Antes de que los jóvenes fenómenos derribaran la lógica del ciclismo y revolucionaran el orden establecido con su formidable impacto, el Mundial sub’23 era un escaparate para intuir a futuros ciclistas con opciones de tener cierta biografía en el profesionalismo. Era asomarse a la barandilla y observar los dorsales aficionados del porvenir. Se les miraba tratando de descubrir si crecerían con suficiente fuerza para alcanzar la élite.

Los equipos de la aristocracia les escrutaban con lupa de varios aumentos y decidían si les interesaban. Ese tiempo se marchitó. Apenas existe aquella cultura, sometida por las prisas, la voracidad y las ansias. Al galope el ciclismo, desbocado, urgente y apresurado, las grandes estructuras se adelantan cada vez más y nadie espera.

La paciencia se agota. Los juveniles son el nuevo caladero. Los sub’23 parecen ciclistas ajados, avejentados, en la fiebre de la búsqueda del siguiente astro adolescente. Los que no han adquirido el rango profesional parecen no servir porque se impone el relato de ciclistas atómicos como Pogacar, Evenepoel o Ayuso.

Ciclistas superlativos, sí, pero excepcionales. En ese nuevo ecosistema, en el Mundial sub’23 compiten ciclistas del WorldTour. La edad lo permite. Son jóvenes, pero tal vez no tenga demasiado sentido que competidores de ese nivel, se midan con otros muchachos que no se encuentren en esa sintonía.

Imperial Iván Romeo

Iván Romeo, 21 años, cumple su segundo curso en el Movistar. Es el nuevo campeón del Mundo contrarreloj sub’23 tras una exhibición portentosa. Colosal. El vallisoletano saltó la banca con un final estratosférico en un trazado que unía Gossau con Zúrich en 29,9 kilómetros, mojado el circuito para los pioneros y seco después.

Romeo rueda durante la crono en Suiza. RFEC

Fue el de Romeo, apabullante, un triunfo inesperado por la estatura de los rivales, entre los que sobresalía el poder intimidador de Segaert, que no pudo pisar el podio, desplomado el físico en los últimos kilómetros. “He guardado todo para el llano”, dijo Romeo con la sonrisa colgada del rostro tras su mejor victoria.

Entronizado después de esperar en la silla de resultados cómo caían en la impotencia todos sus rivales. Imperial, Romeo fijó un crono de 36:42. Un registro sideral. Inaccesible para el resto. El sueco Jakob Söderqvist, plata, se quedó a 32 segundos del español. Jan Christen, medalla de bronce, perdió 41 segundos. Un mundo. Nadie se le aproximó.

10 días entrenando en el circuito

“Quizás para algunos esto sea una sorpresa. Poca gente sabe lo que he trabajo para lograr esto. He estado durante diez días aquí entrenando y conociendo el recorrido. Llevo soñándolo lo dos últimos meses. Era uno de los objetivos de la temporada”, expuso Romeo.

Cumplió Romeo el plan punto por punto. Lo bordó con la mente serena y las piernas ardientes. Su gestión de la carrera fue magnífica. Contemporizó hasta que se desató con todo su caballaje en un desenlace abrumador. Imparable.

Deslumbrante Romeo, que conocía cada pulgada del recorrido. Lo repasó durante días junto a su padre. Hicieron un tándem para subir al arcoíris. La estrategia perfecta. Ahorró todo el gas para el descorche final, burbujeante, chispeante.

Su último tramó sombreó al resto. Donde los otros mostraron las arrugas y el gesto de la fatiga, el rostro de Romeo deletreaba una sonrisa de campeón.

“Creía que alguno me iba a batir, sobre todo porque quedaba Segaert. En el último tramo no sabía que iba a tener tanta fuerza, pero mis últimos kilómetros han sido buenísimos. He empujado por mí y por mi familia a tope. Es uno de los días más felices de mi vida”, argumentó Romeo después de subirse al trono dorado.

Completó Romeo una crono de oro para vestirse con el arcoíris que hace 25 años lució José Iván Gutiérrez. Romeo, lisérgica su propuesta, dominó en una lucha repleta de ciclistas extraordinarios por el planteamiento del ciclismo moderno.

Conviene observar en qué se ha convertido la categoría. La plata fue para Jakob Söderqvist. El sueco pertenece al filial del Lidl. El podio lo cerró Jan Christen, el suizo del UAE. El cuarto, Alec Segaert, el gran favorito, tres veces campeón de Europa de la especialidad, rueda en el Lotto. Al igual que Robin Orins. Darren Rafferty, el siguiente en la crono, pertenece al Education First.

Markel Beloki, 35º

El alemán Niklas Behrens es otra de las perlas del filial del Lidl. Artem Shmidt ha accedido al Ineos en agosto. Isaac del Toro, mexicano, tiene 20 años. Respira en el UAE, el mejor equipo de la máxima categoría. Cuenta dos victorias en la élite.

En la misma escuadra empuja Christen, 20 años, suizo. Otro vencedor de dos pruebas. Le conocen muy bien en la prueba de Villafranca de Ordizia. La conquistó en julio.

Esos muchachos, entre otros, se encontraron en el Mundial de crono. Markel Beloki, apenas 19 años, fichó por el Education First. También estaba en la opulenta Suiza como otro representante del ciclismo que todo lo fagocita.

El gasteiztarra, la otra elección para la crono de la selección española, firmó una crono muy discreta y solo pudo ser 35º en meta. La alegría y la euforia se la quedó un histórico Iván Romeo, que se hizo de oro en Suiza.