- La suspensión -de momento provisional- del Ironman de Vitoria supone un importante mazazo a todos los niveles. Y es que pese a la que estaba previsto celebrarse el próximo 12 de julio era únicamente la segunda edición de la prueba bajo el paraguas de la histórica franquicia, la excelente labor desarrollada durante la década anterior como triatlón de larga distancia y el notable éxito del estreno de 2019 la había convertido en una cita muy esperada por todos. Así lo demuestra el hecho de que, desde el pasado mes de noviembre, había colgado el cartel de completo.

De esta manera, los 3.090 dorsales que se habían puesto a disposición de los interesados se habían agotado muchos meses antes de la disputa de la prueba. Un dato que resulta todavía más espectacular teniendo en cuenta que supone un incremento de prácticamente mil participantes respecto a los 2.100 que estuvieron en la línea de salida en la edición de 2019.

Para todos aquellos que habían convertido a la capital gasteiztarra en una parada obligada dentro de su calendario competitivo la imposibilidad de cumplir con sus planes supone, evidentemente, un varapalo importante.

Como también lo es, no cabe duda, para la propia ciudad, que ha realizado un esfuerzo importante para acoger un evento de estas características pero que también recibe a cambio una notable cosecha que en esta oportunidad no llegará. Basta con realizar un breve repaso de algunos de los datos que ofrece este Ironman para comprobarlo. Así, por ejemplo, el año pasado estuvieron representados en la prueba vitoriana 53 países y para la de 2020 ya había confirmados 80, dando lugar a un 64% de participación extranjera.

Esta masiva llegada de participantes procedentes de las latitudes más insospechadas y en la mayoría de los casos junto a varios acompañantes supone uno de los puntos calientes del año para la hostelería del territorio, ya que de media pernoctan al menos dos noches en la zona y se convierten en potenciales clientes de la restauración y el comercio. Lo que se traduce, por ejemplo, en los siete millones de euros de impacto directo que se estimaron en la edición del año pasado.

Un efecto positivo que no se reduce únicamente a esta cifra sino que se traslada también a la excelente campaña comercial que supone para la ciudad y su entorno y que sin duda ayuda a la futura llegada de nuevos visitantes. En 2019, por ejemplo, casi tres millones y medio de personas siguieron el Ironman de Vitoria en directo a través de Facebook Watch. Ahora todo eso queda, desgraciadamente, en el aire.