- Llegó Chris Froome acompañado por la cháchara de Jonathan Castroviejo, escudero fiel, desde el pasado, cinco minutos después de que todo se resolviera en Saint-Christo-en-Jarez. El británico asomó ajeno a lo aconteció porque no pudo verlo. Demasiado rápido para su mirada, tremendamente duro para sus piernas, doliente para su corazón, punzante para su orgullo de campeón. Al británico, emperador de la Francia ciclista, vencedor de cuatro Tours, el presente le pasó por encima a la velocidad de un caza, el del escuadrón del Jumbo, donde Van Aert, con la turbina a pleno rendimiento después de sus vuelos rasantes en la Strade Bianche y la Milán San Remo, volvió a coronarse. Wout Van Aert es un chupinazo, la algarabía del Jumbo, que encajonó otra vez al Ineos a poco más de una calle del Tour. En el pulso entre ambos bloques, se impuso el Jumbo, que gobernó el arranque del Dauphiné sin miramientos. Tal vez sea el nacimiento de una dinastía.

Solo Egan Bernal, tercero, demostró su profunda huella y mantuvo el empuje que se le supone al campeón del Tour, que evidenció que él es el referente del Ineos, su clave de bóveda. Froome, el que todo lo fue, claudicó en el primer acto del Critérium del Dauphiné, la carrera en la que el pasado año se frenó su reinado en la Grande Boucle. El británico se hizo añicos y, aunque encolado por su afán de recuperación y su piel de campeón, no puede engancharse al ciclismo de la velocidad de la pandemia. El ciclismo, una célula durmiente durante cinco meses, huye despavorido desde que regresó de las catacumbas. En tiempos de incertidumbre, de protocolos sanitarios y mascarillas, no mira para atrás. No hay tiempo que perder. Menos aún para rendir homenaje a sus mitos. Manda la gula, el ansia y la prisa. Cada metro es un esprint, un sálvese quien pueda, como si la carrera se disputará para escapar de los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Glotón, el equipo holandés galopó inmisericorde en la prueba que sirve de aproximación al Tour. A París se va por la senda del Dauphiné y la formación neerlandesa chasqueó el látigo del frenesí. “Fue una gran victoria del equipo”, explicó Van Aert tras batir a Impey y a Bernal en una llegada cheposa y explosiva, donde se dejaron ver Roglic o Pogacar y Landa no perdió tiempo. El pasaje que retrató a Froome se produjo después de un día a todo trapo, veloz el pelotón, transitando sin respiro por los paisajes del Macizo Central, atestado de incomodidades, de siete cotas que servían de filtro y enlazado el final con un by-pass de dos ascensiones. Rigoberto Urán lanzó la primera salva. El colombiano, en su reinicio en la competición, se destacó de un pelotón adelgazado para entonces, sin la presencia de Froome, ya desconectado.

Ineos comprendió que mandaba el Jumbo y solo Bernal, poderoso, y Thomas, se colaron en el reparto. Landa, capo del Bahrain, se mantuvo en un segundo plano pero no concedió ni un solo segundo respecto a Van Aert. El movimiento de Urán convocó de inmediato a Roglic, hermanado con Dumoulin y su profundo pedaleo. Al colombiano, entusiasta, lo secó la caballería del Jumbo, siempre a toque de corneta. Desgastada la esperanza de Urán, Tiesj Benoot buscó un imposible. Dumoulin, una locomotora, le descabalgó. Kruijswijk serenó cualquier pulsión hasta que, arrebatador, Van Aert arrancó con el carburante de la confianza repleto. El belga que levantó el polvo de la Strade Bianche y saboreó el dulzor de la Milán-San Remo, continuó cosido a la felicidad. Supersónico, desfondó a Impey y soportó a Bernal. Van Aert no se baja del cielo. Sigue subido en un cohete.

Primera etapa y general

Del 20 al 27 de septiembre. La Unión Ciclista Internacional (UCI) está dispuesta a buscar una alternativa a la suspensión de los Mundiales de ciclismo, que iban a disputarse en Aigle-Martigny entre el 20 y 27 de septiembre. El órgano rector del ciclismo desea una alternativa europea, pero el panorama para la celebración de la cita mundialista no parece muy alentadora. Ayer, el comité organizador de la prueba anunció que los Mundiales no podrían celebrarse en Suiza. Las últimas medidas sanitarias adoptadas por el Consejo Federal prohíben la organización de eventos de más de 1.000 personas o que involucren a más de 1.000 personas, para combatir la epidemia, hasta el 30 de septiembre.