madrid - A Jornet (Sabadell, Barcelona; 1987) se le acumulan las vivencias, los retos y las sensaciones fuertes, las que tienen que ver con la vida.
¿Cómo se explica subir al Everest dos veces en una semana?
- Mi idea no era subir dos veces, pero durante el primer ascenso tuve problemas gástricos y bajando ya iba pensando que habría otra ventana de buen tiempo a los cinco días y disponía de tiempo para la expedición. Pensé que si me recuperaba y me encontraba bien, no estaría jugando a las cartas y que algo tendría que hacer.
Ha subido sin oxígeno y sin cuerdas fijas. ¿Por qué?
- Hacer cima o no es una anécdota. Para mí lo importante es la manera de subir. Podía aprender mucho más si no hacía cima de esta manera que si llegaba arriba de otra forma. Era importante subir así porque eres tú el que subes y toma las decisiones, aunque soy consciente de los riesgo que tomas.
¿Esa clase de alpinismo es una filosofía de vida?
- Es una forma de hacer las cosas en la que es más importante el cómo que los objetivos. Me gusta hacer las cosas de una manera lo más ecológica y económica posible. Al no llevar porteadores, campamentos de altura y ser tan minimalista, reduces los costes. Me gusta hacer las cosas de manera sencilla.
¿El Everest era un reto o un sueño?
- Es un sueño que se convierte en reto. El sueño es una cosa que te hace vibrar, que te hace sentir una emoción cuando piensas en ello y se convierte en reto con entrenamiento, preparación y logística para intentarlo.
¿Cómo es el Everest de noche?
- Fue preciosa la puesta de sol. Estaba unos 300 metros por debajo de la cima y la segunda vez justo debajo. Es bonito ver que el día se apaga y piensas que tienes toda la noche para ti. Luego en la cima hay una sensación de satisfacción profunda, pero tampoco hay una emoción fuerte porque no tienes fuerza para mucho más y hay que pensar en la bajada.
¿Qué opina de las expediciones comerciales al Everest?
- Todo es legitimo mientras respetes al medio ambiente. No hay una forma correcta y otra incorrecta de ir al Everest. Cada persona puede subir de la manera que quiera, con sus motivaciones y asumiendo los riesgos que crea. Cada uno debe saber por qué sube. Lo que sí hay que ser es sincero, porque hay muchas cosas que no se dicen sobre cómo se hace. A mí subir con oxigeno no me aporta nada.
¿Con el Everest concluye el proyecto ‘Cimas de mi vida’?
R: Sí. Lo bonito es ver todo lo que he aprendido y la gente que ha estado en mi camino, como mis mentores. Estoy satisfecho de lo hecho pero cierro un proyecto y quiero abrir otras puertas.
¿Se plantea seguir escalando ochomiles?
- Tengo ganas de seguir haciendo montaña. No sé qué proyecto ni cuándo. Ahora tengo la temporada de carreras por montaña y en verano quiero pensar, aunque sí tengo ganas de volver al Himalaya porque se pueden hacer cosas interesantes.
¿Ha sentido alguna vez miedo real?
- Muchas veces. En montaña, en mi casa, en el Himalaya o en los Alpes. He pensado varias veces ‘hoy esto está mal y hay que darse la vuelta’. El miedo es lo que nos hace sobrevivir, porque si no tuviéramos miedo estaríamos en la cima de un barranco y saltaríamos. El miedo nos hace seguir en la vida. Por otra parte hay que ser racional y pensar que tienes la capacidad física y técnica y la experiencia para hacer algo, pero también saber si entraña peligro. Cuando hay riesgo puede haber tensión, pero hay que separar la emoción de la razón para olvidarte del miedo.
¿Ha visto su propia muerte de cerca?
- Ha habido momentos en que ha estado cerca con algún accidente en el que han fallecido compañeros. También dos o tres veces he llegado a casa y he pensado ‘has sido gilipollas’. He asumido riesgos que no debería haber asumido.
Tiene un fuerte vinculo con el pueblo nepalí. ¿Cómo va ese proyecto de restauración de casas en el Valle del Langtang?
