- Guardados en el arcano del olvido los inviernos en los que el pelotón se desenrollaba con pereza, ternura y kilos de más en Mallorca, la isla del Mediterráneo convoca años después de aquellos amaneceres amables con sabor a café en terrazas y piernas aún tiernas, el despegue de la nueva campaña con la Challenge, que se disputará entre hoy y el domingo. La carrera se diseccionada una década después en cinco trofeos: Peguera-Palmanova, Por d’Alcúdia-Port d’Alcúdia, Serra de Tramuntana, Pollença-Port d Andratx y Playa de Palma-Palma.

El ciclismo del potenciómetro, del big data, de los ciclistas secos sin apenas lípidos y rebosantes de ambición y músculos formidables, no admite souvenirs ni empanadas mallorquinas. No hay espíritu de turista en Mallorca en la caravana de los pedales. El pelotón desembarca como un ejército que necesita conquistar terreno con avidez. Se compite palmo a palmo. Nadie está dispuesto a ceder en un ciclismo ultracompetitivo. Los humildes se desataban antes al comienzo. Era su momento. Los aristócratas solían esperar a marzo. Esa ecuación no tiene vigencia.

En Mallorca se expresa el ciclismo de combate en un compendio de trofeos que mezcla recorridos quebrados con otros designados para el festín de los velocistas. Los tres primeros ofrecen un trazado con aspecto de clásicas y los otros dos sugieren finales para velocistas. Diez formaciones del WorldTour se adentrarán en el almanaque de 2023 a través de su puerta natural: Mallorca. En la isla rodará el Movistar en el inicio del final de Valverde, que acomete su último curso. Alex Aranburu también acudirá a la competición, al igual que Oier Lazkano en su estreno en el WorldTour, e Iñigo Elosegui, que pretende alinearse con la salud. En el Trek se bautiza Jon Aberasturi en su retorno al WorldTour. Entre el resto de equipos, el Euskaltel-Euskadi, el Caja Rural y el Kern Pharma tratarán de colarse en una función patroneada por los WorldTour. En Mallorca, la isla de las bicis, no hay tiempo para hacer turismo.