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Omar Fraile: "Me marcho feliz, he conseguido mucho más de lo que había imaginado"

Omar Fraile cierra el libro de su carrera profesional en la élite del ciclismo con las sensación de haber vivido una gran aventura y con victorias en el Tour y el Giro

Aunque la literatura, el cine y la vida subrayan la tristeza de las retiradas, en Omar Fraile (Santurtzi, 1990), más que la melancolía y la pesadumbre se intuye la celebración, el goce y el festejo de haber vivido una carrera plena, con indudables éxitos y tiempos más duros.

Se baja de la bici el vizcaino con la sensación de que ha sido un privilegiado que ha podido cumplir sus sueños y la certeza de que desea disfrutar de una nueva vida junto a su familia.

Disputó su última carrera el pasado domingo, en la París-Tours. 

—Tenía claro que era el momento de retirarme, pero sí es verdad que a medida que llegaba el final de la carrera sentía algo raro. Después de Burgos me lesioné y pensaba que iba a ser la última carrera. Finalmente superé la lesión y pude correr la París-Tours. Quería dejarlo sobre la bici. Cada kilómetro que pasaba iba pensando que se acercaba al final. 

¿Cómo vivió ese último baile? 

—Fue muy bonito. El pasillo de honor, recibir un montón de mensajes, fue un día muy emocionante. De hecho, cuando llegué al autobús, después de la carrera, todos los compañeros y el staff me felicitó… Fue emocionante porque quieras o no ha sido mi vida. Me emocioné mucho y alguna lágrima se me cayó. Además, mi mujer me mandó un vídeo súper chulo de los últimos años. Tenía muchas ganas de que llegara el final, pero tienes esa sensación de que se acaba un modo de vida. Iba un poco nervioso porque fue una carrera muy complicada, había mucha tensión y también me fui al suelo. Me di un pequeño golpe en la cara. Tuve esa sensación de miedo, de tensión, porque después de la lesión tampoco estaba en mi mejor momento. No había tenido tiempo suficiente de afinar del todo. Sufrí bastante, pero tenía el objetivo de acabar como fuera. Me quedé solo, con algún que otro descolgado a falta de 60 kilómetros para meta, y fui para delante. Iba con esa sensación de que esto se acaba y pensando un poco en lo vivido en el ciclismo. En otro momento de mi carrera hubiera sido una clásica que me hubiese gustado disputar.

¿Entiende que ha tenido una vida plena en el ciclismo? 

—Sí, no me quejo. No sé si podría haber hecho más o menos, pero he hecho lo que mi cabeza y mi cuerpo han podido. Estoy orgulloso de lo que he hecho. Cada victoria, cada carrera y cada derrota tienen un aprendizaje y creo que me han servido. Me marcho feliz, he conseguido mucho más de lo que me había imaginado. He entrenado mucho y me lo he pasado bien en muchos momentos y también he sufrido, pero tengo claro que he tenido una carrera plena. No he tenido lesiones graves, apenas una fractura de clavícula que no me tuve que operar… nada importante. Además, poder elegir cuándo y cómo me retiraba era muy importante para mí. Retirarte en el WorldTour, en el Ineos, tiene mucha importancia. ¿Podría haber seguido? Posiblemente hubiera conseguido un contrato de uno o dos años más, pero creo que había llegado mi momento psicológico y físico. 

Cuando debutó, ¿pensó en una carrera así?

—No. Qué va. Cuando lo miro con perspectiva y lo hablo con mis aitas, pienso, quién nos lo iba a decir. Esto era impensable. Ya el hecho de ser ciclistas profesional me pareció un sueño y todo lo que ha venido después era inimaginable para mí. Estar tantos años, haber ganado etapas en el Tour, en el Giro, en la Itzulia, no estaba ni en mis mejores sueños.

¿Con qué se queda de su andadura?

—Podría decir que con los buenos momentos, que esos son fácil disfrutarlos, pero me quedo con los malos. De los malos, sobre todo, aprendes. Te enseña a saber saborear y disfrutar los buenos. Eres consciente de lo mucho que cuesta tener buenos momentos. 

¿Cuándo tuvo claro que debía retirarse?

