En el imaginario colectivo de Euskal Herria, la visión de Roberto Laiseka, vencedor en Luz Ardiden, supone un hito. Laiseka, el ciclista del pueblo, conquistando una de las cimas legendarias del Tour, representando al equipo del pueblo: el Euskaltel-Euskadi.
Aquel 22 de julio de 2001, que nació en Tarbes y finalizó 141 kilómetros después en fiesta tras doblegar Aspin y Tourmalet, fue un día marcado en naranja. Todo era de ese color. La marea naranja había cubierto la montaña. Las laderas eran vascas. Laiseka se impuso el año del debut en el Tour del equipo de casa. Laiseka tomó Luz Ardiden. La victoria soñada.
Una conquista formidable, extraordinaria por su impacto, directa al corazón y a la piel. Su mayor logro. Le cambió la vida para siempre, enorme la huella. “No pude elegir si me la cambiaba o no. Me la cambió y punto. Todo el mundo me recuerda por aquel día, todo el mundo sabe dónde y qué estaba haciendo mientras yo ganaba. Fíjate que voy por ahí y aún me piden autógrafos”, dice Laiseka de un día que representaba como ninguno la constatación del deseo de una afición entregada.
“Ha ganado las tres etapas más importantes en el historial del Euskaltel. Pero la de ayer fue la mejor: Esto es como ganar unos JJ.OO.. Llevamos todo el año Pirineos arriba, Pirineos abajo. Hablando de ellos, entrenándolos mucho. Y vamos al final, y metemos el gol”, dijo sobre aquel logro, glorioso. Concluido el Tourmalet, restaba Luz Ardiden. El grupo de favoritos y Laiseka alcanzaron a Moncoutié y Aerts; luego a Belli. Atacó Laiseka cuando restaban 11 kilómetros. Armstrong había anudado el Tour que pretendía Ullrich. Laiseka sólo temía un arranque del plenipotenciario Armstrong.
Un minuto le separaba de la ambición del líder, que amainó, y Laiseka, puro frenesí, perfil de hilo el suyo, se encumbró. La victoria más formidable del Euskaltel-Euskadi. Perdurará en la memoria. Laiseka estuvo apostado en la cuneta de la montaña que celebró 10 años antes con su cuadrilla. Tenía la intención de animar a Lejarreta, de asomarse a la victoria de Indurain en Luz Ardiden.
“Me acuerdo como si fuera hoy”, relata él mismo: “Traje una cámara fotográfica de esas alargadas. Pero dentro de la bolsa se abrió un yogur y me quedé sin cámara. No pude sacar ni una foto”, desgranó entonces. Genio y figura. La pasión de Laiseka abre las puertas del cielo en Luz Ardiden.