- Mercedes asistía un nuevo paseo por un circuito de Fórmula 1, en este caso Silverstone y su Gran Premio de Gran Bretaña, cuarta cita del calendario. Lewis Hamilton domaba la carrera reteniendo a su compañero de equipo, Valtteri Bottas, a entre 1,5 y 2 segundos de diferencia. El líder del campeonato transmitía un espíritu conservador -¡y menos mal!-. Se atisbaba más gloria para la fábrica alemana, que se encaminaba a por un nuevo doblete, con Max Verstappen en tercer lugar, a unos 10 segundos de distancia. Bromeaba el neerlandés sobre su carrera, aislado del gentío, en tierra de nadie pero en puesto de podio. "¡Acuérdate de beber!", decía a su ingeniero. Un discurso mezcla de ironía e impotencia. Si bien, por radio también se alertaba de manera general sobre los problemas con los neumáticos, que mostraban ampollas. Y esto no era ninguna broma.

De pronto, en la vuelta 50 de las 52 pactadas, cuando todo se intuía visto para sentencia, Bottas sufría un pinchazo. Adiós al segundo puesto. En ese mismo giro, Verstappen, que saltaba al segundo lugar, pasó por el garaje para proteger la segunda plaza de la amenaza de un problema con sus gomas y, de paso, para asaltar la vuelta rápida que a la postre se adjudicaría. Mad Max gozaba de una importante renta sobre Charles Leclerc, cuarto durante casi toda la carrera, pero que se aupaba a un insospechado tercer cajón tras el percance de Bottas. El monegasco es mano de santo para Ferrari, muy por encima de las prestaciones mecánicas. Su homólogo en la escudería italian, Vettel, acabó décimo.

Ya en la última vuelta el drama fue a mayores. Carlos Sainz, que era cuarto, se convertía en nueva víctima de los caprichos de Silverstone. Uno de sus calzos se resquebrajó. De un gran resultado merced a una tremenda salida, pasó a la gran decepción. Vive abrazado a los malos farios Sainz...

Por último y como colofón, en ese último abrazo al trazado británico, Hamilton bebía de la misma desdicha. Padecía el mismo problema que Bottas (11º) y que Sainz (13º), reventón de la rueda delantera izquierda. Entonces comenzó la agonía. "Tenía el corazón en un puño. Iba rezando. Escuchaba cómo se iban descontando los segundos". Verstappen rodaba a más de 30 segundos, pero el descuento se aceleraba a ritmo endiablado: 25, 20, 15, 10... Una sangría. Los metros hasta la meta parecían inagotables para Lewis, que trataba de mantener su coche en pista, cojo, descalzo, con tres ruedas. Enfiló. Vio la bandera ajedrezada y pisó a fondo, bien agarrado al volante. En su estela aparecía Verstappen, que no se llevó la victoria por un suspiro.

Es más, de no haber cambiado de neumáticos por segunda vez -la estrategia general fue de una parada- para buscar la vuelta rápida, Verstappen tal vez se habría embolsado el triunfo. Aunque su lectura fue otra. "He sido afortunado y desafortunado. En carrera los Mercedes eran demasiado rápidos. A falta de 10 vueltas las gomas tenían mala pinta. Luego Valtteri pinchó. Me parararon para ir a por la vuelta rápida y luego Lewis pinchó". Quería decir Verstappen que puede que de no haber realizado esa parada extra que pudo haberle privado de la victoria, quizá sería otro de los damnificados por un pinchazo, como Bottas o Sainz. Cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacío. Verstappen está sentando madurez o a lo mejor está invadido por la desazón de verse por delante de un Mercedes por una causa ajena, como la ocurrida ayer con Bottas. "El pinchazo de Bottas nos ha regalado el segundo puesto", admitió, cual lamento.

"Ha estado cerca", suspiraba Hamilton, que al bajarse del monoplazaba se echaba las manos al casco. "Nunca he experimentado algo así. Casi se me para el corazón", confesó. Quién le hubiera dicho lo que le aguardaba a la vuelta de la esquina cuando dominaba con mano de hierro un anodino gran premio, porque ayer los adelantamientos se cobraban caros por su escasez. Y ello a pesar de la igualdad que imperó entre los participantes, con la salvedad de los Mercedes y de Verstappen. Durante varios tramos hubo media docena de pilotos seguidos a distancia de DRS. Pero Silverstone apenas ofrece puntos de adelantamiento. Ni con los dos safety car que aparecieron -vuelta 1 y vuelta 13- se agitó demasiado la carrera. La emoción y la sorpresa fue la traca final.

Se puede hablar de la suerte del campeón, de que los hados reservan a Hamilton el mejor de los destinos. Está a un título de igualar el récord de los siete que atesora Michael Schumacher, y con desenlaces como el de ayer, se antoja complicado que se le escape. El británico, si es necesario, gana cojo. Lo de ayer puede tildarse de fortuna, ya que un pinchazo semejante y solo un par de curvas antes en una carrera que tiene un total de 936 ángulos le hubiera despojado de su victoria número 87, la que le deja a solo cuatro del mejor registro histórico, también en posesión de Schumacher. Asimismo, este guiño del destino y la mala pata de Bottas, aislan a Hamilton en un campeonato en el que cada abandono es más determinante si cabe, dada la estrechez del calendario. Amaneció con 5 puntos de ventaja sobre Bottas y se acuesta con 30. Y la próxima cita será el próximo fin de semana en el mismo escenario. Eso sí, Mercedes y Sainz ya están prevenidos del cuidado de sus calzos.

Clasificación de la carrera

Kevin Magnussen (Haas) Abandono

Nico Hülkenberg (R. Point) No empezó

Mundial de Pilotos

Mundial Constructores