No quería ver el golf ni en pintura. “A ese deporte no voy a jugar yo”, le espetó Carlos Gutiérrez a su hija en el año 2000 cuando recibió de regalo por Navidad una bolsa de palos. Por aquel entonces en su casa estaban preocupados por su salud.

Jubilado desde cuatro años antes e inmerso en una profunda tristeza tras haber perdido a su mujer unos meses antes, la depresión acechaba a este extrabajador de Iberia.  

Sus familiares más cercanos confiaron entonces en que el golf fuera la vía perfecta de escape para que este veterano gasteiztarra, que el próximo 25 de noviembre cumplirá 87 años, liberase su cabeza y pudiera estar entretenido tras la pérdida de su esposa. 

Carlos Gutiérrez posa en la salida del hoyo uno del campo de golf de Izki Pilar Barco

Por ello, su hija Eva María y su yerno Humberto Callieri no dudaron en regalarle el material necesario para que empezase a practicarlo y le animaron a que se apuntara a los cursos en el Estadio, pese al contundente rechazo que se encontraron de inicio por parte del implicado.

“Les dejé claro que ese juego no me iba. Que no me gustaba para nada. Ahí yendo en su cochecito, sin andar. Me parecía de señoritos”

Carlos Gutiérrez - Jugador de golf alavés

“Les dejé claro que ese juego no me iba. Que no me gustaba para nada. Ahí yendo en su cochecito, sin andar. Me parecía de señoritos”, avanza de inicio Carlos.

Sin embargo, el ya convencido jugador gasteiztarra no tardaría en cambiar de opinión. “Lo que pensaba es mentira. Para nada”, asegura rotundo. Su experiencia con este deporte le ha servido para convencerse plenamente de que estaba equivocado. “Ni te llevan los palos, ni vas en cochecito, ni nada de eso. El ejercicio lo haces tú”, destaca tras más de 20 años practicando este deporte de forma asidua.

Carlos Gutiérrez practica en el campo de golf de Izki Pilar Barco

Un amor a primera vista

Así es. Un fanático al que el golf le enganchó a las primeras de cambio. “Estuve un mes para aprender a darle a la bola en el Estadio y ya poco después en el año 2001 me hice abonado de Izki, donde me dio clases David Bedia”, cuenta.

El gusanillo le había picado de tal manera que quería mejorar. Atrapado por el golf. Carlos Gutiérrez recuerda incluso que para poder jugar en aquel entonces tuvo que superar un examen de acceso. “Entonces había una prueba teórica. Saqué buena nota”, rememora. “Eso sí, tampoco he conocido a ninguno que lo suspendiera”, bromea al respecto. Ahora ya no es necesario pasar dicho requisito, aunque sí que exigen saber las normas del golf para poder saltar al campo.

"Me gusta que me llamen aitite"

Con más de 22 años de socio en el campo de Izki, Carlos Gutiérrez es uno de los jugadores más queridos del club. En el coqueto campo de la montaña alavesa, el veterano jugador gasteiztarra recibe varios apodos por buena parte de los socios, tal y como desvela el protagonista. “Me llaman el abuelo, el aitite. Me gusta, pero prefiero cuando me dicen sénior por las connotaciones deportivas que tiene”.

Inicios con Emilio Arbaizar

Eran otros tiempos que recuerda con cariño. Sobre todo, sus primeros partidos junto al que fuera jugador del Deportivo Alavés Emilio Arbaizar o un gallego llamado Baliñas, al que tras irse a vivir a A Coruña ha perdido la pista desde hace años.

Carlos Gutiérrez posa en el campo de golf de Izki

Carlos Gutiérrez posa en el campo de golf de Izki Pilar Barco

Con ellos y otro grupo de riojanos empezó una afición que hoy perdura muy viva más de 22 años después. “Es que fue empezar y engancharse”. Toda una liberación. Con la mente ocupada a jornada completa, buena parte de la semana como explica este veterano jugador gasteiztarra.

“Íbamos cuatro días mínimo y algunas semanas hasta seis”, rememora de sus inicios en el golf a los 65 años.

“Fue empezar y engancharme. Una liberación. Adiós a la depresión. Ya no me duele nada”

Carlos Gutiérrez - Jugador de golf alavés

“Después de los 18 hoyos, comíamos juntos en Izki y nos echábamos una partida de cartas al mus”, añade al respecto.

Era su jornada laboral tras la jubilación. Desde las nueve de la mañana que llegaba al coqueto campo de Izki hasta cerca de las cinco de la tarde cuando abandonaba las instalaciones de nuevo rumbo a Vitoria para llegar a tiempo a unos cursos de pintura que realizaba en un centro de mayores de la capital alavesa y que empezaban a las seis.

Carlos Gutiérrez posa antes de golpear una bola en el campo de golf de Izki Pilar Barco

Todo el día con la mente ocupada, disfrutando de un deporte del que no quería oír ni hablar al principio y sin señales de una depresión que en su momento le acechó de cerca.

El golf le devolvió la sonrisa a Carlos Gutiérrez y por eso no duda en reconocer que finalmente sí que agradeció a su hija Eva María y a su yerno Humberto esa bolsa de palos que le regalaron en las Navidades del 2000. “¡Ya me lo recuerdan, ya!”, comenta entre risas.” Claro que estoy encantado con ese regalo y lo saben”, añade muy satisfecho a continuación tras comprobar los beneficios que le ha dado la práctica de este deporte.

