- Después del costumbrismo de la fuga que tricotó a Bohli, Imhof, Dal-Cin y Zukowsky, de los kilómetros que sirven para apilarlos en las piernas, esos que solo figuran para dibujar todos los cansancios en los rostros, la lluvia, que viajaba en nubes negras sin timón, descargó su ira. La tempestad hizo palanca en un paisaje idílico, en Suiza, un país tan ordenado que parece un maqueta, la creación de un paisajista. En ese territorio empujó el mal tiempo y se erizó el pelotón, de repente con la guardia alta y la mirada baja, puesta en el asfalto, convertido en un espejo, donde las caras reflejaban inquietud y temor. Se aceleró el pulso y en un final tormentoso, el paraje suizo, bucólico, mutó en una clásica de aspecto hosco y mirada torva. Un final formidable.

En ese ecosistema que exige fortaleza, resistencia y ambición se elevó varios cuerpos por encima del resto Mathieu van der Poel, que es un pelotón en sí mismo. El neerlandés supo sostenerse en la subida que desgranó la segunda jornada del Tour de Suiza para descerrajar su potencia desmesurada, su brutal arrancada. Caballo salvaje. Indomable.

Dos meses después de su última carrera y de haberse agarrado a la bici de montaña, Van der Poel regresó con su pose de gigante. Hiló su quinto triunfo del curso después de sumar con anterioridad una victoria en el UAE Tour, llevarse la Strade Bianche, vencer dos jornadas en la Tirreno-Adriático. Nada de le resiste a Van der Poel.

La carrera había subido de decibelios. Los fugados perecieron. Imhof se entregó en Litschstrasse, el puerto que marcaba la frontera de la segunda etapa. La lluvia se apartó del frente. La primavera da para cambios de estaciones en un puñado de kilómetros. Se encendió Alaphilippe. Convocó a Carapaz, Schachmann, Cortina, Woods, Fuglsang, Van der Poel, Hirschi y Poels. Küng se alistó al sufrimiento. El francés soltó otro chasquido en la cima. El descenso era un cúmulo de neones. Van der Poel se despegó en cuanto el grupo aterrizó en el llano. Temperamental. Fuglsang no pudo rastrearle. Tampoco el francés. Schachmann le tocó el hombro. Van der Poel y Schachmann se lanzaron el último vistazo. El alemán buscó la sorpresa. El neerlandés percutió. Estallido de champán. Van der Poel lanza otra bomba en Suiza.