a región de la capital japonesa registró en el día de ayer 1.271 nuevos contagios en covid-19, lo que supone el tercer día consecutivo por encima del millar de infecciones y después de que en la víspera se rebasaran los 1.300 casos, la mayor cifra en seis meses.
El auge de casos de covid-19 tiene lugar cuando se aproxima la inauguración de los Juegos de Tokio, prevista para el día 23, y en medio de un ambiente de rechazo popular hacia el evento, que se teme que pueda convertirse en un foco de transmisión por la llegada de decenas de miles de participantes extranjeros.
La tendencia es preocupante en la metrópolis tokiota pese a que el pasado lunes entró en vigor un nuevo estado de emergencia sanitaria en la región, una medida que conlleva sobre todo el recorte de horarios para bares y restaurantes, y la prohibición de que vendan bebidas alcohólicas.
Estas restricciones no se aplican de forma estricta en la capital japonesa -son numerosos los negocios que se las saltan constantemente- y no han bastado para frenar el avance del virus en una región donde la mayoría de nuevos contagios afectan a persones menores de cuarenta años.
La vacunación, además, avanza con lentitud, con un 20% de la población inoculada con la pauta completa. Y con el 54% de los mayores de 65 años inmunizados, el Gobierno está lejos de alcanzar su meta de tener plenamente vacunado a este colectivo para el inicio de los Juegos Olímpicos.
El primer ministro nipón, Yoshihide Suga, volvió a afirmar hoy que el Gobierno “tomará medidas firmes para frenar los contagios y proteger las vidas de los ciudadanos”, y reiteró su compromiso de “celebrar unos Juegos seguros”.
Suga recordó que los Juegos se desarrollarán entre restricciones sin precedentes en este tipo de citas, que incluyen realizar varios test a la llegada a Japón de todos los participantes extranjeros, la férrea restricción de sus movimientos en el país y una estrecha vigilancia de los mismos.
Pero las dificultades de los anfitriones para aplicar sus protocolos de seguridad sanitaria volvieron a quedar en evidencia ayer con la desaparición de Julius Ssekitoleko, un atleta ugandés que se encontraba junto al resto del equipo olímpico de su país alojado en un hotel en Osaka, al oeste del país. Sigue sin saberse nada de él.
Las medidas de la organización y del Gobierno, en cualquier caso, no convencen a la población nipona, que según varias encuestas, alrededor de la mitad es contraria a la celebración de la competición deportiva .
Pese a que el apoyo popular a los Juegos parece mejorar conforme se aproxima su celebración, durante estos días han continuado las protestas organizadas por ciudadanos, entre ellas una convocada ayer Tokio en la que participaron en torno a un centenar de persoans.
También está generando descontento entre los ciudadanos nipones la visita a Japón del presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, quien acudió en el día de ayer a la ciudad nipona de Hiroshima con la intención de dar inicio a la tregua olímpica que aboga por la paz mundial durante la celebración de los Juegos.
Bach, que ha protagonizado una sucesión de declaraciones desafortunadas desde su llegada a Japón la semana pasada, tampoco ha sido bien recibido en Hiroshima, sobre todo entre los supervivientes de la bomba atómica lanzada sobre esa ciudad al final de la II Guerra Mundial.
Un grupo de ciudadanos contrarios a la visita del máximo representante del COI ha logrado reunir hasta el momento unas 70.000 firmas a través de una petición online que señala que la celebración de los Juegos en plena pandemia será un “desprecio para la salud y la vida de las personas” y no “un festival de paz”.
Otro colectivo ciudadano presentó una queja a las autoridades de la ciudad y al gobierno prefectural mostrando oposición a esta visita, argumentando que el COI se aprovecha de los esfuerzos de Hiroshima para promover la paz mundial y se “deshonra” a los supervivientes del primer ataque nuclear de la historia.
Todo este revuelo tiene como causante un protagonista inesperado, el virus. Algo que no parecía un problema después de que deportistas, entrenadores, árbitros, dirigentes y periodistas acreditados de todo el mundo fueron convocados semanas atrás para recibir su inyección y viajar a Japón de forma segura. Ello no les librará de vivir en una burbuja, con los movimientos restringidos a su alojamiento y a las sedes de competición y prohibiciones como las de callejear o tomar el transporte público.
La última mala noticia sobre los Juegos fue la confirmación de que se disputarán a puerta cerrada, lo que supone un problema económico importante. Por ello se dejarán de ingresar en torno a 700 millones de euros por venta de entradas pero, al menos agazapado entre el público, el coronavirus no se sentará en las gradas de los estadios que acogen las distintas pruebas de los Juegos.