En su aparentemente endeble armazón, un fideo, entra el peso de la representación de un pueblo, el vasco. “Esto es más que un proyecto de motos”, manifiesta el piloto. El imberbe es una espiga que parece que volará con el soplido del viento, pero cuando se agarra al manillar y rueda a 250 kilómetros por hora el viento se abre a su paso. “¡Les doy de comer, eh!”, bromea Karlos Arguiñano, su padrino, la figura que hace posible la existencia del único equipo vasco de motociclismo en la alta competición, el Baiko Racing Team.
En esta estructura que ha permanecido seis años en el Campeonato del Mundo, antes denominada AGR Team y ahora bautizada como Baiko Racing Team, correrá Iñigo Iglesias (9-IV-2002, Errenteria), la esperanza para la representación vasca. “¡Quién me iba a decir hace dos años -cuando se fue a vivir solo a una residencia de estudiantes de Valencia para continuar su progresión en las carreras- que iba a estar corriendo con el único equipo vasco del mundo!”. Es la alianza que persigue elevar la categoría del motociclismo local.
A su tierna edad, Iglesias se maneja con una madurez impropia. Y lo suyo no es verborrea, es predisposición, porque transpira ilusión pero se templa con prudencia. “Empecé tarde en las motos: con ocho años me subí por primera vez a una -una minimoto que le tocó a su tío en una rifa- , y a competir comencé sobre los once, cuando la mayoría empieza sobre los seis. El Mundial me queda lejos, ahora no tengo el nivel, pero en mi mente solo está el trabajar día a día, acostarme cada noche y pensar en qué he hecho bien y qué puedo mejorar”. Para eso le ha reclutado Arguiñano, para formarle, pero admite el cocinero que “en dos o tres años tener un piloto vasco corriendo en un equipo vasco en el Mundial sería ilusionante”. Si bien, dependerá de ese camino intermedio entre presente y futuro. El trabajo y la progresión determinarán el devenir. Por de pronto, Iglesias promete compromiso: “Me siento piloto las 24 horas”. Se define persona responsable, seria. Visto desde la distancia, lo transmite. Su discurso fascina.
La actualidad es la presentación del equipo celebrada el pasado martesen el hotel-restaurante de Arguiñano, instalado en la panorámica de Zarautz, para una temporada que arranca este fin de semana en Estoril, Portugal. El Baiko Racing Team correrá el FIM CEV Repsol International Championship en las categorías de Moto2 (600c.c.) y Moto3 (250c.c.), antesalas del Campeonato del Mundo, canteras. “Es como si fuera un Mundial sub’18”, define Iglesias, en el caso concreto de Moto3, donde correrá, popularmente llamado Mundial Júnior. El calendario del guipuzcoano presenta siete escenarios: Estoril, Le Mans, Aragón, Jerez, Albacete, Valencia y Barcelona, pero el circuito Ricardo Tormo lo visitarán en dos ocasiones y en algunos de los ocho fines de semana del calendario se celebrarán dos pruebas. En total serán doce carreras en las que compartirá box con Gerard Riu. Mientras, en Moto2 se vestirán de rojo Benny Solís y Edgar Pons, hijo de Sito y que fue segundo en el campeonato de 600c.c. la campaña anterior.
“La idea es que Iñigo aprenda, que progrese; no queremos presionar exigiendo resultados”, explica Kepa Burrutxaga, mánager de Iglesias, quien debuta en esta competición. “Queremos que aprenda mucho y que haga algún Top 10”, corrobora Arguiñano, que no detuvo su espíritu bromista, cantando como lo hace en la cocina, agitando los brazos como maestro de orquesta, como alardes de su felicidad. “¡Qué contento estoy!”.
“Quiero empezar terminando carreras, sin presionarme demasiado. Buscar referencias y recortar carrera a carrera la diferencia con los más rápidos para ir buscando el Top 10, como ha dicho el jefe”, solapaba Iglesias, cuya madre, Arantxa, le miraba emocionada, con ojos húmedos. “Nos ha costado mucho estar hoy aquí. Nos hemos pasado 40 fines de semana al año fuera de casa, con la caravana y las albóndigas a cuestas”, describía. “La familia no le podemos acompañar, solo a alguna carrera, es una pena, pero debe aprender a gestionar él solo las emociones porque sobre la moto estará él solo”. Es el salto al mundo de los mayores, el campo de los profesionales. Desde luego, el chico transmite sensación de coger impulso con la cabeza amueblada, que ya es mucho a su edad. “Suelo decir que los pilotos estamos un poco locos, pero me considero un piloto calculador dentro de esa locura; tengo orden dentro del desorden”, analiza Iñigo.
Arranca una nueva aventura del motociclismo vasco que, con este maridaje Iglesias-Arguiñano, eleva su categoría, que hasta esta alianza permanecía huérfana de referentes. Hoy el Campeonato del Mundo está más cerca que ayer. De hecho, existe la posibilidad de correr alguna prueba como wild card. Las actuaciones en la pista dictarán el devenir.