- He estado seis o siete veces en Nepal, tengo amigos allí y es brutal la fuerza que tienen. Están al lado de China e India, que los asfixian cuando quieren. Hace dos años, después del terremoto, les cortaron el petróleo durante casi un año y económicamente sufrieron mucho, pero miran con optimismo las cosas. Tienen un problema pero quieren hacerlo mejor y aquí por gilipolleces hacemos grandes dramas. El proyecto se está terminando, ha entrado turismo al valle y empieza a llegar el dinero y a volver la normalidad.
Queda menos de un año para los Juegos Olímpicos de invierno. ¿Le gustaría participar en unos si se diera el caso con el esquí de montaña?
- Para 2022 seguramente vaya a ser olímpico el esquí de montaña. De joven era una ilusión muy grande y ahora lo veo como una doble balanza. Por un lado la parte bonita de que el deporte sea reconocido y por otro puede pasar como la bicicleta de montaña, que cambiaron el formato de competición. Si para ser olímpico tienen que cambiar el formato y ya no es esquí de montaña perderá toda la esencia y no valdría la pena.
Ha vivido en España, en Francia y ahora en Noruega. ¿Cómo es su vida?
- Llevo viviendo desde hace año y medio allí. Hay muy poca gente y eso, por ejemplo en diciembre, hace que te encuentres tres personas en un mes. Con eso trabajas mentalmente mucho más ese aspecto para el alpinismo. Además, Noruega es un país que tiene pocos problemas en general y no hay descontento como aquí en España por los temas de corrupción, que al final crean inseguridad. Se nota que hay más tranquilidad y eso hace que la gente se respete más.
¿Cómo se ve desde fuera la situación política que vive España?
- No se entiende mucho porque allí ves que el primer ministro vive en un piso de treinta metros y va a trabajar en transporte público, o un político roba un billete del autobús y dimite. Luego miran aquí y piensan, cómo es posible. Socialmente es difícil de entender lo que pasa en general porque ves cómo la extrema derecha está subiendo en todos los países europeos. También ves a Estados Unidos, Inglaterra con el Brexit o Francia con Le Pen. Ves que se hace un discurso del miedo y se extreman posiciones que provocan que sea más difícil la convivencia entre pueblos. Ves que se crea odio y eso no es positivo para las generaciones.
¿Qué opinión tiene sobre el movimiento político de Cataluña?
- No soy nacionalista. Cuando era pequeño quería que la Cerdanya fuera independiente porque estaba harto de que la gente de Barcelona subiera los fines de semana y hubiera ruido (risas). Viajando te das cuenta que las fronteras, los países y la política deberían ser artificiales. Ves una frontera y no hay nada. Entiendo que viendo cómo ha ido la política española los últimos diez años se han hecho recesos en temas de ecología o con la Ley del sol. Estamos en 2017 y parece que vamos tirando atrás. La Transición se hizo de manera pacífica, pero no puedes decir que ayer estábamos matándonos y hoy no pasa nada. No se entiende que tantos años después no haya habido juicios por el franquismo y haya gente que siga ocupando puestos de gran responsabilidad y no haya habido juicio moral. No es como en Alemania, que hubo una ruptura. Se dijo que estaba mal una cosa y no se podía volver a hacer. Aquí se dijo ‘bueno, no ha pasado nada y ahora somos todos amigos’. Todas estas situaciones más el hecho de otras provocan que te digan la opción de hacer un país nuevo que quizá puede ser mejor... el problema es que el Gobierno no dice que os quedéis porque os ofrecemos esto. Dice que no os podéis ir por cojones. No te dan otra opción. Intenta negociar si eres listo. ¿Qué es mejor?
¿Cuáles son sus planes para este año?
- Tengo el Maratón del Mont Blanc en Chamonix, quiero hacer algunos ultras en Estados Unidos o Francia y el Ultra Pirineu. Después de verano prepararemos una película sobre el Everest que demandará tiempo y en invierno miraré qué me apetece de carreras y proyectos de montaña.