- Que Mercedes domina con mano de hierro el Campeonato del Mundo de Fórmula 1 ya es muy evidente, con seis victorias de siete posibles; solo Max Verstappen se ha colado en el primer peldaño del podio. Y que Lewis Hamilton camina solo en el Mundial de Pilotos también es ya otra evidencia, con cinco triunfos de los seis que ha firmado su escudería, porque Valtteri Bottas, que se impuso en la carrera que estrenó la temporada, desde entonces solo ha cedido puntos con respecto a su compañero de equipo, intratable ayer en el marco del Gran Premio de Bélgica. Tal fue la actuación del poleman que apenas captó planos de cámara, marginado, exiliado en la gloria.

“Hamilton tendrá ocho títulos de F-1 en 2021”, sentenció Alain Prost días atrás. De momento el inglés posee seis coronas, pero la séptima, que es un récord de la F-1 que firma Michael Schumacher, se acerca cada domingo, como también se acorta la diferencia con el récord de 91 victorias, también obra de Schumacher, del que ya está a solo dos. Desde luego, la superioridad de Hamilton es abrumadora. Camina a sus anchas, con unas conquistas con apariencia de adjudicadas al de unos metros de lanzarse las carreras. Es por ello que el hexacampeón se esmera en inyectar valor a sus gestas, un tanto deslucidas por la escasez de competencia. Y es que si el valor de las victorias lo concede el nivel de los rivales, el precio de su currículo estaría devaluado.

“No ha sido una de las carreras más fáciles. He perdido temperatura en los neumáticos. Y ya al final, me he puesto nervioso al pensar que el neumático delantero podía no aguantar y que podía pasar algo como lo de Silverstone”, expresó el piloto. Lo cierto es que nada amenazó su liderato. Sostuvo a raya a Bottas, segundo, que a su vez contuvo a Verstappen, tercero. Jornada tranquila para Hamilton y “bastante aburrida”, según manifestó el de Red Bull, lo que también pudo pensar Bottas, ya que los tres rodaron en solitario y sin opciones de alterar las posiciones de podio. “No tenía nada que hacer. No podía seguir el ritmo de los Mercedes. No he disfrutado. Hemos sido terceros, más de eso era imposible”, cerró Verstappen como la prolongación del segundo doblete de los coches alemanes. Vive paralelismos Mad Max: posee motivos para la desesperación, porque asume que su techo es el tercer cajón, pero a la vez no desfallece ante cada ocasión de desbancar a algún Mercedes. Siempre está al acecho.

El neerlandés dispuso de dos oportunidades para rebasar a alguna de las flechas negras: la primera fue en la salida; la siguiente llegó tras la aparición del safety car en la vuelta 11 y la posterior reanudación de la carrera. Pero nada de nada. No hubo manera, aunque el consuelo es que conserva la segunda plaza del campeonato. Eso sí, con solo siete carreras disputadas de las diecisiete previstas, está a 47 puntos de Hamilton, quien además alardea de estado de forma: “Tengo 35 años pero me siento mejor que nunca, y eso es lo positivo”. Bottas, a priori el mayor rival del vigente campeón, es tercero a 50 unidades del liderato. Demasiado a estas tempranas alturas del año.

No se puede decir que Bottas no lo intente. De hecho, con solo seis vueltas agotadas y rodando a un segundo y medio de Hamilton, el finlandés solicitó más potencia para asaltar a su compañero de garaje. Pero en Mercedes tienen claro quién es el jerarca. Cuando Bottas pidió activar el modo empuje desde la radio, le privaron de la velocidad extra. Al escudero le recordaron que está pactado que no se empleará en una lucha entre compañeros, a lo que Bottas respondió: “No he escuchado esa orden nunca”. Tras la prueba y al ser preguntado ante el micrófono, reiteró, aunque sin querer entrar en mayores polémicas: “No tenía ni idea de esa instrucción”. Sea como fuere, estas son las particularidades de un deporte de equipo. Y Hamilton se dirige hacia la cúspide de la historia del automovilismo; no será su equipo quien le detenga, al revés.

La ganancia de posiciones se vendió cara en el veloz Spa-Francorchamps. Tanto fue así que no hubo cambios en las seis primeras posiciones respecto al primer paso por meta. Al trío de destacados le siguieron, en este orden, los Renault de Daniel Ricciardo y Esteban Ocon y Alexander Albon (Red Bull). Después, en séptima posición, cruzó la meta Lando Norris, el único piloto de McLaren, dado que Carlos Sainz no pudo tomar la salida al sufrir un problema en los escapes a media hora de comenzar la prueba. La mala fortuna se ha pegado como una garrapata al madrileño, que salía séptimo. Luego clasificó un Pierre Gasly elegido por la afición como Piloto del Día. Su propuesta estratégica, diferente al resto al partir con neumáticos duros, le permitió ser el piloto con más adelantamientos de la jornada, ya que llegó a rodar en penúltima posición y vio la bandera ajedrezada en octavo lugar. El francés fue el gran animador.

Ese papel de agitadores, a priori, podía ser para los pilotos de Ferrari, Charles Leclerc y Sebastian Vettel, que largaban desde la duodécima y decimotercera plaza, respectivamente. Al menos, era la esperanza de un Vettel que se encomendaba al ritmo de carrera para auparse en la parrilla. Nada más lejos de la realidad. Los monoplazas rojos se debatieron con Alfa Romeo y Haas, las otras dos escuderías que montan la unidad de potencia Ferrari. Es más, el primer coche con motor italiano fue el de Kimi Raikkonen, con el duodécimo puesto. Después llegaron Vettel y Leclerc. Precisamente el monegasco, decimotercero ayer, el año pasado logró en este mismo escenario su primera victoria en la F-1. Incomprensible. Hay tanto que cambiar que debe resultar irrisorio escuchar la sonata del triunfo de Hamilton: “Otra victoria más; y puede que esto no sea lo que todo el mundo quiere, que siempre gane Mercedes. Pero ahora mismo bajaremos de nuevo nuestras cabezas y seguiremos trabajando. Y evolucionando”.