- Las grandes amistades poseen poderes. Uno de ellos, tal vez el más impactante, sea la capacidad de congelar el tiempo, de mantenerlo en suspenso, entre paréntesis. Aunque se acumule el polvo de los años, un reencuentro supone retomar la charla con la naturalidad de haber escuchado la última sílaba apenas un par de segundos antes. La amistad puede plegar el tiempo. Esa sensación única acompaña estos días al regreso de Euskaltel-Euskadi a la Itzulia. Han pasado ocho años desde la última participación de la formación naranja en la Itzulia, pero lo que dice el almanaque lo niega el sentimiento, el hilo invisible que sostienen las grandes relaciones. “Yo estuve corriendo la última Itzulia como ciclista, cuando Samu ganó una etapa, pero tengo la impresión de que no ha pasado el tiempo desde entonces”, cuenta Jorge Azanza, director del Euskaltel-Euskadi en la soleada mañana, donde el frescor pelea con el sol. En Amurrio la formación vasca trata de recomponerse y recuperar el ánimo tras el abandono por caída de Mikel Bizkarra. “No queda otra que darle la vuelta. Los corredores están un poco cabizbajos, apenados”, explica el director navarro.

Jesús Ezkurdia, mánager del Euskaltel-Euskadi, no estuvo en la estructura naranja hace ocho años. “Era un simple aficionado que animaba desde la cuneta”, expone Ezkurdia, que comparte el análisis de Azanza. “Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero ves la respuesta y el calor de la afición con este proyecto y da la impresión de que nunca se fue del todo”, describe Ezkurdia, al volante de uno de los vehículos de Euskaltel. “Es impresionante cómo anima la gente y eso, que en esta situación es todo distinto. Supone una alegría a medias, porque no podemos compartir con todos el regreso del equipo a la carrera de casa”, agrega. La estructura vasca disponía de 5.000 camisetas para vestir las cunetas de naranja, pero la pandemia ha imposibilitado el reparto de la piel del Euskaltel-Euskadi a través del trazado de la carrera vasca. A pesar de los inconvenientes, de una Itzulia en petit comité, el cariño y las voces de ánimo no dejan de llegar a los oídos de los ciclistas. La subida a Ermualde fue la caja de resonancia de ese estímulo. “No hay otro equipo con este apoyo social y eso es muy emocionante”, diserta Ezkurdia, encantado con el eco del equipo.

“Aupa Euskaltel!” o “aupa Euskadi!” son gritos que hacen eco a través del recorrido de la Itzulia. Es el saludo al hijo pródigo. Amor en los tiempos de pandemia. “Se nota que nos quieren y que la gente apoya al equipo, aunque no seamos un WorldTour y dispongamos de una plantilla más humilde, pero somos el equipo de casa”, subraya Azanza. “La gran fortaleza de este equipo es lo que hay detrás, el motor de la afición, su huella en la sociedad”, ensalza Ezkurdia, que recuerda el pensamiento que le trasladó Luis Ángel Maté, el marbellí que ha recalado este curso en el Euskaltel-Euskadi: “Nunca me han animado tanto en mi vida”. Esas vibraciones que emergen desde los aficionado también han escalado hasta las salas nobles de la compañía telefónica. Están encantados con el desempeño del equipo y con el poder de convocatoria del mismo. De hecho, MásMóvil, que se hará con el control de la empresa, también ha mostrado entusiasmo por el proyecto.

Si en los despachos la satisfacción está presente, en la carretera el Euskaltel-Euskadi está demostrando su gen competitivo. “La idea era dar guerra, estar presente en las escapadas y lo estamos logrando”, sugiere Azanza, al que aún le supura la herida del abandono de Mikel Bizkarra, su mejor hombre. “Es una pena. Antes de que se cayera demostró que estaba bien”, analiza el técnico de Altsasu. El martes, Mikel Iturria estuvo metido en la escapada y ayer, Go-tzon Martín le tomó el relevo. “Correr en casa motiva y les da un plus a los chavales. La gente está a muerte con el equipo. Los chavales están muy ilusionados y eso se nota. El equipo está muy bien en lo competitivo”, certifica Ezkurdia, que define al Euskaltel-Euskadi como “una familia, y eso se nota”. También que entre la estructura naranja y la Itzulia existe una gran amistad y no es el comienzo, como en Casablanca.