- ¿Cómo iba la temporada cuando todo se detuvo?
-Poco a poco. Cada vez me encontraba mejor. Pero la verdad es que había costado arrancar. Tras entrenar por aquí durante el invierno, el calor que tuvimos en enero en Argentina, en la Vuelta a San Juan, fue una especie de mazazo. En Andalucía, dentro además de un nivel superior, las sensaciones ya fueron otras, mucho más positivas. Y cuando la temporada se interrumpió estaba preparándome para correr en Portugal la Vuelta al Alentejo.
De la carretera al rodillo.
-La etapa de la cuarentena tuvo dos fases distintas. Durante las dos primeras semanas, la consigna que nos pusimos fue no perder nada de forma, o al menos perder lo mínimo. Pensábamos que el parón duraría poco y que enseguida volveríamos a la competición. Así que mantuvimos las intensidades altas de entrenamiento y también cierto volumen de trabajo. Pero pasaron los días y enseguida empezamos a ver que la cosa iba a peor. Levantar el pie era entonces lo más inteligente. No había carreras a la vista. Y piensa también que, llegada ya la tercera semana encerrados, el tema psicológico empezaba a pesar.
¿Cómo se tomó el hecho de no poder entrenar al aire libre? Desde el gremio ciclista se reclamó el permiso para hacerlo, incluso en fases más estrictas de confinamiento.
-Yo entiendo y comparto que la salud de todos es lo más importante. Y asumo que la actividad de los ciclistas no figura entre las esenciales. Los ciclistas no somos esenciales. Pero, una vez que se permitió que en otros empleos comenzaran a funcionar de nuevo, los corredores defendimos poder hacerlo también. La gente tiene que comprender que, para nosotros, igual que para cualquier otra persona, nuestro puesto de trabajo es lo más importante.
Un puesto de trabajo que implica salir en bicicleta.
-Claro. Pero es que además hay casos y casos. Un ciclista de cierta edad, que ha alcanzado ya un rendimiento sostenido y que compite cerca de su límite cada temporada, puede arreglarse mejor con un trabajo de mantenimiento. Pero un corredor joven como yo (Jokin tiene 23 años), que vive sus primeras campañas como profesional, obtiene constantes beneficios de la competición y de los entrenamientos. Salir a la carretera es lo que permite que su evolución no se vea cortada, en un período muy importante de su trayectoria. Y claro, súmale a esto que, en otros países de Europa, los ciclistas con los que luego compite han estado entrenándose con normalidad durante semanas.
¿Qué hay de lo empresarial? ¿Ha detectado preocupación entre sus compañeros de pelotón ante la crisis económica que se avecina?
-Está claro que, en este sentido, nuestro deporte es diferente a otros. Los patrocinadores tienen un peso muy grande en el presupuesto de los equipos ciclistas. Y esos patrocinadores son empresas, susceptibles de sufrir esa crisis que comentas. Si una compañía de zapatillas ve que sus ventas descienden, la situación afectará indirectamente al equipo al que esponsoriza.
¿Ustedes están tranquilos en el Euskaltel Euskadi?
-Afortunadamente, parece que la cosa en nuestro equipo no está tan mal. Pero esto es solo momentáneo. Somos conscientes de que, si la situación general continúa empeorando, lo terminará haciendo para todos.
La Itzulia se ha suspendido y la Vuelta a España no les ha invitado. Dos golpes duros.
-Cuando te enteras sientes tristeza, no te lo voy a negar. Pero hablamos de circunstancias que no dependen de nosotros. La Itzulia no se va a poder celebrar. Y lo de la Vuelta se decide en función de los criterios que tengan los organizadores. En este año ilusionante, nos ha tocado, finalmente, quedarnos sin correr una y otra carrera. Pero volveremos. Las malas noticias, si no te matan, te hacen más fuerte.
¿No le preocupa lo reducido que puede quedar ahora el calendario del equipo?
-Si quieres que te diga la verdad, no tengo ni idea de qué carreras vamos a correr de aquí al final de la temporada. Encerrado en casa, me centré en pasar cada día mejor que el anterior. Y ahora se trata de ir recuperando la normalidad con los entrenamientos. Si todo va bien, competiremos lo que nos toque este año. Y si no, esperaremos al siguiente.
Cifras. No hace falta subrayar que un ciclista no cobra lo que, por ejemplo, un futbolista. Son contados los casos de corredores con sueldos millonarios, y muchísimo más frecuentes los de salarios ajustados a los límites pactados en su día por la agrupación mundial de equipos, el sindicato de los propios corredores y la UCI. Un ciclista de un equipo de la segunda categoría, del Pro Team (Euskaltel Euskadi y Caja Rural), debe percibir en 2020 un mínimo de 32.102 euros anuales, 26.849 si es neoprofesional. Este tope por lo bajo asciende a 40.045 y 32.102 euros respectivamente en conjuntos de primera categoría, del World Tour (por ejemplo Astana).
"Nuestro deporte es distinto a otros. El peso del espónsor en el presupuesto de un equipo ciclista resulta muy importante "
"Un corredor joven como yo obtiene beneficios constantes tras cada competición y tras cada entrenamiento"