El Henan Jianye es un club de la ciudad de Zhengzhou, al este de China, que juega en la Superliga de aquel inmenso país y que, a falta de cuatro partidos para la conclusión del campeonato, está apretado por la amenaza del descenso. Lo entrena un técnico búlgaro, Yasen Petrov, de carrera discreta, y su objetivo es mantener la categoría. Después de ocho jornadas sin conocer la victoria, un grupo de aficionados del Jianye tomó una iniciativa, o no tanto, para intentar cambiar el rumbo errático del equipo. En plena mala racha de resultados llegaba al Zhengzhou Hanghai Stadium el Shandong Luneng, quinto clasificado en la Superliga China y con serias aspiraciones a clasificarse para la Liga de Campeones asiática. No fue una iniciativa cualquiera. A falta de argumentos más controlables, los hinchas del Jianye decidieron invocar a los espíritus. ¿Dopaje espiritual?

Lo cierto es que el Jianye logró vencer por 2-1 a un rival que sobre el papel muy superior, rompiendo de paso la inercia negativa que arrastraba el conjunto de Petrov. La víspera del encuentro, quince monjes taoístas rezaron sobre el césped del Hanghai Stadium a la vez que llevaron a cabo diversos rituales propios de esta religión que hunde sus raíces en China sobre los pensamientos filosóficos de Lao Tse, un controvertido personaje nacido precisamente en la provincia de Henan allá por el siglo IV a.c. Por lo que parece, el ceremonial surtió su efecto. Los monjes alejaron el yin (la parte oscura) del estadio, atrajeron el yang (el lado luminoso) y la afición de Zhengzhou pudo jalear por fin una victoria del Jianye, donde juega Javier Patiño, un delantero nacido en Madrid, de origen filipino, que antes militó en el Xerez y en el Córdoba.

Sin embargo la Asociación China de Fútbol se ha tomado muy en seriolo que simplemente parecía un rito con más pinta de folklore que otra cosa. El pasado martes inició una investigación contra este club por recurrir a rituales taoístas con el poco ético fin de intentar ganarse el favor de los dioses para derrotar a su rival.

La irrupción del fútbol, cada vez más presente en China, la última frontera del deporte más universal, también ha llevado consigo que otras fuerzas sociales se interrelacionen con este fenómeno. En nuestro entorno no resulta para nada chocante que un estadio nuevo reciba la bendición sacerdotal, y sin ir más lejos la plantilla y directiva del Athletic acude a la basílica de Begoña para pedir el arrope de su celestial manto o para dar las gracias cuando llegan los títulos (tiempos aquellos), aunque todo esto ahora tiene más que ver con la tradición.

creencias y ritos Pero esto no es así en África, donde la brujería no se toma a broma. Cuando el portero camerunés Thomas N’Kono se integró en la Liga estatal defendiendo la meta del Espanyol allá por los ochenta llamó la atención su costumbre de plantar ajos junto a las cepas de los postes que acotan las porterías. La intención era evidente: espantar a los malos espíritus.

En los equipos africanos era común que el hechicero formara parte del cuerpo técnico de los equipos. La Confederación Africana de Fútbol prohibió esa práctica en vísperas de la Copa de África de 2002. Sin embargo, en la semifinal que enfrentó a Mali y Camerún N’Kono fue detenido, esposado, golpeado y posteriormente sancionado acusado de practicar magia negra contra la portería rival. Al exportero del Espanyol le descubrieron manipulando un pequeño objeto.

Pero una cosa es prohibir y otra conseguir con medidas punitivas acabar con la superstición y los beneficios que conforma un buen conjuro. Hace dos años la Federación de Ruanda prohibió la brujería en los campos de fútbol a raíz de otro curioso sucedido. Durante el partido entre el Mukura y el Rayon, correspondiente a la Premier League de aquel país, el delantero del Rayon Moussa Camara falló un gol cantado. Minutos después, varios jugadores del equipo local intentaron agredir a Camara, a quien habían visto apoyar un pequeño objeto junto a la portería rival. Intervino el árbitro, que le mostró la cartulina amarilla.

A causa del revuelo consiguiente, la segunda parte se prolongó siete minutos, y casi coincidiendo con el pitido final Moussa Camara anotó un golazo que le sirvió al Rayon para empatar el partido y a la Federación ruandesa para tomar cartas en el asunto, prohibiendo la brujería, de tal forma que al futbolista que le sorprendan en esta actitud será sancionado con varios partidos sin jugar, lo mismo que al entrenador, además de una multa de 3.400 euros al club y la pérdida de tres puntos en la clasificación general.