- La final del Cuatro y Medio entre Jokin Altuna y Unai Laso del domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao fue dura. Acabó 22-20 del lado del amezketarra -dos veces campeón del Manomanista y tres del acotado-, que sudó tinta china para deshacerse de un adversario descarado, correoso y agresivo. Altuna III pudo celebrar el triunfo con los suyos tras dos temporadas sin aficionados en las gradas de las citas importantes. Tiene un sabor especial. Con todo, la historia ya guarda un hueco para él: empata a entorchados de la jaula con Patxi Eugi, Jorge Nagore y Juan Martínez de Irujo. Por delante, Julián Retegi, con cuatro txapelas, y Aimar Olaizola, con siete.

Fue la primera final de la Liga de Empresas con el aforo completo. La primera txapela del covid-19 que se ha podido celebrar.

—Sí. Si la comparo con otras finales, el domingo viví momentos muy bonitos. La verdad es que llegué tarde a Amezketa, pero nos reunimos entre 70 u 80 personas, entre familiares y amigos. Les vi con muchas ganas de celebrar. Al fin y al cabo, en el pueblo, en los últimos dos años, casi no hemos tenido días así. Fue un día muy bonito y estuvimos muy a gusto.

¿Más motivos para celebrar aún por la dureza de la final?

—Yo, por lo menos, sí. Cuando vives momentos de tanta tensión, disfrutas mucho más todo lo que viene después. La verdad es que estuve muy a gusto. Hoy -por ayer- también estoy muy contento. Noto que el domingo viví una final de mucha tensión y mucho esfuerzo, pero aquí está el premio.

¿Nota aún la tensión?

—Sí. En ninguna final anterior había sentido esta tensión al día siguiente. Me he levantado agarrotado de piernas y brazos, con muchas molestias. Al acabar esta entrevista voy directo al masajista para soltar un poco. En San Fermín o en Donostia, durante el verano, jugué contra Laso partidos todavía más duros, pero la tensión es muy diferente y eso es lo que te deja agarrotado.

Sus últimas tres finales fueron sin público. ¿Cómo vivió la del domingo, con 2.361 espectadores en el frontón Bizkaia?

—Fue bonito para mí. Además, salimos a la cancha con música y sin luces. Fue muy bonito y me gustó bastante. Eso sirve para que la gente se enchufe. Fue diferente. También la afición de Unai Laso dio muchos ánimos. Mi gente también fue a Bilbao con muchas ganas de animar.

Una de las cuestiones que rodeó la final fue el parón en el 19 iguales y la amenaza de suspensión. Fue claro en la rueda de prensa posterior. ¿Qué opina en frío sobre esa decisión?

—Hay cuestiones que son así y las opiniones no tienen mucha importancia porque todos estamos de acuerdo en que lo que sucedió el domingo es algo que no sé ni cómo calificarlo, no sé si decir vergonzoso, pero para todos: los pelotaris, los que estaban ahí en la cancha, los espectadores que lo seguían por televisión... Pienso que no tiene que volver a ocurrir. Tampoco si hubiera perdido la final, me habría excusado en ello. Si me hubiera ganado, lo habría hecho con todo merecimiento. Más allá del marcador, creo que las aficiones tienen que ser responsables en el frontón, cosa que no es fácil, que eso lo sabemos todos, pero también pienso que se podía haber detenido la final en otro momento.

Los manistas estaban en el medio de la marejada, jugándose la txapela.

—Iba a sacar y el juez me decía que no sacase; entonces, miraba a alguien y ya daba el visto bueno al saque. ¡Imagínese qué concentración vas a tener en esos momentos! Esperamos que no vuelva a suceder y ya está.

¿Sintió que se podía suspender la final de forma definitiva?

—No. En ningún momento. Volver de la final sin terminarla hubiera sido ya increíble. Sabía que íbamos a volver. Los técnicos me insistían en que siguiera con el cuerpo caliente y así actué.

¿Les explicaron por qué se toma esa decisión?

