asta hace dos días el mundo miraba con expectación al estado de Georgia donde se contaban votos para decidir el presidente del país más poderoso del planeta. Desde hoy, el mundo del deporte mira a un punto concreto de ese estado, al Augusta National, donde se contarán los golpes de los mejores golfistas del mundo en busca de la chaqueta verde del Masters. Todo será lo mismo porque este es un lugar donde las tradiciones mandan, pero a la vez todo será diferente. El Masters se juega normalmente en abril, es el primero de los cuatro majors en el calendario, con espectadores conocidos como patronos que disfrutan de estar en un evento elitista y de sus peculiaridades. Pero la pandemia lo ha colocado este año en noviembre, detrás de los otros tres grandes, y no habrá público en el recorrido. Además, la edición de 2020 se disputa con otro clima, otro horario y otra luz que pueden influir en las condiciones de un campo sin cambios importantes.
De todas formas, no será hasta que hoy empiecen a llegar los jugadores y se metan en la faena de las rondas de práctica cuando conozcan cómo se comporta la hierba bermuda, cómo afecta a las zonas de rough o al rodar de la bola en los greenes o cómo vuela la bola en condiciones de mayor humedad. Porque esta fecha del año obliga a ajustar los tiempos de juego para poder acabar las jornadas con luz natural. Para empezar y con el fin de proteger la burbuja sanitaria, se ha suspendido el tradicional torneo de pares 3 del miércoles donde algunos jugadores podrían compartir hoyos con familiares o amigos.
La lucha por el torneo arrancará el jueves con los golfistas repartidos en tríos, pero saliendo al mismo tiempo por el tee del 1 y del 10. Esto supone que todos los jugadores se encontrarán en los dos primeros días con el temible Amen Corner, ese tramo de hoyos del 11 al 13 que es leyenda del golf, muy pronto, casi sin haber roto a sudar y con los músculos aún en proceso de despertarse. El conocimiento del campo ayuda siempre en el Augusta National, que no suele engañar, aunque este año las condiciones pueden hacerlo más asequible que nunca a los grandes pegadores, según los expertos.
Y es por eso que todos apuntan a Bryson DeChambeu, que lleva unas semanas preparando específicamente el Masters. Hace poco, hizo público que en un entrenamiento había logrado un vuelo de la bola de 403 yardas, casi 370 metros, lo que pone a su alcance cualquiera de los pares 4 y 5 de Augusta en dos o tres golpes a poco que vaya recto. El jugador de Modesto jugó el campo la semana pasada junto a Sandy Lyle y por lo que cuenta el veterano escocés DeChambeau se dejó un montón de hierros cortes para llevar la bola a green. Las andanzas recientes del californiano corren de boca en boca y es ahora mismo el máximo favorito en las apuestas para llevarse la chaqueta verde.
Por detrás de él y en la semana de su cumpleaños, está Jon Rahm, otro que no ahorra energía desde el tee de salida. El jugador de Barrika, descansado tras su segundo puesto en el Zozo Championship, podía haber llegado al Masters como número 1 del mundo, pero Dustin Johnson, perfectamente recuperado tras pasar el covid-19, defendió una semana más esa posición.