iranda de Ebro es la pica en Flandes de nuestro deporte. En concreto, en un par de plazas próximas entre sí, al norte del Ebro, al costado derecho del Bayas, a tiro de arcabuz de donde el segundo se funde con el primero, en su desembocadura. Casi sobre la misma linde que separa Álava y Burgos, según se entra por la vieja Nacional 1, frente a Rivabellosa, en el polígono industrial de Bayas y en la calle Orón, ahí están Miranda Pádel y un poquito más al sur, Pádel Norte. En 500 metros a la redonda.

Reducto contemporáneo del deporte más joven y vanguardista que cambia a ritmo vertiginoso y cuyos efectos nos muestra un deporte vigoroso y unos deportistas cada vez más fuertes, más altos y más rápidos.

Cuatro canchas tiene la instalación que gerencia Esti Villa, MPC, Miranda Pádel, y cinco el pabellón cuyas riendas manejan con mano de seda y hierro las hermanas Santos y Jon García-Ariño, Pádel Ebro; Tania, brazo ejecutivo de vital importancia y Diana, sub teniente, segundo relevo, “y el por si acaso y cuando no estoy…”. El pádel mirandés es un matriarcado. Nos irá bien por eso, o mejor según lo piensen unos u otros.

Son dos clubes pequeños donde todo está en su sitio y conforme al tamaño. La zona social se ajusta a lo necesario para que los socios -son dos familias- estén cómodos. “Es un negocio donde existe contraprestación, un servicio”, dice Esti, “pero la relación con el cliente es familiar, surge desde dentro”, añade “Lopa”; “los socios aportan ideas y el club les apoya”.

Ambas coinciden: “nuestro club es una gran familia”. Insisten en ello una y otra vez a lo largo de la conversación. Tal es el carácter de dos instalaciones que cubren las necesidades y expectativas de la ciudad, pueblos cercanos y parte de La Rioja, la alavesa y la Alta. La parte deportiva de los dos clubes corre a cuenta de dos de nuestros grandes. Uno y otro son historia del pádel. Han sido el origen y la cúspide de nuestro deporte. El talento y la fuerza de la naturaleza en los dos casos. Con responsabilidad en la cancha y en los despachos y dos de las palas más destacadas del pádel.

Ariño, además de propietario, ejerce de responsable técnico en Pádel Ebro. Es lo que le ocupa y le preocupa sobre todo. Tania, la mayor de las hermanas, le pone orden y concierto al entramado. “Quiero destacar el trabajo con los niños y el colectivo femenino. Son nuestra prioridad”, descubre Jon, que destaca a Eneko Arija, Iván Pérez y Lucía Cañas “como el escaparate a mostrar y del que aprender”. Y luego, con media sonrisa, suma para la empresa a Julio Díez “el capo”, ultramarinos ambulante “ejemplar y vital donde los haya”, y Juan Chamorro, otro veterano, “el hombre más afortunado del mundo”. Le tocó dos veces un bonito pellizco en la lotería. Esti Villa cuenta con el apoyo de su marido Nacho Fernández -“no juega al pádel”- para gestionar el club. Íñigo López de Aberasturi, más en forma que nunca -“pero juego poco”-, se encarga de picar la mina y encontrar el filón; Alex González, Gaizka Blanco, y Maider e Iraider Fernández, enseñar lo que lleva dentro y mostrar el camino a los socios de su club. Entre los dos clubes suman 300 licencias, de las que un tercio son mujeres. Justo hace un año MPC organizaba la segunda prueba del CAP en 2020. El covid-19 les ha hecho daño. En semana y media, Pádel Ebro acogerá la fase previa del campeonato de España de 3ª categoría. Y la vida sigue y el pádel alavés está muy vivo en Miranda de Ebro.