a historia del deporte olímpico estatal se escribe en papel, pero se hace stick en mano. Porque en los Juegos de Roma 60, cuando el hockey hierba era un deporte reservado para la clase universitaria en una sociedad donde solo el estrato más alto se podía permitir tener estudios superiores, la selección española logró un meritorio bronce. Los vascos Rafael Eguskiza, Pedro Murua y Luis María Usoz, con la presea al cuello, dieron buena cuenta de ello. Asimismo, 32 años más tarde, en la cita olímpica de Barcelona, a pesar de que el hockey había conseguido quitarse un poco el estigma elitista; continuaba siendo un deporte más que minoritario. Con escaso interés, pocas fichas y menos medios. Sin embargo, a la selección entrenada por José Manuel Brasa poco le importó el anonimato. No le incomodó que los Juegos de la ciudad condal supusieran su debut olímpico, ni que se accediera a ellos por el simple hecho de ser el organizador. El conjunto estatal de hockey hierba trabajó, sudó y mejoró. Dio la campanada con la medalla de oro. La primera presea de un equipo femenino español en los Juegos y, hasta el momento, la única dorada. 16 anónimas con sticks subieron a lo más alto del podio, entre ellas cuatro vascas de la Real Sociedad -Silvia Manrique, Teresa Motos, Maider Telleria y Nagore Gaballanes-, que conformaron la base de un equipo desconocido que aún hoy escribe su propia historia.

Porque cuenta la leyenda que dos años antes del encendido del pebetero barcelonés, Brasa reunió a su potencial grupo seleccionable y le comunicó el dilema de qué hacer con la plaza olímpica: disfrutarla sin pretensiones deportivas, intentar dar la sorpresa sin esfuerzo y con suerte o esforzarse para llegar a lo más alto del podio. Esta última alternativa suponía dejar trabajos en un momento donde las deportistas no podían vivir de su deporte, descuidar familias, renunciar al ocio y al tiempo libre... Fue la opción más cruel. Pero fue la que más se votó. Así que la selección femenina de hockey hierba comenzó su exhaustiva preparación dos años antes de la jornada inaugural. Solo entrenaban y entrenaban y, si por un casual se abría un hueco libre, entonces jugaban. Buscaban algún rival y se testeaban. Ninguna recuerda ni un minuto de calma. El descanso solo estaba permitido como parte del proceso. Para recuperar. Y las sesiones militares cada vez iban a más: bolas más pesadas, chalecos lastrados, sticks con cargantes refuerzos... A un año del comienzo de los Juegos ya se vieron sustanciales cambios, pero los medios de comunicación no se percataron. Para la hora de la verdad, la selección estatal de hockey ya era toda una potencia, pero sus protagonistas amateurs continuaron siendo unas desconocidas.

No llegaron todas. No podían. Lesiones, abandonos y descartes dejaron a un grupo de 16 valientes que llegó a los Juegos tras siete meses de concentración constante y permanente. Así que el 27 de julio de 1992 se plantaron en el estadio de hockey de Terrassa para demostrar al inconsciente mundo que no estaban allí de vacaciones. Que habían trabajado duro para ganar. Empataron a 2 frente a Alemania, nada mal para comenzar ante una de las favoritas. Después, se impusieron a Canadá (2-1) para jugarse el pase a las semifinales ante Australia, que defendía el título olímpico. Fue en ese partido cuando la llodiotarra Manrique se convirtió en heroína al lograr el único tanto del encuentro (1-0) de penalti córner y a los cuatro minutos de comenzar. Así que el 4 de agosto, España compitió ante Corea por un puesto en la final. El duelo fue duro, físico y bronco. Llegó a la prórroga y hasta el minuto 98 la selección estatal no consiguió asegurarse una medalla.

Así, el 7 de agosto de 1992, el combinado de Telleria, Motos, Manrique y Gaballanes ganó la presea dorada ante Alemania (2-1). Ante 8.000 personas que corearon la cuenta atrás del final del partido. Este desconocido y amateur equipo se convirtió en el primer conjunto español en ganar una medalla olímpica de oro. Fueron las primeras medallistas de muchas. En ese 7 de agosto de 1992, fueron quienes, como ellas mismas resumen, "empujamos una puerta que estaba un poco atascada".

Es, hasta el momento, el único oro conseguido por un equipo femenino estatal en la historia de los Juegos Olímpicos