Jon Rahm consiguió el pasado fin de semana en Madrid el título del Open de España con la diligencia, efectividad y profesionalidad propia de un sicario que viene desde América a cumplir un encargo en Europa. Coges un avión, haces el trabajo y te vuelves con los deberes hechos en otro avión. El ambiente, la expectación y las ganas de ver ganar a Rahm solo generaban en el ambiente una sensación de obligatoriedad para el prodigio del golf mundial. No podía fallar. Y no lo hizo. Ya desde el jueves se enganchó a un torneo que siempre ha tenido bajo control. Lo llevó con la clase e inteligencia de un Valverde o esos ciclistas que siempre tienen una marcha más en los últimos kilómetros y que saben sobrevivir a la perfección en los momentos transitorios. Ni Dunne ni Elvira, que lo tenían a la vista en los últimos hoyos, resistieron la última embestida dominical de Rahmbo.
Había seguro algo de simbología en el retorno de Rahm al Centro Nacional de Golf, cruce de caminos entre dos mundos, Larrabea y Arizona State, que contribuyen críticamente a entender deportivamente al fenómeno de Barrika. La Blume (centro del alto rendimiento español) fue el lugar donde la pasión y el juego se empezó a transformar de verdad en algo más. Donde se comenzó a pulir el sueño y a darle forma antes de cruzar el charco y caer en las manos de Tim Mikkelson sin apenas hablar inglés. Rahm se fue como la gran promesa que solo las tripas del golf español advertían y regresó como un modelo para los actuales alumnos de la Blume, como un referente de un deporte necesitado de un impulso y, por primera vez en España, como una figura capaz de trascender a su propia disciplina. Desde el principio se ha advertido en Rahm ese aura de deportista capaz de penetrar en el olimpo español, mediático y deportivo, solo reservado a auténticos elegidos capaces de poner de moda un deporte con su única presencia. Tiene el talento, el carisma, la determinación y la bravura de los más grandes. Cuenta el propio Rahm que la asistencia de su padre a la Ryder del 97 en Valderrama fue esa intervención del destino, o como lo queramos llamar, para que el jugador sea lo que es hoy. En el Open de España de 2018 se palpaba en la atmósfera que asistíamos a un momento catártico en la imagen nacional de Rahm y por extensión del golf en España. El jueves había excursiones de colegios arremolinadas en los greens del 9 y el 18. El magnetismo en torno a Rahm ya desde el jueves fue sobrecogedor.
Hubo un gesto del genio el segundo día que no gustó a algunos espectadores. Rahm recriminó al público, con vehemente educación, que le aplaudiera un mal golpe que terminó en el agua. La culpa de esos aplausos la tiene el propio Rahm, cuya incipiente carrera con marchamo de leyenda ya comienza a acercar al golf a neófitos en la disciplina. Si España se pasó una década hablando de neumáticos blandos o duros, vaya que si puede pasarse la siguiente comentando si había tenido que pegar un hierro siete al 100% o un 6 más controlado. Si nos quedamos en la gestualidad, su ademán fue una minucia comparada con los buenos gestos del vasco durante todo el fin de semana. Desde detalles como firmar durante horas a los niños a decisiones más trascendentes para la exposición del golf en España como el hecho de venir al Open o ir unas horas después de ganarlo al Telediario de La 1. La actitud de Rahm respecto a la popularización del golf es importante. Al de Barrika le interesa que su marca crezca lo más posible en España. De todas formas su contribución al golf nacional va mucho más allá de esto, que más bien es una consecuencia positiva de su actitud, su talento y su gen ganador. Solo hace falta escuchar una entrevista con Rahm para apreciar el respeto que profesa por su deporte. La veneración a un Seve al que apenas vio jugar es el reflejo de su pasión por la historia del golf, a la cual quiere homenajear destrozándola y poniendo su nombre al frente de ella. Su regreso al Centro Nacional convertido en número cuatro del mundo fue el de ese tío que se fue a hacer las américas y triunfó. En el Open de España 2018 la España golfística puso cara y proezas a Rahm. 50.000 personas ya pueden decir ‘yo ví en directo a Jon Rahm’.