TORTONA - Maximiliano Richeze es argentino y canchero, por eso cuando se le echó encima el alemán Rudy Selig, lanzador de Sam Bennet, rival de Gaviria, le saludó con un cabezazo. Luego se codeó con Caleb Ewan, el átomo australiano. “Fue un sprint tenso”, resolvió Richeze, defensor de los códigos internos de las carreras, que en su versión original es eso de “Lo que pasa en las Vegas se queda en Las Vegas”. Ayer el Giro pisaba Tortona y lo que pasó en Tortona saltó las fronteras de la ciudad para grabarse en el memorándum del Giro después de otra exhibición de Fernando Gaviria, el emperador de la velocidad en la una ciudad conocida como la pequeña Roma. El colombiano, que es muy grande, cotejó a todo trapo su cuarta victoria en la carrera italiana. Su registro, demoledor, entronca con los hitos que cuelgan del palmarés de los ciclistas únicos. Nadie desde 1979, cuando el belga Alfons De Wolf logró cinco victorias en la Vuelta a España, había amanecido con semejante tronío en el debut de una grande.

Para acceder a los libros de historia, Gaviria se abrió paso por el escueto margen que le regaló Richeze. Apenas un palmo le separaba del vallado al colombiano. Por esa grieta minúscula se filtró el talento descomunal de Gaviria, al que llaman el Misil de Antioquía en contra de su voluntad. El colombiano cayó en cascada -su velocidad punta en el sprint alcanzó los 72,8 kilómetros por hora- para colarse hacia una victoria rotunda y enrabietada después de un remonte sideral. En 150 metros, Gaviria guillotinó a nueve rivales. Adelantó a todos con la precisión de un cirujano y el estruendo de sus piernas de dinamita. Lejos de la tormenta que se desató alrededor de Richeze, Fernando Gaviria aceleró su barba de forma exquisita. Explotó su póker de victorias con una jugada de escalera de color. Entró Gaviria por el ojo de una aguja, el espacio reducido, opresivo, y de ahí salió con los brazos extendidos, una barrera infranqueable para sus rivales, incapaces de elevarse por encima del listón del colombiano. No necesitó más Gaviria, que ondea la bandera de la velocidad.

El colombiano, apenas 22 años, es un velocista prodigioso, un elegido, que fue capaz de derrotar a Mark Cavendish dos años atrás en el Tour de San Luis. Fue su presentación en sociedad. El anuncio del fenómeno que se aproximaba. En el Giro, Gaviria es una celebridad. A su victoria le siguió el ritual de reunirse con su familia, que le abraza y le agasaja el ánimo de ciudad en ciudad, de victoria en victoria, de trono en trono, sin descanso. Dar con Gaviria no es fácil. Corre mucho. Requiere una persecución de tan rápido que esprinta el propietario de la maglia ciclamino. Antes de encontrarse con los suyos, Gaviria, embajador de las volatas, estrechó la mano a todo aquel que se le cruzó por delante. Por detrás solo dejó ruina. Entre los escombros de la detonación quedaron Bennet, Stuyben o Ewan, que le batió una vez, pero que en Tortona se enganchó al rocoso Richeze. Greipel también se secó en el monocultivo del colombiano, vencedor en cuatro de los seis sprints que ha parido el Giro. No hay nadie más rápido que Gaviria, al que le propulsa el reggaetón. El ganador es su canción preferida.

oropa asoma Ya no será el ganador. A Gaviria se le interpondrá la montaña, territorio prohibido para el velocista, el colombiano que supera en triunfos a dos escaladores de su país, Lucho Herrera y Nairo Quintana. Ambos suman tres victorias en el Giro. La corsa rosa eleva hoy el mentón en el Santuario de Oropa, un montaña que rememora al infatigable Ugrumov y su ataque constante queriendo la maglia rosa de Indurain. Aquel día, en 1993, José Miguel Echávarri, a los mandos del Mercedes del Banesto, se saltó al juez de carrera para acercarse a Indurain y serenarle el ánimo. El navarro salvó la maglia rosa y se coronó en el Giro tras resistir en el Santuario. Oropa también enlaza con el portentoso Pantani en una ascensión para los arcanos de la carrera de la que fue expulsado días después. En ese territorio sagrado para la memoria, se reafirmará la lucha por la general sin la presencia de Geraint Thomas que, dolorido desde su caída camino del Blockhaus, decidió abandonar el Giro para rearmarse de cara al Tour de Francia. Nairo Quintana pretende el doblete Giro y Tour. Así que tratará de iniciar el descuento ante Dumoulin, el líder que se mantuvo firme en la aproximación a Tortona a pesar del viento y los nervios. “El viento a veces me puso nervioso, pero estuve muy bien protegido por el equipo, así que fue otro buen día para nosotros”, dijo Dumoulin. También para Gaviria, que esprinta para la historia.