ARLANC - Después de dos meses de parón competitivo, a Alberto Corazón, se le disparó el latido del corazón en su aterrizaje en la Dauphiné. El pulso, acelerado y botón, se le amainó ayer, el segundo día de carrera, porque el organismo recordó el hábito de correr. Así que Contador respiró con más serenidad. A Démare el corazón le fue dando vuelcos, de redoble en redoble. Tenso como la piel del tambor. El corazón de Démare dio varias vueltas de campana por la orografía de la segunda etapa de la Dauphiné, que convirtieron el pasaje del francés en un carrusel de emociones, una prolongada montaña rusa durante los primeros 100 kilómetros, con cuatro chepas que a Arnaud Démare, corpulento, musculoso y pesado, le parecieron una travesía por los egregios Alpes. “Lo he pasado mal”, dijo sobre su padecimiento. Tuvo que retorcerse primero entre las cotas para estirarse después en la meseta de Arlanc, donde De Gent continuó de líder.

En el pequeño pueblo le fue de fábula al francés, que ofreció un recital. Aceleró de tal manera Démare que se escapó en el jolgorio del sprint. Intercaló un océano entre él y el resto de velocistas. El despegue de Démare se produjo por el costado que no cuidó Ackermann, que olvidó cerrar su flanco. Sin puerta, se produjo una vía de agua irreparable. Por allí se colaron tres ciclistas, entre ellos Démare, pleno de potencia, relinchando la caballería. La reacción de Ackermann fue un ejercicio de impotencia. Solo se le ocurrió estorbar por el centro y tocarse con Bouhanni, dispuesto para la pelea con Kristoff y Colbrelli. El nudo del sprint, la disputa cerrada, estaba por el centro, pero la victoria -una vez Bouwman, Brown, Combaud y Lutsenko, que cedió el pulso a falta de tres kilómetros, fueron cautivos del pelotón- se cantaba por la orilla en la que se desató Démare, que llegó escapado. Fue una fuga breve, veloz y brillante. Cometa Démare. Tras su abrumador triunfo, el velocista francés lanzó un mensaje para la convivencia entre conductores y ciclistas en el asfalto. “Quiero mandar un mensaje para que todos compartamos la carretera y nos respetemos. En los momentos de felicidad también pienso en todas las víctimas”. - C. Ortuzar