Iván lleva un tiempo pasándome el trasto por el morro -“ya falta menos”, me dice-, me muestra el capote y lo sacude de un lado al otro pero sigue ahí, en la cancha, igual da en el frontón que en el trinquete, jugando atrás o delante, contra los nuevos a veces o contra los de siempre casi todo el rato. Le queda cuerda. Mañana mismo, en la final del Provincial de pala corta, con Rogelio Solana guardándole las espaldas, podría hacerse con un nuevo título y ganar otra txapela si es que Gaizka Tuesta y Bagazgoitia no se empeñan en lo contrario. Una más de las que fardar, aunque la hija, Ane, se crea que son todas del abuelo. El abuelo sólo ganó tres: dos en Alegría y una tercera en el Torneo de Michelín. Tarde o temprano vendrá el hijo. Hoy le toca al padre, a Marcelino Temprano Rodríguez, pelotari nacido en Pajares de la Lampreana, Zamora, el 22 de agosto del 52, pero vitoriano de adopción desde que a los ocho años se viniera a vivir aquí. Jubilado de todo excepto de familia y pelota. Con frontón y huerta en el Paraje de Fuente Caliente -segunda vivienda y palacio de verano-, en Miranda, habitual de los frontones de Rivabellosa y Lantarón con el grupo de “grandes aficionados” mirandeses, locos de la maciza, Michelo, Carlos, Emilio y El Gato? no deja que pase un día sin pasarse por el frontón de Ariznavarra, en pantalón corto y camiseta estos días de otoño, entre las diez y media de la mañana y las dos de la tarde, para “sudar un poco y pasarlo bien” junto a los Larrea, De Benito, Aristimuño y los hermanos González, a quienes, según qué mañanas, suelen unírseles los Arroniz, Gereñu y Cortázar. Aquello parece Benidorm. “Es que no hay como los frontones al aire libre para jugar a goma”, repite más de una vez Marce a lo largo de la charla, en letanía. Y se va hasta Gamarra, el paraíso, aún sin cubrir cuando a los 18 años y con algo de dinero en el bolsillo comenzó a disfrutar de “aquel ambiente inigualable”. Coincidía con Eusebio Vélez, Marañón y Gorospe, con Curto y El Vasco Eraña, con el montañés Arrieta -“de lo mejorcito en maciza”-, cada verano y durante años. “Montábamos un espectáculo”, recuerda. La gente se concentraba en el terreno elevado, en contra cancha, se iban turnando y, en cuanto acababan, entraba la segunda división, la acorazada, con Bueso, Abad, Bustinza. En cuanto llegaba el mal tiempo, cual aves migratorias, se encaminaban hacia el Seminario. Se le vienen a la memoria Félix Arregui -un gran amigo-, Albaina y Marino. La época dorada de la goma. Con 25 venció en el descubierto de Albaina junto a Jesús Ángel Fernández. Diez años después, en el torneo de Michelín, con Iñaki Álvarez de pareja, ante Nieto y Baltasar Ochoa, El Profe. Y claro, los triunfos en Alegría, dos veces campeón, la primera con Álvarez y la segunda junto a De Benito, cuando las eliminatorias se jugaban en el polideportivo y la gran final en el frontón de la plaza, junto a la iglesia. Los rivales, gente amiga como El Pelirrojo Estévez, Santos y Rafa Ruiz de Infante. Buenos años.
Luego vendría el cuero. El hijo, Iván, ya crecidito, le empujó a cambiar de pelota. El padre andaba por los cuarenta y lo del hijo ya iba en primer lugar. El chaval empezaba a despuntar y Marce se hace responsable de herramienta en el club Zaramaga, en tiempos de Agustín Pérez, presidente del club y zamorano como él, de Tapioles, a tiro de piedra de su pueblo natal. Iván asume el papel protagonista y el padre el de actor de reparto y repartidor de chavales en un 124 mítico. El hijo, con quien gana algún que otro campeonato social, es el más joven del grupo. Lo componen Bueso, Vicente, Gallego, Pedro y Richar de las Heras, y de vez en cuando les visita un Artxaga lleno de brío. Los sábados por la tarde contaban con la presencia de gentes dispares: los hermanos Mendívil y Orlando de Adurtza, el burgalés Robinson, el bueno de Aldape y Durana, de Dulantzi. Buenos compañeros de fatigas.
La niñez de Marce liga pronto con la pelota. Fue uno de aquellos que el bueno de Ormazabal, viejo canchero del Vitoriano, más ancho que largo, utilizaba para sobar el material que guardaba para los figuras. Chavales de 12 años que pasaban el tiempo jugando al puche para pasarlo bien. Morán y Curto y gente de más edad calentaba pelota y cancha mientras llegaban “los que tenían perras para comprarse unas palas y alquilar el frontón”: Arri, Vicario, Elgueta y Pepe Berganzo. Con buen tiempo y si era día de fiesta cogían la bici y se encaminaban al frontón de Estíbaliz. Más de lo mismo. Así hasta los 16, cuando eran capaces de amontonar unas monedas en los bolsillos y cambiar de modalidad; “con una pelota jugábamos 20? nos salía barato”, recapitula. Así empezó todo. En 2015 sacó la licencia por última vez pero nunca dejó de jugar. En 2006 juega el primer Torneo de Aficionados de goma en Errekaleor. Con Ruiz de Infante de pareja, caen en la final de veteranos ante Eguía y Landaluze.
Ante tanto bueno, lo mejor tiene que ver con el hijo. Y me cuenta títulos y vicisitudes del chaval vistas desde la grada, que aquí no caben pero vendrán más tarde con el otro Temprano; el bronce del mundial en México y la experiencia en La Habana. A Marce le basta con el recuerdo de los partidos en Alegría, cuando llevarla hasta el rebote era tanto seguro porque la pelota se quedaba en el tejado, y los murmullos que alimentaban su orgullo cuando jugaba junto al hijo? “Son padre e hijo y son pareja”.
También ha habido de lo malo, poco, “pero fue jodido”, recuerda. Fue hace un par de años en el frontón de Rivabellosa. Estaba jugando atrás y, por lo que fuere, acabó haciéndolo de delantero. Lo hizo sin más, sin pensar, sin coger las gafas de protección que tenía en la bolsa, obligatorias e imprescindibles. Al poco, recibió tal pelotazo en el ojo derecho “que temí perderlo”. Tuvo suerte. Tras dos operaciones pudo salvarlo aunque perdió un 30% de visión. “Lo pasé mal, pero peor Emilio, el compañero que me dio el pelotazo. No paraba de llorar”.
Otro día, más Temprano? Turno para las historias del hijo. Itxasne, la hermana, la reina de la casa con permiso de “Edu, mi mujer”, se dedicó al balonmano en el Eharialdea de Patricia Elorza y Patricia Aisa, cuando el equipo vitoriano consiguió el subcampeonato de España cadete. Pero esa historia no me toca.