Jugando con hielo, lluvia 

“Los días que voy me encuentro mucho mejor. Si estoy una semana sin ir, decaigo. Me pongo malo. Paso de estar bien a no estarlo. Es que no puedo vivir sin jugar al golf”, explica este golfista inquebrantable al que ni el peor de los días le echa para atrás. Fiel a su rutina. Ahora a sus 86 años mantiene los cuatro días semanales de partido, martes, jueves y el fin de semana, salvo que nieve y el campo de Izki esté cerrado.

“Los días que voy me encuentro mucho mejor. Si estoy una semana sin ir, decaigo. Me pongo malo. Paso de estar bien a no estarlo. Es que no puedo vivir sin jugar al golf”

Carlos Gutiérrez - Jugador alavés de golf

Con el resto de condiciones climatológicas se juega. Gutiérrez lo tiene claro. “He empezado a jugar con 5 grados bajo cero y terminar con -3º. Jugamos con heladas, escarcha y hasta con lluvia intensa. Ya nos dice mi hija a ver si estamos locos”, comenta con una sonrisa este gasteiztarra, que despliega una energía infinita. No se le agotan las pilas, pese a que no para en todo el día.

Carlos Gutiérrez posa en el campo de golf de Izki

Carlos Gutiérrez posa en el campo de golf de Izki Pilar Barco

Activo desde primera hora de la mañana. “Ya me dice mi hija, que para qué me levanto a las seis para ir a jugar tan pronto cuando podía estar durmiendo más tiempo y empezar más tarde. Pero le digo que no. Que nos gusta jugar desde las nueve de la mañana”, zanja.

Allí disfrutan de la paz y tranquilidad del entorno privilegiado del campo de Izki, que le tiene enamorado. “Es una maravilla. Es el mejor campo del norte de España. Ejercicio al aire libre. Mejor que en cualquier gimnasio”, cuenta orgulloso.

"El campo completo tiene alrededor de 8 kilómetros y a mí el GPS me marca entre 10 y 11 habitualmente, ya que no mandó la bola por donde está marcado, sino que de vez en cuando me salgo"

Carlos Gutiérrez - Jugador alavés de golf

Y es que deporte hace, y mucho, cada vez que completa los 18 hoyos. “A ver, el campo completo tiene alrededor de 8 kilómetros y a mí el GPS me marca entre 10 y 11 habitualmente, ya que no mando la bola por donde está marcado, sino que de vez en cuando me salgo”, explica. “Un día malo, me puedo ir hasta los 12 kilómetros”, bromea al respecto.

Carlos Gutiérrez se dispone a embocar una bola en un hoyo del campo de Izki

Carlos Gutiérrez se dispone a embocar una bola en un hoyo del campo de Izki Pilar Barco

No es un deporte caro

Es lo de menos. Lo principal es disfrutar de sus compañeros de partida, mantenerse activo, en forma y con buena salud. “Lo paso muy bien. Es un deporte muy sociable y la depresión está olvidada”, se alegra. Clave en su bienestar, tanto que en su opinión este deporte tendría que ser recomendado por los sanitarios. “El golf debería estar recetado por los médicos. A mí me da años de vida”.

“Me da lástima esos jubilados que se aburren. Hay mucha gente de mi edad que no hace nada y se quejan de que les duele todo. Pues que jueguen al golf que a mí, a punto de cumplir 87 años, no me duele nada"

Carlos Gutiérrez - Jugador alavés de golf

Además, Carlos Gutiérrez quiere dejar claro que no es un deporte elitista como pueda parecer desde fuera. “La cuota de un año en Izki son 680 euros y luego está lo que te quieras gastar en los palos, pero eso es una inversión que haces una vez y ya está. Algunos seguro que se gastan más en el gimnasio o en vinos”.

Por eso, este vitoriano, que en su día jugó como aficionado al fútbol de portero y a pelota espera seguir practicando este deporte “hasta que el cuerpo me deje” e invita a toda su generación a no quedarse amodorrada en casa.

“Me da lástima esos jubilados que se aburren. Hay mucha gente de mi edad que no hace nada y se quejan de que les duele la cadera, la rodilla o yo qué sé. Pues que jueguen al golf que a mí, a punto de cumplir 87 años, no me duele nada y creo que es por jugar al golf”, concluye. Sin lugar a dudas, ha sido su mejor medicina.

Izki, un escenario de torneos de élite

El coqueto campo de golf de Izki, calificado por un sinfín de expertos como el más bonito y espectacular del norte de España, ha sido escenario esta temporada de tres torneos de élite.

Los hoyos del club situado en el bello paraje de la montaña alavesa han acogido el prestigioso Campeonato PGA de España de dobles para jugadores profesionales el pasado mes de abril y también dos citas relevantes para aficionados, el The Best Álava Player, torneo que combina el golf con el padel y el atletismo, en junio, y el Gran Premio AES Golf Virgen Blanca en el mes de agosto.

Los responsables del club de Izki confían en volver a acoger estas tres grandes citas del calendario y reunir de nuevo en sus instalaciones a buena parte de los mejores jugadores del panorama estatal.

Todos ellos disfrutarían de nuevo de las bondades del campo diseñado en su día por Severiano Ballesteros, con todas las innovaciones en arquitectura de golf. Sus anchas calles, rodeadas de robles y acebo, y el diseño de sus espectaculares hoyos, hacen que jugar en este campo se convierta en toda una experiencia para disfrutar del golf y la naturaleza en su estado más puro.