Era pequeño, flaquito, con una melena lacia y unos andares?”, dice Isaías Ibarra, que “me lo puso a huevo”. Y se lo puso. “Fue él”, reconoce Gamboa. Pantera Rosa, Pink Panther, Panther y Pantera a secas, “como me dicen todavía hoy cuando me dispongo a sacar”. Es cierto, le miras cómo se mueve por la cancha, cuando anda sobre todo, lento, parsimonioso, medio bailando, zancada larga, y echas en falta un rabo rosita donde se le acaba la espalda. Ibai Endika Fernández de Gamboa Villa es la pantera. Pero la rosa. No el bellezón ese negro que acecha en la jungla, armonioso y musculado, al acecho de la víctima en lo alto de un árbol, de ojos acerados y penetrantes, vigilantes, sobre el cogote del rancho del día. Más bien una pantera desganada, algo pasota, lánguida y despreocupada, con poca hambre y menos ganas aún de pelear por la comida. “Es algo vaguete”, insiste Isaías, “poco sufridor”, de ahí que no haya sido mucho más jugador, pues, según su maestro “tiene buena derecha, le da duro para tan poca chicha y? tiene bonitas posturas”. Y sentencia: “pero todavía es joven”. Cierto. Gamboa cumplirá 27 años en cuanto pasen las fiestas de La Blanca. Nació en Vitoria el 11 de agosto de 1992. “Isaías es el mejor y con la edad va dulcificándose”, dice Gamboa en referencia al maestro, “que siendo chavales nos imponía un montón? tenía mala hostia”.

Se apuntó a la escuela a los seis años pero no le admitieron hasta un año después. El padre, Kike, se lo llevaba con él a todos los lados. Se colaban en el seminario, se pasaban por Los Fueros o por el frontón de Aranzabela con palas, raquetas y pelotas goxuas -le pegaban a todo- “aunque la cesta ya me tenía loco”. No le importó esperar todo el año hasta poder entrar en la Escuela del Gasteiz Jai Alai. Hizo pandilla con Ortzi, Mendi y Ekhi y “las liábamos bien liadas”. Apunta a Ekhi como “el más gamberrete” y al cuartico de los trofeos como el lugar preferido, “donde Esteban -el primer maestro- nos llevaba una cocacolas después de entrenar”. Entre tanta trastada, algún que otro extintor “muerto por accidente”, las broncas “y persecuciones de Sierra”, los chavales, sobre todo Ibai, recuerdan a Inciarte, “que trabajó un tiempo en el Botxo, el bar de mi padre” y a Ander Landa, “que andaba la hostia, un delantero cojonudo”. Esos dos fueron sus referentes de crío. Hoy, señala a Olha, de Iparralde, y a Hormaetxea como los delanteros en los que se fija. El vasco-francés “va como un loco y depende del día y de su físico” y Hormaetxea es un rematador “sin miedo a fallar y rematar lo que sea”. “Aunque la máquina es Goiko”, sentencia al final. Entre los zagueros a los que admira se decide por el compañero y amigo Ekhi. “Se ha hecho él solo, por sí mismo, y ha llegado para estar, y ganarles también, con los mejores”. Ekhi no es un tipo de medias tintas, “te dice lo que tenga que decirte, bueno o malo y a la cara”. En el frontón es igual. Le pega duro, muy seguro “es listo y muy zorro”, completa Ibai, y añade: “de pequeño apuntaba, le daba calor y velocidad”.

Con ocho, quizá con Ekhi, en el 2.000, “jugamos la final del escolar, la de los txikis”. Fue en Ordoñana, cuando el escolar llegaba a los pueblos en alguna final. “Diría que ganamos”, dice. Aquel, el primer trofeo. El primer viaje, pocos años después, un crío todavía, “para participar en el País del Bidasoa de los Gamarra”. Recuerda mejor el largo fin de semana en el albergue, entre Elizondo y Oronoz, que la cita deportiva en sí misma. 30 pelotaris entre los que estaban Iñaki y Óscar del Rio y “eliminado a la primera jugando con un chaval guipuzcoano, Zulaika”. Con Xabi Gamarra hizo “buenas migas”, mantiene buena amistad y ha compartido unas cuantas anécdotas. Xabi e Iranzu, de Jai Alai Events, organizan actividades y espectáculos mediante los cuales dan a conocer la cultura y deporte vascos. En cierta ocasión, en pleno Alderdi Eder donostiarra, había que montar un evento. Y nada mejor que hacerlo con una sonrisa, la que provocó la llegada de Xavi en una destartalada furgoneta rosa, subida por las aceras, con un frontón portátil dentro. Fue un día duro de trabajo “y el día más divertido”. Lo dice bien Isaías: “Si te quieres divertir al frontón has de venir?”.

A los 14 sumó dos Provinciales consecutivos. El primero con Óscar del Rio y el segundo con Ekhi. Hubo de esperar 10 años, en 2017, para volver a ganar. Un título senior junto a Edu Suso guardándole la espalda y frente a Dani y Txurruka. Tiene un montón de títulos de segundón. Muchos subcampeonatos en casa, en el GRAVNI? “hasta en un Europeo”. En un sub’ 22 del GRAVNI Gamboa y Ekhi habían arrasado en la liguilla donde jugaban Zuloaga y Barandika entre otros. La semifinal enfrentó a Álava con la pareja vizcaína en la que jugaba Barandika, “que nos metió un repaso de órdago a la grande”, recuerda Ibai. Les tocó jugar en Logroño, en un frontón anchísimo “donde ni la vimos. Menuda tunda nos metió Vizcaya”.

En cuanto al peor partido, no tiene que echar la vista muy atrás. Una final de Xistera en Noain, en 2018, con Uranga de pareja y frente a Aaron y Avellano. Hay imágenes en youtube que “si no las ve nadie mejor?”. Partido de mucho fallo en el que Aarón ya empezaba a mostrar su mejor nivel y “a mí se me escapaban todas, no cogía una pelota”, rememora. Mañana, en el Olave, se verá de nuevo frente al larguirucho y vigente campeón del GRAVNI. Disputarán la final del Toba´s Tavern-Bodegón Gorbea, el partido que cerrará el festival programado para las 10.15 horas. ¿Se desquitará?, “no sé, Aaron anda muy suelto, ha aprendido a rebotear y remata mejor que nunca”, dice Gamboa, “es valiente, ha crecido un montón, le pega muy duro y le encanta jugar”. Aarón tiene físico y cabeza.

Como todos, Ibai, promete jugar a esto “hasta que se me caiga el brazo”. Para jugar la final se ha sometido a una punción seca “que te rompe el músculo y te lo masajea a la vez”. Se le dormía la mano. Es una tortura “necesaria”. Juega un poco menos -el aeropuerto le come las horas en el trabajo- pero sigue en la pelea junto a Urcelay, Gorka Lafuente y Julen (antes de irse a Méjico). El padre continúa viéndole cada vez que juega, pero la madre, Begoña, en los partidos serios “pasa más tiempo en la calle que en la grada. Se muere de los nervios”, me cuenta sonriente. Olatz, la hermana? “esa va a su rollo, no me ve mucho, se pasa la vida viajando de un lado a otro”.

De pequeño le faltaba el rosita. Aún no ha mudado del todo al negro? pero sigue siendo una pantera. The Panther.