a vida es maravillosa. A su pesar, a nuestro pesar, a pesar de todo. Y todo en ella está conectado y relacionado. Vamos, que la cosa casa. Perfectamente. A pesar nuestro. Desde el principio que sea, hasta el final que toque, es una cadena de acontecimientos y eslabones que a menudo nos sorprenden por coincidencia, causa o casualidad. Es maravillosa.

Cuando el primer milenio de nuestra era andaba por sus postrimerías, un alavés de linaje antiguo, con título y posesiones en Guevara, localizada y asentada, dicen, sobre la antigua Gebaia, en el municipio de Barrundia (Llanada Alavesa), salvó a quien sería luego rey pamplonés "robándolo" del vientre de su madre, Urraca, caída en batalla junto a su esposo, llevándoselo consigo a sus dominios para alejarlo de sus enemigos y presentarlo, al cabo de unos pocos años, como heredero del trono de los navarros. En Sangüesa fue reconocido Sancho, a quien rebautizaron Abarca por calzar éstas cuando el alavés le trajo de vuelta. Años después, Sancho Garcés II de Pamplona fundaría la fortaleza amurallada de Laguardia, aunque habría que esperar un par de siglos para que otro Sancho, el VII, el Fuerte, protegiera la plaza frente a los enemigos del sur, los castellanos. En esa muralla, mil años después, otro Ladrón de Guevara, Íñigo, descendiente seguro de aquel guerrero alavés, se ha reencontrado con el pasado, junto a la fortaleza que levantaran los Sanchos convertida hoy en frontón donde "nuestros vecinos la pueden disfrutar, pasearla, jugar a pelota y sentirla como algo muy próximo y nuestro", dice el alcalde Lucio Castañeda. "No podíamos consentir que se convirtiera en una zona de aparcamiento", añade. El frontón de Laguardia es hoy un espacio abierto donde los niños juegan y los mayores pasean. Allí jugó Lucio de niño, junto a los primos Valentín y Alberto Grández, y Narciso y Jesús Arbulu.

Desde 2006, un 19 de diciembre, el frontón luce placa y el nombre de uno de sus ilustres, el campeón del mundo Rodolfo Madrid. Y desde entonces, 14 años ya, julio y agosto veranean a la sombra del Torneo de la Muralla para alegría de los buenos aficionados del pueblo, alaveses y riojanos, y turistas de todas las partes. "Se empeñó el alcalde", nos cuenta Roberto Madrid, "y acometerá en breve las mejoras en la pared izquierda y en el suelo que facilite el juego pero no rompan ni el encanto, ni la belleza, ni las formas de nuestro monumento".

Las crónicas cuentan que ya se jugó en este sitio en el siglo XVI. En el XX se dibuja su forma actual. Se denominó Igarza, por una señora "que donó los terrenos", cuenta Roberto. La verdad es otra "pues hicieron falta doscientas mil pesetas para que los Castrillón cedieran los terrenos", puntualiza el alcalde. Los buenos años, los mejores, vendrían con la mitad del siglo pasado. Suenan los ecos del golpeo de los Pirolos, García, Calinterras€ de Tobera y Beistegui, de Cantarín y los Barberitos, de Nalda I, el tío de Luis Benito, compañero en mil batallas del mismísimo Rodolfo Madrid, de Zerain y Ochoa, del magnífico Ogueta.

En el 52, Ogueta y Galarreta, por Santiago, pudieron con Azpiri y García Ariño II. El Ciclón, que apuntaba maneras, estética y fuerza, con 15 años, era la estrella emergente, un prodigio. En el 54, continúa la fuente, Gallastegui, don Miguel, el grande, el fuerte, que no pudo defender el título de campeón del mano a mano ganado un año antes ante Atano; esperaba en la final a Barberito I y los organizadores "le obligaban a jugar tres festivales al precio de uno y se negó", cobró protagonismo. El campeón organizó su calendario y se dejó ver por los frontones con más solera. "Aquel año le vi en la muralla", me dice la fuente, "yo sentado en el suelo, con diez años, y él junto a Ormazabal contra Barbero III y Barbero II". Los cientos de espectadores apelotonados en el recinto, que no paraban de admirar cada una de las cortadas al txoko del genio, querían verle "tirar" de potencia -Gallastegui era un mocetón admirable- y se hacían oír. Algo harto, "le pegó tan fuerte que mandó la pelota donde debía estar el rebote". Pero no había pared sino un montón sillas de una grada supletoria imprescindible para celebrar el acontecimiento. ¡Qué buenos años!

En los 60, Anastasio Corres, zapatero remendón, pelotero y pelotazale "hacía pelotas y pelotaris". Y empezó Rodolfo que, con 14 años, le ganó un desafío a Barrugo Tobera, de 25 y envalentonó al padre, a Julián que lanzó a los aires: "No hay quien gane a mi hijo, de los de su edad, en toda Euakadi". La peña Gainza se trajo a Berasaluze IV, que ganó 18-17, "y tenía un año más" confesó un tal Urrutia, de la peña, lo que valió un segundo desafío un año después. Los hermanos Berasaluze contra Madrid y Beistegui y otra derrota por la mínima, 22 a 21.

La construcción del frontón nuevo, debajo del pueblo, junto a la variante "coincidió con que la afición cayó en picado", nos cuenta el cronista del todo un poco de la localidad, el cálido y afectivo Juantxu Martínez. "Los de este pueblo hemos sido, cuando tocaba, los campeones sin frontón", me dice. Y pondera los esfuerzos de la Sociedad de los Amigos de Laguardia y del club de pelota "en beneficio de nuestro deporte, nuestro frontón histórico y nuestra muralla".

Richar Garrido y Gorka González, junto a Oscar Díaz de Guereñu y los caldos Primicia han dispuesto un plan de verano, desde los últimos tres lustros, cuando el ambiente pelotazale se ha calentado al lado de un crío que ha ido creciendo con el sonido del cuero contra la piedra y vigilan estrechamente los Madrid, sus amigos, los familiares, el abuelo Tino Rey, emérito de la crónica y de la redonda, un crío que está haciéndose, estirando, al que colocaban un banco en la cancha para que no pudiera jugar de pequeño, "que conoce el suelo y la pared de la muralla como si ésta fuera su casa". "Ganar a Mikel en el frontón de la Muralla es muy difícil", coinciden todos.

Míkel Díaz de Guereñu e Íñigo Ladrón de Guevara lucieron txapela de primera contra Urmeneta y Aranguren. Jugaron los de pueblo y alrededores en segunda, los que tienen más afición que condición; como Asier Curero, que vivió de la cesta en América y "abrió aquí Las Postas y el Huerta Vieja". Y los niños venidos de mil sitios, pues la pandemia les privó del gusto y la oportunidad: Arribas de Barcelona, Sagastibeltza, nieto de Bengoetxea IV, y Ugartemendia, Nanclares e Izan de La Rioja.

Chavales, gente€ hay que abrir la muralla. Y abrir las ventanas y dejar que la vida pase con sencillez y se amontone y mezcle. Porque es maravillosa.