Vitoria - Tres cuartas partes de su vida han estado ligadas a la bicicleta. No sabría qué hacer sin ella. Y es que Luis Mari Díaz de Otazu fue corredor -un buen gregario- y luego decidió seguir viviendo en torno al ciclismo. Primero como mecánico y ahora como chófer de autobús. De profesional sólo vistió dos maillots, el del mítico SEUR durante dos temporadas, y luego el de la ONCE durante otros nueve. De auxiliar lleva dieciocho temporadas enseñando desde su posición lo que en su día aprendió. Primero lo hizo en el conjunto amarillo, luego pasó al Astaná, después al Movistar y las últimas ocho campañas en el Orica, actualmente denominado Mitchelton Scott. “Desde que se fundó esta estructura aquí estoy. Gracias a Neil Stephens. En el staff hay muchas nacionalidades, pero el trato es muy bueno”, apunta Otazu, quien el pasado mes de septiembre celebró con la escuadra australiana la victoria de Simon Yates en la Vuelta a España. “Opciones de podium vimos que tenía desde la salida en Málaga, pero hasta Andorra teníamos el culo prieto, como suele decirse. Había perdido la París-Niza en la jornada final y también se le escapó el Giro tras ganar cuatro etapas, así que no podíamos confiarnos”, relata el conductor del imponente autocar del Mitchelton Scott. Para él no hay tanta diferencia entre los dos Yates. “La gente siempre ha hablado más de Simon, pero el carácter de Adam es igual”, comenta.
Luis Mari permanece fuera de casa la mitad del año, unos 152 días, pero está feliz. Los más de 40.000 kilómetros que hace al volante cada temporada no le agotan. “La ilusión no la pierdo nunca. Tengo la sensación de que no he trabajado nunca”, admite entre risas para este diario. En el equipo se trabaja con mucha planificación y es que en eso ha notado que el deporte del pedal ha cambiado bastante respecto a cuando el portaba un dorsal. “Antes el director buscaba el esponsor y diseñaba el maillot. Ahora hay un mánager en cada estructura, el corredor tiene más fuerza que antes y decide cosas. Se corren menos días que antes y el ciclista aguanta más porque también vive con menos tensión que nosotros”, desgrana.
Este ciclista alavés ganó como amateur -entonces con los colores del mítico KAS- el Memorial Valenciaga en Eibar, la cita que todo corredor aficionado desea poseer en su palmarés. Le sirvió para dar el salto a profesionales. Por eso le fichó Manolo Saiz para la ONCE. Aunque el preparador de Torrelavega ya conocía al rubio alavés de su paso por juveniles, cuando lo llamó varias veces para la selección española. No le falló. Otazu ayudó a que Melchor Mauri, por ejemplo, se llevara la Vuelta de 1992. “En aquella edición el líder del equipo era Marino Lejarreta, pero la carretera fue dictando otra cosa. Con Melchor había hecho buenas migas desde juveniles”, recuerda con orgullo. No llegó a levantar los brazos nunca a nivel personal, pero tiene otras satisfacciones colectivas que no muchos corredores podrán destacar. “He logrado ganar la general por equipos en el Tour, Giro y Vuelta, aunque es cierto que no llegué a París porque días antes había abandonado”, cuenta Otazu, para quien los triunfos o los agobios se viven de manera distinta cuando uno pedalea a cuando conduce un autobús. “El estrés no se acaba nunca cuando eres ciclista y de chófer hay algunos momentos de nervios, pero todo pasa, como la vida”, concluye este gregario de lujo. Antes, en el pelotón, hoy, sobre la cuatro ruedas del Mitchelton Scott.