—Sabíamos que se estaba avisando a las empresas por teléfono. Nosotros escuchábamos la megafonía. Cuando empieza el partido se dijo y piensas que es por precaución, pero se fue acentuando durante la final.

Las empresas justifican el parón al no cumplir las medidas sanitarias derivadas del covid-19.

—Hay que cumplirlas, desde luego. Eso sí, el parón, en vez de hacerlo en el 19 iguales, lo puedes hacer cuando hay descansos largos o en otro momento. Los mayores damnificados fuimos los finalistas, porque nos estábamos jugando mucho. En un partido de fiestas es distinto. Imagínese que vuelves a la cancha y haces una falta de saque que te saca del partido. No es fácil.

Algunos sectores de la afición no cumplieron con las medidas y eso penaliza al deporte.

—Algunas veces nos quedamos con que el frontón está lleno y ya está. Pero, por ejemplo, mi día favorito del año es el 7 de julio por la mañana, en el que se disputa en el festival del Cuatro y Medio de San Fermín en el Labrit de Iruñea. Ese día, a pesar de que muchas veces se llena ese frontón, hay un ambiente especial: la gente te aplaude a cada tanto, no hay silbidos... Va una gente a la que le gusta muchísimo la pelota. Otros días hay un ambiente más festivo. No estoy diciendo quién tiene que ir o no al frontón, eso que quede claro, pero el pelotari percibe ese ambiente. Fíjese, el que está muy nervioso por el partido no está cantando con el 19 iguales. Lo que queremos es que vaya gente. A mí, por ejemplo, me gusta que haya silencio al sacar, pero que al hacer el tanto haya aplausos.

Algún sector del público se tiene que comportar, entonces.

—No solo en la pelota. Se está viendo en otros deportes. Hay que ser responsable en ese sentido. Eso sí, ya dije en la rueda de prensa, de esto tenemos que opinar todos. Igual yo digo un titular y lo más fácil es decir que Jokin ha dicho lo que sea. Todos tenemos que mojarnos: empresa, pelotaris, medios. Creo que los que lo hicieron mal en la grada tienen que ser responsables, pero yo me enfadé con las empresas porque se hizo en ese momento, en el 19 iguales. Dos minutos antes estábamos en el descanso del tanto 18.

Cambiando de tema, ¿a qué sabe esta txapela, la tercera del Cuatro y Medio en su haber?

—Tiene mucho trabajo por detrás. Ha sido un año muy bonito. En apenas un año he jugado cuatro finales individuales. Personalmente, eso es muy bonito. He ganado tres seguidas. No lo había hecho nunca. Me hace mucha ilusión también por cómo se ha desarrollado el campeonato, por cómo han sido los partidos. Los últimos tres encuentros han sido especiales. Contra Oinatz Bengoetxea me jugaba todo a una carta, contra Joseba Ezkurdia era especial por cómo estaba él de juego y la final es una final. He respondido bien.

Con su tercer título en el Cuatro y Medio iguala a ilustres como Patxi Eugi, Juan Martínez de Irujo y Jorge Nagore. Julián Retegi está a tiro: tiene cuatro.

—Son nombres increíbles en la pelota. Estoy muy feliz. Cuando empecé nunca imaginé que iba a estar cerca de alguno o empatado con otros. No me gusta comparar épocas. Igual uno gana más o menos txapelas, pero eso no quiere decir que sea mejor o peor pelotari que el otro. Hay muchos factores distintos para hacer la comparación: el material, los rivales, el juego... Lo más importante para mí es que el pelotari dé todo lo que tiene en la cancha, que los espectadores disfruten del mejor espectáculo posible. A nosotros nos toca centrarnos en lo nuestro.

¿Cuesta asimilar la victoria debido a la tensión que tuvo la final contra Laso?

