En la París-Niza se corre el Tour que partirá el 1 de julio desde Bilbao. Es su anuncio la Carrera del Sol, con dos astros como Pogacar y Vingegaard, ardientes y brillantes, dispuestos a retarse en cada palmo. Dragones. El esloveno lanzó el primer fogonazo en la jornada inaugural de la prueba francesa. Fue suficiente un repecho para que el voraz y juguetón Pogacar se encorajinara.

Alzó los cuellos. Aquí estoy yo y su travieso mechón de pelo que sobresale del casco, la aleta de tiburón, alertó de inmediato a Vingegaard. El danés no posee la explosividad de Pogacar, que es una detonación, la traca final, una mascletá, cada vez que irrumpe como una estampida. Salvaje.

En ese muro, apenas un kilómetro, arengados los dos por sus equipos, el pleito llevó al Tour. La París-Niza, un Tour en miniatura, se agigantó con la pose endemoniada y retadora de Pogacar. El muro repartía 6, 4 y 2 segundos de bonificación, un premio nutritivo cuando se oponen dos fuerzas extraordinarias y hambrientas que pelean por cada miga.

Pogacar, a por todas

El esloveno, los hombros cargados hacia delante con determinación, amenazador, repleto de pólvora, se prolongó. Vingegaard observó el gesto, pero su pedalada, no tiene tanto reprís. Latour reaccionó tras Pogacar y a Vingegaard, que solo pensaba en el esloveno, se le coló por el ángulo muerto Dorian Godon. Se quedó sin segundos el danés.

6 para Pogacar y 0 para Vingegaard. Plegada la cota como un jersey de entretiempo entre el invierno que capitula y la primavera que amanece, Latour, solo una letra le separa de Le Tour (cosas del destino, tal vez), Pogacar y Vingegaard compartieron plano durante unos pasajes.

Gestos y palabras

El francés y el esloveno querían estirarse, pero el danés explicó con el lenguaje de los signos que el no entraría en el carrusel de relevos. Latour se despidió de ellos a la francesa mientras Pogacar y Vingegaard, en paralelo, como si viajaran en un sidecar, lo hacen en el tiempo, debatían sobre la decisión de uno y de otro. Sombras que se persiguen.

No estaban de acuerdo. Pogacar negó y Vingegaard dio por finalizada la charla. A ambos los engarzó el pelotón. A Latour apenas le quedaban un manojo de segundos de vida por delante. También volvió al redil.

El Quick-Step pastoreó el final por las calles estrechas a La Verrière, punto de partida y final de una etapa con aspecto de clásica. En ese ecosistema, la manada de lobos, que cuenta en nómina con afilados colmillos, hizo presa.

Merlier no perdona

Tim Merlier, el campeón de Bélgica, ondeó los colores de su país en el esprint tras batir a Sam Bennett y Mads Pedersen. El belga se vistió de líder entre el duelo cerrado que mantienen el esloveno y el danés, enemigos íntimos, claustrofóbicos. En el primer vis a vis, Pogacar araña a Vingegaard.