azerbaiyán - Oportunismo, paciencia y fortuna. Esas fueron las alianzas de Daniel Ricciardo para erigirse en sorpresón. El australiano se lanzó desde la décima pintura de la parrilla del Gran Premio de Azerbaiyán, octava cita del calendario de la Fórmula 1. En apariencia, puntuar era su máxima aspiración. Ni Ferrari ni Mercedes, tótems del paddock, debían percibir amenaza alguna. Pero... ¿quién iba a imaginar el desaguisado que estaba por acontecer, capaz de invertir una parrilla? Esto son las carreras, que diría el purista. Y allí estaba Ricciardo, pescador de río revuelto.
La prueba fue apasionante. Desde los primeros metros hasta el último suspiro. De hecho, casi sobre la línea de meta le arrebató Valtteri Bottas al pobre de Lance Stroll la segunda posición. Aunque el podio colmaría de goce a este último, debutante como es en la F-1 y con una novena plaza como mejor resultado hasta ayer. ¿El porqué de su alzamiento? La locura.
La locura se desató en el amanecer. Ya en las primeras curvas se dieron una serie de percances que condicionarían el evento. Raikkonen y Bottas se tocaron. Guerra finlandesa. El primero dejaría su coche dañado para el resto de la prueba y el segundo tuvo que pasar por los boxes descendiendo a la última plaza. Así, el poleman Hamilton quedó en cabeza, seguido por Vettel, que ganó dos posiciones respecto a su punto de partida. Luego rodaban Pérez y Verstappen. En el momento en el que el holandés atacaba al mexicano, su Red Bull murió. Cuarto abandono en las seis últimas pruebas. Está que trina Mad Max.
Además, en esos primeros latidos de la carrera Sainz trompeó y cortó el grupo. Finalmente sería octavo el madrileño. Peor le fue a su compañero de equipo, Kvyat, que dejó aparcado su monoplaza en la pista y obligó a la primera de las tres entradas del coche de seguridad. Tres y además seguidas. El primero salió en la vuelta 12, la carrera se relanzó en la 17, y acto seguido, nuevo safety car; ya en la 19 se retomó la normalidad y los restos de piezas que se desprendían del Ferrari de Raikkonen propiciaron la tercera entrada. Debido al enfriamiento de los neumáticos, se detuvo la prueba, que se disparó nuevamente en la vuelta 24. Todo esto alteró el orden lógico. En ese lapso se dio la mayor anécdota del gran premio. Con el coche de seguridad en pista, Hamilton dio un frenazo inesperado y Vettel se estampó contra la cola del Mercedes. Una sucia jugada. En respuesta, el alemán se emparejó al inglés, dio un volantazo y chocó su Ferrari contra el coche de Hamilton. Una pérdida de papeles. Como Los autos locos.
La consecuencia fue una penalización de stop and go de 10 segundos para Vettel. Si bien, Hamilton llevaba una pieza que podía salir volando y la organización le obligó a corregir el defecto en el box. De ello se benefició Vettel, que a pesar de su sanción, salió del pit lane por delante de Hamilton. Estos hechos privaron a ambos del triunfo. Dos opositores menos para Ricciardo, que además vio a los Force India, que pugnaban por el podio, chocar entre sí. Así se fue desbrozando el camino, hasta que se vio solo, con la victoria atada salvo nueva alteración fortuita. Y Fernando Alonso, 19º en la salida, por fin pudo acabar una carrera... y puntuar. Llegó a verse quinto en el caos, pero finiquitó noveno. McLaren contó sus primeros puntos del año.