—Los últimos cuatro años de mi carrera deportiva no han sido los mejores. Creo que he pasado momentos muy malos. Hace cuatro años tuve un bajón psicológico muy importante, del que me costó mucho recuperarme. Me costaba mucho entrenar y cualquier cosa. Al final, con la ayuda de mi familia y mis amigos, conseguí darle la vuelta a la situación. En 2023 me sentí de nuevo ciclista. Ganar una etapa en la Vuelta a Andalucía, volver a rendir a buen nivel y estar en el equipo del Tour me hizo sentirme ciclista y recuperado. En el momento en el que sentí que me había recuperado tanto mental como físicamente, decidí que el siguiente sería mi último contrato. Firmé dos años con opciones a un tercero, pero siempre que me sentiría con ganas. Hace dos años tomé la decisión. Cuando empezó este año recuerdo que igual tenía alguna duda, pero en cuanto empecé a competir sentí que este debía ser mi último año. Que hasta aquí hemos llegado. 

¿Qué es lo que más influyó para dejarlo?

—Para mí, el hecho de no poder pasar tiempo con mi familia. Mis hijos están creciendo, son pequeños, y estar con ellos es una parte súper importante. Veía que cada vez me costaba más salir a entrenar, no solo el hecho de viajar para competir. Me levantaba y a menudo desayunaba con mi familia y solo la perspectiva de ir a entrenar se me hacía dura. Cuando tenía que correr, hacía vídeo llamadas desde el hotel en el que estuviéramos y cada vez les echaba más de menos. Si a eso le sumas el rendimiento físico y mental que exige el ciclismo hoy en día...

El sacrificio que exige ser ciclista.

—Sí, son 24 horas al día y los 7 días de la semana. A mí, por ejemplo, me gusta jugar con mis hijos, estar en los columpios. Al final, eso que haces extra no te deja recuperar del todo el organismo para la competición y, quieras o no, se nota en el rendimiento. Si a eso le sumas que tienes también 35 años, todo va en la misma dirección. En el ciclismo de la actualidad te tienes que sacrificar en cuerpo y alma, no hay otra. Prioricé estar con mi familia. 

En todo este tiempo, del debut en el Caja Rural al cierre en el Ineos, ¿ha cambiado mucho el ciclismo?

—Ha cambiado 100%. Para mí ha ido a peor, mucho peor. En otra clase de ciclismo igual hubiera aguantando algo más, pero en el actual ciclismo no lo veía. No me gusta en qué se está convirtiendo el actual ciclismo y creo que a muchos, tampoco. Creo que a medio y largo plazo esta forma de vivir el ciclismo va a pasar mucha factura. Es inviable mantener este ritmo. Se ve que al final de la campaña nadie tiene chispa y eso, cuando se vayan acumulando los años, se va a ver mucho más.

¿Ha cambiado el ciclismo para mal?

—Se va mucho más rápido, el desgaste físico es mucho mayor, cada vez se pasan más días fuera de casa entre competiciones, entrenamientos en altura, concentraciones, mucho recon... Eso implica que un corredor top hace fuera de casa 200 días o más. Eso hace que psicológicamente sea muy duro. El pasado fin de semana, Castroviejo y yo hemos estado hablando con corredores de nuestro equipo, que son veinteañeros y nos preguntaban: ¿Cómo los veis? Para mí va a ser difícil que podáis aguantar tantísimos años. Gente que lleva cuatro años corriendo no saben si serán capaces de soportar diez años más. Eso habla del desgaste que hay. Yo con 24 años no estaba quemado. A esa edad me quería comer el mundo. No había sido ciclista todavía. Estaba en la nube de ser profesional. Ahora, con 24 años, hay chavales que ya están quemados por ese nivel de exigencia.

Se le nota muy crítico con la deriva que ha tomado el ciclismo.

—Tengo la impresión de que va a haber mucho juguete roto. Que hay espectáculo, sí; ¿pero a qué precio? Si tú buscas ser persona, ese no es el camino. Estos chavales, muchos de ellos, han sacrificado su vida, sus estudios, todo, por ser profesionales. Un año van a empezar a andar, se van a encontrar con mucho dinero y van empezar a llevar una vida que no es la que tienes que llevar, porque con 18 o 20 años, lo normal es que se te vaya de las manos. Y para cuando te des cuenta vendrá otro por abajo que ande lo mismo o más y de repente los contratos van a bajar y te vas a encontrar que con 22 años no estás rindiendo y muchos chavales serán totalmente prescindibles. Los equipos no van a tener paciencia. En el momento en que bajes el rendimiento un 1% vas fuera. Eres solo un número y viene otro. Antes existía más paciencia, incluso el ambiente era mucho más familiar, menos frío. Pasas de ser persona a ser un número. Los equipos funcionan como empresas. 

