¿La escalada más difícil de los Pou? Eneko e Iker arrancan así la nota de prensa enviada a los medios sobre su última ascensión. Ellos lo tienen claro. Así ha sido. Una ruta complicada. Mucho. De dificultad extrema. Tanto que sin lugar a dudas la han catalogado como la más complicada de su carrera.
Los dos alpinistas gasteiztarras, junto a su compañero peruano Micher Quito, han completado lo que definen como "nuestra mejor apertura de alpinismo hasta la fecha", una de "las más importantes" de su carrera. Una gesta desarrollada en la Cordillera Blanca, en Perú, que puede suponer su escalada "más difícil".
Los tres alpinistas inauguran tras cuatro días consecutivos de actividad una nueva ruta a la que han llamado “Puro Floro” en la cara sureste del Copa de 6190 m.
Iker, Eneko y Micher han completado esta complicada vía en estilo alpino: sin cuerdas fijas, sin oxígeno, sin apoyo exterior y en total autonomía, "la manera más elegante de ascender una montaña".
"Ha sido algo genial, difícil, duro y comprometido, y lo cierto es que hemos acabado exhaustos, pero, en todo caso, una aventura magnífica"
"Ha sido algo genial, difícil, duro y comprometido, y lo cierto es que hemos acabado exhaustos, pero, en todo caso, una aventura magnífica. Hemos escalado con anterioridad rutas de mucha envergadura en esta misma cordillera como fueron “One Push” al Pumahuacanca de 5563 m o “Ya Pe Cholo” al Ranrapalca de 6164 m, pero la cantidad de largos difíciles, los dos vivacs durante el ascenso y la altura de esta montaña, hacen de esta apertura algo muy especial”, comentaron los escaladores alaveses.
Sin dormir nada
Los protagonistas de esta espectacular gesta en alta montaña relatan las dificultades y condiciones extremas sufridas durante esta complicadísima y técnica ascensión en la que casi no han gozado de descanso. "No hemos dormido prácticamente nada".
"El primer día aproximamos en dos horas hasta el campo morrena, al lado del glaciar, a una altura cercana a los 5000 m. Allí dormimos en dos tiendas. En la primera lo hicimos nosotros, mientras en la segunda lo hacían nuestros compañeros peruanos Micher Quito y el cámara de la expedición Alexander Estrada", comenta Eneko.
La segunda de las cuatro jornadas arrancaron de madrugada. A las 4.20 horas partieron hacia lo desconocido. Mientras Alex se quedaba en el campo de altura, los tres alpinistas comenzaban la ruta. Por delante tenían 1.200 metros de desnivel llenos de incógnitas por resolver.
Con un cielo estrellado y la luz de las linternas frontales alumbraando el camino, los Pou junto a Quito comenzaron la ascensión. Dos horas después, y con el inicio del amanecer sobre sus cabezas, comenzaban la escalada de la vía. "Una pared imponente de 1.000 m de roca, nieve y hielo se cernía sobre nosotros. Avanzamos rápido los primeros 200 m sobre palas de nieve inclinadas, pero a partir de ahí nos ralentizamos sobre un terreno mixto difícil de piolets y crampones. Nos vamos turnando en cabeza cada vez que el responsable de cada tramo da signos de cansancio", comenta Eneko.
Zonas difíciles y desplomadas
Los alpinistas van superando poco a poco y con mucho cuidado "zonas difíciles y desplomadas" hasta que a las 16.30 horas, y después de doce horas de actividad ininterrumpida, encuentran una pequeña repisa en la que vivaquear.
"La pared es tan vertical que no hemos visto otra en todo el camino… A las 18:00 es totalmente de noche, y hemos tenido el tiempo justo para acondicionar tres lugares en los que dormir medio sentados, y comenzar a derretir agua para poder preparar los sobres liofilizados e hidratarnos. Discurre más de hora y media hasta que completamos esta tarea y nos podemos echar a descansar. Lo hacemos con el arnés puesto y enganchados con las cuerdas a la roca. Estamos a 5.640 m y cualquier movimiento desafortunado daría con nuestros huesos 400 m más abajo…", desvelan sobre los peligros de su aventura.
"No dormimos prácticamente nada: Estábamos muy incómodos, con muy poco espacio, con el precipicio justo al lado, y los sacos de tan finos- para poder aligerar y ser capaces de mover por nuestros medios todo el material que transportamos- apenas daban calor, con lo que nos dedicamos casi toda la noche a mover los dedos de pies y manos para no acabar congelados", añaden al respecto.
"No dormimos prácticamente nada: Estábamos muy incómodos, con muy poco espacio, con el precipicio justo al lado, y los sacos de tan finos que eran apenas daban calor"
Duro. Complicado. Técnico. Muy técnico y peligroso. Pese a no haber descansado bien, a las 8.00 de la mañana inician un nuevo día. Aunque confiaban en que la dificultad disminuyese, no fue así. La pared continúa siendo muy vertical en la que las zonas desplomadas se suceden unas tras otras, lo que ralentiza y mucho la escalada a la cordada.
