ace apenas dos meses, en las entrañas de San Mamés, engalanada La Catedral para la ocasión con el color naranja del Euskaltel-Euskadi —la firma telefónica se sumó poco después al proyecto de la Fundación— Jon Fernández, gerente de Orbea, departía distendido y relajado después de la presentación de los equipos de la Fundación: el profesional, el sub-23 y el femenino. La factoría vasca de bicicletas, que hunde sus raíces en el tuétano del ciclismo desde que cambió los tubos para fabricar armas por la geometría para construir cuadros, nutre a todos los equipos y en el templo del Athletic se podían observar sus relucientes máquinas. Las bicis con las que pedalear los sueños.
Aquella escena parece pertenecer a otro siglo ahora que el coronavirus lo ha fagocitarlo todo y cada día de confinamiento se asemeja a una vida. La pandemia generada por el covid-19 ha atacado primero la salud y después al resto de estamentos de la sociedad. En un mundo desconcertado por la virulencia de la epidemia, la tramoya que sostiene el ciclismo aguanta a duras penas. Las carreras han arriado sus banderas, los ciclistas pedalean sobre rodillos en sus hogares y en ese viaje lisérgico, alucinante, las marcas de bicicletas, sostén económico de diversos equipos, se aprietan el cinturón para afrontar un contexto repleto de incertidumbre. "En nuestro caso, los planes de negocio estaban marcados hasta Semana Santa. Pero en esta situación hay que cambiarlo todo. No sirve ningún cálculo anterior", explica Fernández a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.
Apuntalado el presupuesto del Euskaltel-Euskadi, donde Orbea aporta una cantidad económica sensible -"mantener el presupuesto que Orbea asigna a la Fundación, no es el mayor reto al que vamos a enfrentarnos", subraya el gerente de la empresa-, el reto de la empresa vasca es más global, como pulso de la pandemia. En paralelo al aplazamiento de carreras y el cierre de las carreteras, Orbea trata de adaptarse a un escenario prácticamente desconocido por todos, repleto de variantes, cambiante por minutos y tremendamente complejo. "El nuestro es un producto global, con mercados alrededor del mundo. Los diferentes gobiernos en el mundo van tomando sus decisiones de cierres y confinamientos y a nosotros nos toca actuar en consecuencia. El otro día salió un contenedor para Brasil. Pero en Nueva Zelanda están cerrando la llegada de mercancías y lo mismo en Australia. Luego están mercados como el de Estados Unidos y Gran Bretaña. No sabemos lo que harán, pero en estos países el ciclismo está calificado como actividad económica esencial. Estamos a expensas de esas decisiones".
En la fábrica de la compañía en Mallabia, su corazón, se ha trazado un plan de contingencia. "Producimos menos. Para mantener las distancias y que los trabajadores pueden realizar sus tareas sin riegos para la salud, en el mismo sitio de antes trabaja menos gente. Hemos tenido que adaptar los turnos", expone Fernández, que enfatiza que la venta on line continúa. "Los pedidos en ese sentido se mantienen. El que tenía hecha la compra, y no hablamos precisamente de bicis baratas, la está reclamando". Sin embargo, el modelo de negocio de Orbea pasa por los distribuidores y las tiendas físicas están cerradas. "Lo nuestros el click&collect, algo así como elegir y recoger. Mandamos las bicicletas a las tiendas para que las monten y las ajusten a gusto del cliente".
Las tiendas pequeñas de bicis, analiza el responsable de Orbea, son el eslabón más débil en la cadena de la economía, afectadísima por el coronavirus. "No es lo mismo un distribuidor potente que una tienda, que por ejemplo tenga tres empleados y tenga que hacer frente a una renta, a unos sueldos, a los pagos de facturas de proveedores y a otros gastos sin ingresos durante tres meses. Eso es muy duro. En ese aspecto, en el sector se mira con preocupación el impacto sobre los más débiles, por eso es muy importante que todas ellas analicen las ayudas que desde los diferentes administraciones se están poniendo en marcha. Es vital que busquen y encuentren financiación ajena".
Aunque Orbea tendrá que reinventarse porque "no se sabe cuándo ni cómo acabará esto y las proyecciones que había ya no sirven", Fernández sostiene que las empresas grandes disponen de herramientas para paliar en lo posible la bajada de la producción. "Los grandes también sufren, pero tienen otras posibilidades. De lo que se trata es de salvar el año lo mejor posible porque nunca hemos conocido este nivel de incertidumbre en la proyección de posibles escenarios futuros".
En ese aspecto, sugiere el gerente de Orbea que las empresas del sector deportivo normalmente no siguen las tendencias de los grandes ciclos económicos, sobre todo, en productos de alta gama. "Curiosamente cuando se producen crisis, la gente dispone de más tiempo libre y la alternativa de la bici está ahí. Además se suele fomentar el uso de la bici", expone Fernández. El gerente de la factoría vasca calcula que los mercados irán recuperando el pulso poco a poco. "Me da la impresión de que se los mercados se irán abriendo paulatinamente y como la bicicleta es un transporte de movilidad individual, no serán los últimos en recuperar cierta normalidad".
Con todo, Fernández observa que la crisis del coronavirus a diferencia de la que se registró en 2008, está teniendo otra respuesta por parte de las autoridades que, probablemente, facilite la recuperación del tejido empresarial. "Los gobiernos están apostando por inyectar dinero, lo mismo que los bancos centrales, para amortiguar en lo posible el golpe. En 2008, en cambio, se optó por la austeridad y el consumo de las familias se resintió considerablemente. En ese sentido creo que la recuperación será mejor y más rápida". Entre tanto, Jon Fernández, trata de liderar el pelotón de Orbea ante su gran desafío.
"Mantener el presupuesto que Orbea asigna a la Fundación no es el mayor reto al que vamos a enfrentarnos"
"En el sector se mira con preocupación el impacto sobre los más débiles"
"Con las crisis la gente tiene más tiempo libre y la bicicleta es una alternativa que está ahí"
Gerente de Orbea