¿Entiende que este ciclismo es una picadora de carne?

—Sí, sí.

¿Qué le ha enseñado el ciclismo?

—Entre otras cosas, a tener respeto. Tanto a las personas como a ti mismo. No soy la misma persona de hace cuatro o cinco años porque vas aprendiendo. Aprendes a valorar muchos las cosas. Somos unos privilegiados. Esa es la realidad. Puedo disfrutar de ciertas cosas gracias a haber sido ciclista profesional. 

¿Cree que viven en una burbuja?

—Sí. Claramente. Yo todavía no soy consciente del todo. Tengo 35 años, pongo los pies en el suelo y la vida continúa. Evidentemente me espera otra realidad. 

¿Ha pensado ya en el Omar ciudadano?

—Sí. Vas dibujando lo que vas a hacer en el futuro. He tenido tiempo para ello. De momento necesito coger aire y parar. Tener tiempo para aburrirme. Tengo que descansar y recuperar del todo el cuerpo. Estaré un año un poco viendo dónde quiero estar. Joseba Beloki me dio un buen consejo, me dijo que no tuviera prisa en coger lo primero que me saliese. No hay que coger la primera oportunidad que te salga por la necesidad de cogerla porque hayas acabado una etapa. Tengo claro que toda mi vida va a cambiar pero, por suerte, no tengo una preocupación excesiva de cara al futuro. 

¿Seguirá vinculado al ciclismo?

—He acabado fatigado del ciclismo. A día de hoy no quiero seguir en el mundo del ciclismo.

¿Se le han quitado las ganas de viajar tras media vida entre hoteles, aviones, bicis y competiciones?

—Si digo la verdad, tengo más ganas que nunca. Por dos motivos: porque cuando compites, en realidad no ves nada y siempre vas con la bici a cuestas. Incluso cuando me he ido de vacaciones con la familia llevaba la bici. Y cuando no la llevabas, siempre tenías la bici en la cabeza. Ahora la perspectiva es otra. Se trata de dejar de pensar como un ciclista. 

Se van usted y Castroviejo. La generación de los hijos del Euskaltel-Euskadi se va apagando…

—Hemos visto que en los dos últimos años nos hemos retirado media generación de aquella y el año que viene creo que se retirarán los que faltan. La generación esa de entre el 1987 y 1992, vamos todos hacia el final. 

Ha ganado una etapa en el Tour, otra en el Giro, también en la Itzulia. ¿Con qué victoria se queda?

—La más especial es la que conseguí en el Tour, en Mende. Fue la victoria que me lo ha dado todo. Pero también tengo un especial cariño a la victoria de etapa en la Vuelta a Andalucía. Fue en una carrera pequeñita, pero para mí, esa victoria significó mucho. Una victoria del Tour, cuando estás bien, y tienes las piernas y todo te sale fácil, la ves factible, al igual que en el Giro. Pero cuando ganas después de haber pasado tantos problemas, es una victoria que tiene mucho calado emocional. Algo así como una liberación. Con 33 años para mí significó mucho. Me sentí ciclista de nuevo tras mucho tiempo estando mal. 

¿Qué corredor es el que más le ha sorprendido en este tiempo?

—Para mí Peter Sagan ha marcado nuestra generación. Le dio otra dimensión al ciclismo. También Valverde ha sido un ciclista que me ha impresionado y pude correr con él en el Mundial que ganó. Y en cuanto a los de ahora, lo que está haciendo Tadej Pogacar, no es que sea sorprendente, es lo siguiente. A estas alturas él lucha contra la historia, no contra el resto de ciclistas. 

¿Le gustaría que sus hijos fueran ciclistas profesionales?

—Creo que no. No querría esa vida para ellos. El ciclismo hoy en día es muy duro. Si quieren, les apoyaré pero no se lo recomendaré. Ser ciclista profesional conlleva muchos sacrificios y si bien es cierto que a mí me ha ido bien, poder llegar al WorldTour es muy difícil. 

¿Se ha sentido querido por la afición?

—Sí. Mucho. Me he sentido súper querido. Allí adonde he ido siempre he notado ese calor y ese respeto. En ese aspecto tengo mucho que agradecer a la afición.