"La única ventaja es que en la parte superior de la ruta empezamos a encontrar más hielo con lo que nuestra progresión comienza a mejorar", desvelan.
Sin embargo, en la parte final arrecia con fuerza el viento y los cuerpos del trío de alpinistas sienten la debilidad del esfuerzo y las bajas temperaturas, que al marcharse el sol, han caído en picado.
Un poco antes de las 17.00 horas, y cuando ya solo nos queda una hora de luz, alcanzan la arista somital a 6000 metros. Después de nueve horas los dos gasteiztarras y su compañero Quito han conseguido salir de la vertical, y aunque las bajas temperaturas les acechan, están felices "de poner los pies en plano”.
Más cerca del objetivo. Eso sí. Aún les quedan casi 200 metros hasta la cumbre y la noche se está echando sobre sus cabezas. Más peligro.
Vivaquear sin sacos en condiciones
"Avanzamos como podemos abriendo huella en nieve profunda, pero vamos muy cansados… Una hora después nos damos cuenta de que no seremos capaces de alcanzar la cumbre ya sin luz y exhaustos. Es el momento de tomar la decisión de volver a parar y vivaquear", apuntan desde los Andes.
Una decisión complicada. Y es que a cuenta de aligerar solo han comido dos barritas energéticas en todo el día; una para desayunar y otra durante la escalada. El viento del atardecer provocó que las temperaturas cayeran un montón de grados bajo cero, y los cuerpos cuerpos de los alpinistas están desgastadísimos por la pérdida de peso y la falta de energía.
Sin embargo, no les queda otra que vivaquear. "Hacemos un agujero en el hielo y echamos nuestras esterillas y nuestros sacos. Al no haber subido tiendas -nuevamente para aligerar- nos acurrucamos los unos contra los otros para tratar de conservar el poco calor que nos queda Hace tanto viento que a duras penas logramos encender el hornillo para calentar una sopa y un sobre para los tres, que es lo único caliente que nos queda", comentan.
En el proceso Iker quema parte del saco, ya que, como aseguran, "no queda otra que intentar hervir el agua dentro de este". "Es una medida desesperada, pero es eso, o quizás no meter nada caliente al cuerpo y que este no aguante una durísima noche a 6032 m en mitad del hielo…", añaden al respecto.
Este proceso les lleva mucho tiempo, porque cada tanto el viento apaga la llama. A las 5.00 am amanecen tras una noche muy dura. "Ha sido con diferencia una de las peores noches de nuestra vida. Por segundo día consecutivo apenas hemos dormido tratando de que no se nos congelasen las extremidades. Pero allí estamos, vivos y resueltos a intentar alcanzar la cumbre…".
A por la cumbre
Nada les iba a echar para atrás. Los Pou y Quito alcanzan la cumbre a las 8:15, "después de una paliza increíble abriendo huella".
"Nos abrazamos felices en lo más alto. Estamos físicamente tan desgastados por no dormir, no comer, apenas descansar, y todo el esfuerzo de tres días consecutivos, que de haber estado la cima cien metros más arriba, creo que no lo habríamos logrado". Queda claro que ha sido la vía más complicada en la carrera de los Pou. Un nuevo éxito. Otra gesta para los alpinistas vitorianos.
Sin embargo, la aventura no había terminado. Quedaba bajar. Un nuevo dilema. Viendo las dificultades que habían tenido para subir por esa vía, emprender el descenso por la misma ruta habría sido una temeridad. "En ese momento tomamos una drástica decisión que ya habíamos barruntado en nuestras cabezas durante el ascenso: Nos vamos a tirar hacia la otra vertiente porque no nos vemos capaces de bajar por donde hemos subido. La pared es demasiado grande, vertical y peligrosa".
Al menos, tienen un punto a favor. Todavía es pronto y hay suficiente luz para buscar el camino entre torres de hielo y grietas. Unas grietas demasiado peligrosas como desvelan. "De tan grandes que eran, asustarían al más osado de los alpinistas. Tras varios rapeles en seracs impresionantes, y algunas horas de bajada, llegamos al final del hielo".
Más cerca del objetivo. Eso sí, aún les queda mucho camino para descender los 3.000 m de desnivel que les separan de la zona donde les irán a buscar. Tocaba seguir sufriendo. Después de otra intensa jornada de diez horas de actividad, que tuvieron que resolver sin nada de comida al fin llegan al encuentro de sus compañeros a las 17.00 horas.
Una aventura agónica. Buena prueba de ello es que cada uno de los tres alpinistas había perdido cuatro kilos durante los cuatro días de ascensión. Al menos, el sufrimiento y el éxito les dejó satisfechos. "Tanto sufrimiento ha merecido la pena, porque hemos firmado nuestra mejor vía de alpinismo hasta la fecha. La Cordillera Blanca nos obsequia nuevamente con una gran actividad", concluyen.