- Así no hay quien adelante crónicas. Cuando piensas que un equipo ha ganado, va y pierde el partido. Y cuando crees que el otro contendiente ha reaccionado y ya lo tiene en sus manos, va y tira todo el trabajo por la borda.

Todo en segundos, casi imposible de digerir. Del parcial de 17-0 con el que el Baskonia pareció hundir al Barcelona (69-58) entre el final del tercer cuarto y el comienzo del último al 2-14 con el que se levantó el conjunto catalán para acabar haciéndose con el triunfo.

Una locura de partido. Por momentos parecía que nos encontrábamos en pretemporada. 41 pérdidas de balón entre los dos equipos, 19 el Barcelona y 22 el Baskonia. Un correcalles en toda regla en algunas fase del un encuentro, aún y todo, apasionante por las alternativas en el marcador. Sobre todo al final.

Hasta entonces, el Barcelona intentaba despegarse sin éxito de un rival pegajoso y pesado hasta la extenuación. Sin los puntos habituales de Giedraitis, sin aportación alguna de Peters, sin ayuda de los jóvenes... Y aún así, siempre con el aliento en el cogote de su adversario.

Una labor de desgaste demoledora, incomodísima para quien la sufre. A pesar de la imponente reaparición de Mirotic y la intermitente solvencia de Brandon Davies bajo el aro baskonista. Sin embargo, el Baskonia había conseguido anular muchas piezas de Jasikevicius y esperaba agazapado la oportunidad de asestar el hachazo definitivo.

Se tuvo que agarrar, eso sí, al enorme descaro de sus bases, al imperial momento de forma de Polonara, al oficio de Dragic y a la ilusionante incorporación de Fall al juego baskonista, cada vez más integrado, cada vez más importante.

Y así, en cuanto el Barcelona se despistó un momento, el Baskonia ya tenía once puntos de ventaja a su favor. Una táctica del conejo brutal, irreversible... salvo ayer.

Jasikevicius pidió un tiempo muerto y Dragic perdió un balón, otro más, cuando ya no había nadie entre él y el aro contrario. Seguramente ninguna de estas dos circunstancias tuvo nada que ver, pero lo cierto es que el vuelco fue completo, absoluto. El Baskonia se volvió timorato, dubitativo. Y el Barça, que estaba medio muerto, no tuvo más remedio que acabar de creérselo.

Como dijo Ivanovic, ayer se demostró que lo imposible es posible. Aunuqe quizá atinó más Jasikevicius en su análisis: "No tengo ni idea de cómo lo hemos hecho".