés, que tras la caída de la Itzulia asomó con dudas. El hecho de que no esté descartado genera inquietud en Pogacar. 

Evenepoel, consciente de que probablemente en las altas montañas de la tercera semana sufrirá, dijo que su objetivo es el podio. El Tour vive y respira jovial. Se concentra.

El líder, Pogacar, se refresca tras la crono. Efe

Pogacar tiene la ventaja

Manda Pogacar, con 33 segundos sobre Evenepoel, 1:15 respecto a Vingegaard y 1:36 con Roglic. Ayuso, que flojeó, y Carlos Rodríguez, sólido, están por encima de los dos minutos. Mikel Landa, relajado en una modalidad que le es ajena, se fijó en la octava plaza de la general. Pello Bilbao, el mejor vasco, fue 18ª en la crono

Las cronos exigen lo máximo, lo atávico, lo inhumano y lo nuclear para alcanzar el más allá. Confluyen los adentros, el alma, el tuétano y el esfuerzo agónico agónico. La tortura.

La búsqueda de una posición imposible, antinatural, el sacrificio y la entrega por la aerodinámica, por el cúmulo de datos que dicen que es lo mejor para el rendimiento, que estruja los cuerpos, que los moldea: estirados, hieráticos, compactos. La geometría de lo imposible. Un ejercicio supremo de incomodidad.

Contorsionistas a pedales. Ciclistas que comprimen el tiempo cuando el Tour es como esos relojes blandos de Dalí que se estiran en una distopía. Por un lado, los elegidos, los Neo de Matrix, los que liberan el Tour de la realidad y lo empujan al mundo de los sueños, donde el Tour vive su fábula.

Un examen contra el reloj es una radiografía, una mesa de autopsias en la soledad, un monólogo interior con el zumbido de la rueda lenticular y la presión del dolor. Un espejo donde se reflejan los rostros de narices chatas y sin marco, perdido. George Orwell y 1984. El Gran Hermano observándolo todo.

El reloj, el tiempo, es el único instrumento capaz de examinar los recovecos del ser humano. No hay forense más certero e implacable. El tiempo es finito. Lo más preciado. 

Se lo disputaron segundo a segundo los mejores del Tour en el péndulo del reloj. Metrónomos. Humanoides, quién sabe. Seres venidos del futuro que doblan el tiempo, que lo empuñan y lo encogen que lo moldean como plastilina.

Jonas Vingegaard rueda durante la crono. Efe

Una crono muy disputada

Nadie como el niño maravilla cuando se trata de jugar con el tiempo, de dominarlo. Evenepoel ofreció lo mejor de su repertorio. Reloj de oro el suyo. Pogacar, el esloveno volador, demostró su capacidad para el vuelo. Sigue en la azotea del Tour. 

Perdió algo, un ramo, con el belga, pero cargó 25 segundos sobre Vingegaard, su némesis, el hombre que le laminó en Combloux el pasado Tour tras una crono lisérgica del danés.

Se quitó una carga de encima, un mal recuerdo el esloveno, aunque no pareció hundir a Vingegaard, que viene de las tinieblas. El Tour aún le ilumina.

Por eso, el duelo entre ambos parece más un empate aunque la ventaja pertenezca al esloveno. Al mejor Pogacar aún le contesta el danés, que padeció en el último tramo. Estuvieron emparejados hasta mitad del recorrido.

Aún no está perfecto, pero cada vez se le aprecia más filo. Se está poniendo en hora, pero su reloj marca retraso. El del belga marcó la hora exacta. Pide paso. Evenepoel presiona a Pogacar.