—Cuando acabas el partido no tienes mucho tiempo para pensar. Hay entrevistas y compromisos. Asimismo, al finalizar no me suelo acordar de lo que he vivido. No es fácil relajarse. Cuando hay una final tranquila, normalmente estás más relajado. Si es duro, cuesta más asimilarlo. El domingo hubo mucha tensión. Fue una final muy difícil. Al terminar, solté toda la adrenalina. Por eso se nota la tensión en el cuerpo.

¿La experiencia es un grado?

—No creo. Lo más fácil es pensar eso porque tengo más experiencia en finales -era la novena, la sexta seguida del Cuatro y Medio-, pero Unai tuvo también el partido para ganar. Hizo méritos suficientes para llevarse la txapela. Al principio hizo dos faltas de saque, pero acabó con más tantos hechos que yo. Sí que es cierto que yo fallé cuatro pelotas menos en todo el partido. Laso se sentía mejor en la segunda parte y por eso jugó más agresivo. Eso puede llevarte a fallar un poco más. Yo no me sentía tan bien, no arriesgaba tanto, pero no por no fallar, sino porque no me encontraba bien atacando. Valió la pena.

En la final de 2017, contra Mikel Urrutikoetxea, ganó por 22-21. A pesar del resultado, ¿le resultó más dura la del domingo ante Laso?

—Esa fue la primera txapela que saqué y también fue muy dura. En cada título te acuerdas de alguien o de algún instante de la final. Para mí, de las cinco finales en las que he ganado la txapela, quizás ha sido en la que menos he podido mostrar mi juego sobre la cancha. Eso también es mérito de Unai. Los dos hacemos cosas parecidas en la distancia y yo fui mejor en la primera parte y él, en la segunda. Fue una final con dos mitades. Tuve que sufrir bastante para ganar.

Perdió un poco su propia esencia en la segunda mitad, pero supo estar.

—Fue mérito de Laso. Hay que ser muy fuerte mentalmente para dar la vuelta al partido estando 12-7. Cambió el chip, jugó muy agresivo y me pilló por sorpresa. Es un rival muy complicado.

¿Cree que el duelo entre Altuna y Laso puede ser un futuro clásico?

—No pienso en eso. Para la pelota siempre es bueno que haya rivalidades, pero hay más manistas que han jugado finales. No solo estamos Unai y yo. Hay muchos pelotaris que juegan campeonatos y pueden ganarlos. El abanico es grande. Eso es bueno para la pelota.

Laso se une a los aspirantes a las txapelas: usted, Jaka, Ezkurdia, Irribarria, Urrutikoetxea...

—Siempre están caras las txapelas. Cuando empecé me encontraba en las liguillas con Aimar, Urruti, Oinatz... Después, vinieron otros. Yo me fijo en lo mío. Lo importante es estar en semifinales o finales. A eso le doy valor. Si yo estoy ahí, me da igual el contrario, porque puedo ganar a cualquiera y perder contra cualquiera. Si hay mejores pelotaris, mejor para todos.

Con el 20 iguales, un tanto de 16 pelotazos, Unai tiene pelota para hacer tanto y la echa al txoko. Usted espera ahí.

—No fue intuición, es que no me daban las piernas para ir al ancho. No tenía tiempo. Llevé una pelota a botepronto, él tenía para hacer y si la hubiera mandado al ancho, ni Usain Bolt ni yo ni nadie habríamos llegado. También le hizo la pelota un extraño y buscó el txoko. Después tuvimos que dar seis o siete pelotazos. Ese tanto valió mucho.

¿El Parejas es una espina clavada?

—En absoluto. Tengo ganas de hacerlo bien, pero no es una espina clavada. Los últimos años se están repitiendo parejas para nivelar y no es fácil ganar. Es un campeonato muy largo. Quiero hacer mi trabajo y ayudar al compañero. Saldré a por todas.

“Esta txapela tiene mucho trabajo por detrás. Ha sido un año muy bonito, en el que he jugado cuatro finales individuales”

“De las cinco finales en las que he ganado la txapela, quizás ha sido en la que menos he podido mostrar mi juego sobre la cancha”